La movilización por un mayor presupuesto para el sector educativo se justifica con mucho. No son validos los argumentos levantados por el gobierno, para mantener niveles de inversión irrisorios e irracionales en este sector. Por mÔs que se envuelvan en la rima mÔgica de palabras rimbombantes, aumentar la inversión es clave, para emprender la desafiante tarea, de sacar a la República Dominicana del atraso, en que, en materia de educación se encuentra.
El sistema educativo necesita rehabilitar mĆ”s de 12 mil aulas y construir unas 15 mil nuevas, para superar los vagones, la sombra de los arboles, y los tarantines que en muchas comunidades usamos como salón de clase; para dejar en el pasado los 60, 70, 80 y hasta 90 estudiantes en una aula, porque hace muy difĆcil la labor docente, obstruye la calidad, y convierte la escuela en lugar indeseable para niƱos, niƱas y adolescentes; y para los y las trabajadores/as del sector.
Necesita maestros y maestras con una formación profesional que le proporcione estrategias para lidiar con una realidad social cada vez mÔs compleja, mejor remunerado/a, con mayor reconocimiento social, con condiciones adecuadas de trabajo, con tiempo pagado para pensar, planificar y renovar permanentemente su prÔctica pedagógica. Necesita escuelas con servicios bÔsicos garantizados (agua potable, sanitarios, bibliotecas, laboratorios). Necesita un efectivo y sistemÔtico acompañamiento a los y las docentes en su ejercicio pedagógico.
Nuestro sistema educativo, necesita superar la inequidad social que excluye de la educación del Nivel Inicial, al 100% de niños y niñas pobre de tres y cuatro años y al 25% de los de cinco, mismo que al 50 % de jóvenes entre 14 y 18 años, de la educación del Nivel Medio; necesita frenar la tendencia decreciente de la matricula en la educación bÔsica, e incluir los que estÔn fuera.
El sistema educativo tiene que dejar de operar como una guagua que en el trayecto que recorre va dejando cualquier cantidad de pasajeros en el camino. Hay que revertir la tasa de deserción escolar y elevar la calidad de los aprendizajes que promueve la escuela.
Responder a estas necesidades requiere de recursos suficientes en primer orden y de hacer un uso transparente y racional, en segundo orden. No hay cuento ni poesĆa que lo sustituya, se llama dinero. Estos retos no se pueden encarar con una inversión miserable como la que hace el Estado. La sociedad tiene que movilizarse con tanta vigorosidad e intensidad como sea necesario para hacer entender a los tomadores de decisiones, que no estamos dispuestos a postergar mĆ”s la garantĆa de este derecho.
Hay que enfilar los caƱones hacia el Congreso para que juegue su papel. El proyecto de presupuesto debe ser reformulado. Hacia este fin, la movilización cĆvica se justifica, no te quede tranquilo.
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