Por ANTHONY PEREZ
En el proceso de la comunicación oral, cuando hablamos ante un pĆŗblico, mĆ”s o menos numeroso, sustentamos un diĆ”logo interpersonal. Al travĆ©s de la televisión, por ejemplo, deberĆ” producirse una natural y espontĆ”nea armonĆa entre lo que se piensa y se expresa. Es lo que los estudiosos de la comunicación han dado en llamar “coherencia oral”. Sócrates lo expresó con una genialidad insuperada¨ “pienso, luego existo”.
El pensamiento deberĆ” ser siempre coherente con la palabra y a la vez con nuestro lenguaje no verbal; es decir, con el lenguaje del cuerpo, con la expresión. De esto se infiere que si pensamos algo alegre y divertido (el dĆa de nuestra graduación o el primer abrazo con nuestra primera novia), al decirlo nuestras palabras y tono de voz deberĆ”n estar tambiĆ©n alegres, festivos. Nuestros gestos, modales y ademanes, o sea, el lenguaje de nuestro cuerpo, deberĆ” estar en igual estado.
Si pronuncias el panegĆrico de algĆŗn amigo o familiar cercano, tu cerebro germinarĆ” pensamientos tristes, lĆŗgubres; entonces hemos de imaginar que tu voz estarĆ” trĆ©mula, entrecortada, tus ojos llorosos y tu rostro compungido por la coherencia que deberĆ” producirse siempre entre lo que pensamos y expresamos, y por supuesto, lo que sentimos.
La comunicación oral efectiva la logramos cuando somos capaces de poner al servicio de lo que estamos diciendo, todas las energĆas de nuestros sentidos. Al hablar, el cuerpo humano deberĆ” actuar siempre como una orquesta en la que cada uno de sus miembros funcione armoniosa y rĆtmicamente en el contexto.
Todo orador que actúa incoherente en pensamiento, palabra y expresión, no despertara pasión ni credibilidad en el público al que se dirige, sino, todo lo contrario. Poder usar el triangulo vital en el habla- pensar- decir- expresar coherentemente- es algo que se puede aprender como cualquier otra materia antes de que suframos una horrible decepción en algún escenario o una deficiente actuación oral en cualquier momento de nuestras vidas.
sp/am
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