Descuidarse, dejar todo en segundo plano por el amor
y vivir torturadas por la apariencia son algunas de ellas
Por Renata Rincón / El Tiempo, Colombia / GDA
La situación de desventaja de las mujeres frente a los
hombres en diversas áreas de la vida no es una novedad pero ¿de dónde viene?
Ese es uno de los interrogantes que la psicoanalista brasileña Claudia Pacheco
ha intentado resolver a lo largo de su carrera.
Es sicóloga de la Universidad de San
Marcos en Sao Paulo y ha trabajado en Nueva York, París, Lisboa, Londres y
Estocolmo, fundadora del Instituto Superior de Psicoanálisis Integral en París
y de la organización Stop a la destrucción del mundo.
Basada en la experiencia de
cientos de casos clínicos de pacientes que atendió en Estados Unidos, Brasil y
Europa y de material bibliográfico, llegó a sus propias conclusiones sobre el
tema y las escribió en el libro ‘Las mujeres en el diván’, que pueden ser
“chocantes para algunos y extremadamente esperanzadoras para otros”, según ella
misma explica.
“Lo que podía observar dentro
de mi experiencia como ser humano, como mujer, como psicoanalista, era que la
mayoría de las sociedades, principalmente latinas, árabes, judaicas y
orientales, las mujeres tenían una filosofía de vida altamente destructiva que
pasaban de generación en generación; creando a través de su comportamiento
patológico una gran decadencia. Tanto así, que pasaron a ser vistas como el
sexo débil por las sociedades a las que pertenecían”, dice.
A lo largo de la publicación,
la experta hace un estudio de la psicopatología y las relaciones sociales de
las mujeres, para al final proponer la forma de cambiar la situación.
Aquí, las cosas que hacen a
las mujeres perder el equilibrio de sus vidas, según ‘Las mujeres en el diván’:
1. La búsqueda del romance
y la autodestrucción
Parece que automáticamente una
persona se envuelve en un romance se desliga de las otras áreas de su vida. La
mujer se aparta de las amigas y muchas veces abandona su carrera, interrumpe
sus estudios y guarda su diploma, comienza a engordar, a descuidarse, enajenada
de la vida social, cultural y económica. También enfoca toda su vida en ese
pedazo de su existencia, multiplicando su importancia y viéndola con lentes de
aumento como el todo.
Esto ocurre más con las
mujeres que con los hombres. Destruye todos sus dones, talentos, carrera,
amistades, espiritualidad, esa gama increíble de vivencias y opciones que la
vida les ofrece a cambio de un romance. Obviamente la relación de hombre y
mujer es una parte importante de la existencia, pero no lo es todo ni lo más
importante. La mujer coloca en segundo plano todas las áreas de interés de su
vida para poner todas sus expectativas en un romance.
Por otro lado, la mayor
patología de las mujeres es querer hacer del matrimonio una profesión. De ahí
pretenden obtener su sustento financiero y psicológico. No se ve a las familias
educar a sus hijas para el mundo sino para el matrimonio. El marido debe ser
honesto con su familia, pero no necesariamente con los otros, trabajador para
que sus hijas jamás tengan que trabajar, atractivo para provocar envidia,
eunuco con las otras mujeres, de buena familia, preferiblemente de mucho dinero
para garantizar los caprichos de su hijita y que jamás la contradiga ni
critique a la suegra.
2. El narcisismo y la
megalomanía
Estas son características
comunes de las mujeres de todas las culturas. Las latinas tienen aparentes
características de sumisión y feminidad y las estadounidenses de independencia
y autosuficiencia. Sin embargo, ambas quieren lo mismo: tener una personalidad
y a veces también un cuerpo adorado por un hombre, por otra mujer o por
multitudes (artistas, estrellas de cine, etc.) No es de extrañar que la cultura
consumista gire en torno al narcisismo y la megalomanía de la mujer.
Por otro lado, las
conversaciones de las mujeres desde pequeñas siempre son envidiándose
mutuamente. Unas hablan mal de otras y se van a donde las otras a escuchar sus
confidencias. Intentan mostrar siempre que no tienen valor porque eso ofuscaría
su brillo. Así, desde cero, la competencia e intriga femeninas toman forma
hasta tal punto que un día dicen que el peor enemigo de una mujer es otra
mujer. Pareciera que las mujeres nunca pueden confiar en otra y que desde la
infancia aprendieran que un amigo verdadero solo puede ser un hombre.
3. La falta de
participación en la sociedad
Los hombres, en su mayoría,
hablan de asuntos sociales, filosóficos, políticos, universales, que conciernen
a hombres, mujeres, niños y ancianos. Las mujeres, mientras tanto, hablan de
asuntos que solamente les interesan a ellas. Eso explica por qué cuando en la
historia se citan frases célebres, rara vez una mujer es la autora de una. Así
que no necesariamente esa marginalización ocurre porque hayan sido saboteadas o
excluidas, sino porque las cosas de las que hablan son de poco interés y
utilidad para la vida social en general.
Como ejemplo, esta frase
famosa de la autora de Los caballeros las prefieren rubias Anita Loos
(1889-1981): “Si besan tu mano te puedes sentir muy bien, pero un brazalete de
diamantes y zafiros es para siempre”. Por esa afirmación vemos que la mayor
preocupación de su vida es obtener aquello que le brinda la sensación de
alimentar su poder.
No tiene nada de malo que a
una mujer le gusten las joyas, el problema es cuando es una de las finalidades
de su vida, como ocurre en muchos casos. La autora señala que atendió pacientes
que pasaron 20 o 30 años de sus vidas esperando el día en el que recibirían un
brazalete de oro o un collar de perlas. "Fuimos entrenadas para no pensar,
para no usar nuestra inteligencia, nuestras capacidades. Es de interés del
sistema que la mujer sea una sierva del sistema".
4. La vanidad
La mujer, con sus formas
armoniosas y atrayentes percibe su belleza como un arma eficaz. Puede seducir,
conquistar y conseguir muchas ventajas. Es terrible la preocupación constante
de que la mujer tiene que estar siempre bien y ser vista como bonita, elegante,
inteligente y encantadora. Esa obsesión, esa idea fija, ese terror de no estar
perfectamente en forma, la preocupación de lo que los otros piensan sobre
nosotros, es un tormento que no tiene compensación.
La preocupación por la ropa,
el maquillaje, el peinado, las joyas, la forma física, no pasan de ser una
prisión terrible en la cual la mujer se pone y fue puesta por el sistema
económico social. Así, un regalo de la naturaleza se puede convertir en una
cámara de torturas, dependiendo el uso que se le dé.
Es absolutamente controlada
por la publicidad y por la industria de la belleza al ser bombardeadas desde
pequeñas con campañas que ponen todo el valor en la belleza física. Así que
todo lo que gana con su trabajo lo gasta en todo lo que necesita para que su
guardarropa esté a la moda, dándoles el dinero a quienes más impiden que el
dinero sea distribuido de forma equitativa.
5. La lucha por el poder
Los medios de los que dispone
la mujer para competir socialmente son diferentes a los de los hombres. El
chantaje afectivo, la dependencia sexual y la ‘aparente’ fragilidad. Y en lugar
de intentar modificar su status quo de otra forma, ahora quieren lo mismo que
los hombres.
Es obvio que la mujer tiene
derecho a tener libertad para viajar, ganarse un sustento de manera justa, de
tener la profesión que quiere, de vivir con quien le gusta y estudiar lo que
quiere. Libertad de realizar el bien y ser feliz es un derecho inalienable de
todo ser humano, eso no se discute. Pero ¿Qué se ha visto, en gran parte, con
la ‘liberación femenina’? Que la mujer quiere ser libre para poder realizar
toda la locura que el hombre realiza: poder, dinero y prestigio.
“La mujer, si es de valor y
auténtica, tiene características que le son específicas. Por ejemplo, es
cariñosa, cuida de las personas, de los detalles, de embellecer la vida para
los otros, de satisfacer deseos; es dulce, suave, sentimental, sensible,
paciente, tolerante y conciliadora”, concluye Pacheco, quien invita a tomar
conciencia de esta situación para dejar la paranoia con los hombres y construir
en equipo con ellos una mejor sociedad.
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