Las acciones
humanas del hoy, no poseen fines aleatorios, ni mucho menos son el resultado de
un proceder medalaganario de los mortales. El presente social de nuestra gran
civilización, se desplaza por los derroteros insaciables del interés individual
humano, lo que coloca en el espíritu social de los pueblos, una forma de
pensamiento utilitarista, que exige permanencia, y la búsqueda de los medios
necesarios de subsistencia; por lo que, desde este plano de acción social, las
multiformes relaciones humanas se presentan programadas por una estructura
economicista, que entrona el capital, en lugar de lo moral.
Nuestro existir
se convierte rutina metálica (dinero), acciones humanas en las que subyace la
categoría “cantidad” en su máxima expresión, pues los individuos
contemporáneos, de frente a su realidad cotidiana, miran el tener como canon
incuestionable al que todos debemos emular, de modo, que la adquisición de
bienes, tal cual encantamiento divino, reviste a los poderosos de “prestigio
socio-moral”, invisible en sus acciones; luego, estos sucesos evidencian la
caída al profundo abismo oscurantista de las masas, puesto que individuos
destructores de patrimonios comunales, devienen en héroes nacionales.
Vivimos
condicionados en un sistema que proclama a voz en cuello, la primacía de lo
suyo, y que entiende como contradictorio todo evento que persiga rescatar, el
ser moral humano, ya que este resulta contraproducente y fuera de orden, en
consonancia con las líneas generales de procedencia, establecidas por las
mentalidades transnacionales, en cuyas ideas anidan los planes de acción, más
alejados de lo ético-moral posible, pese a las masas, se les catapulten
discursos éticos en grado extensivo, lo que dà cuenta de bajeza humanística, y
deterioro agudo de dignidad en sus practicantes.
Ante esta
situación reinante, se abre una puerta de esperanza a los vivientes, -pues el
mundo del interés desenfrenado conlleva a fines insanos, anti-humanos y
salvajes- representada bajo el concepto cristianismo, pero no de un cristianismo
religioso con tintas monótonas, sino de esa concepción espiritual que
trasciende el campo de lo objetual, para remontarnos en una vida nueva y
transformada por el poder del Espíritu Santo en nosotros, cosa que trastoca el
estado primero de pensamiento-acción en que operábamos, para dar paso a un ser
renovado, que orienta sus pisadas a lo pulcro, honrado e íntegro de lo humano,
pero desde lo divino.
Desde esta
óptica, se hace evidente que un recurso necesario para dar salida a un entorno
humano, plagado por los más decadentes anti-valores, no ha de hallarse en los
esfuerzos conjuntos por modificar conductas humanas aprendidas, sino que más
bien, se hace insoslayable el reconocimiento, y la pronta decisión por la vida
nueva, vida que resulta imposible en el viejo hombre, puesto que solo abre las
vías de fecundidad en un morir a nuestro yo, pues no hará todavía solo una
palabra el milagro, ya que debe transformarse el corazón, y esta acción, desde
siempre, la ejecuta Jesucristo: la verdadera razón para vivir.
EL AUTOR ES EL REPRESENTANTE DE ESTE MEDIO EN EL DISTRITO NACIONAL. CONTACTO: 829 347 5481
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