Por Jimmy Feliz
“El verbo leer no soporta
imperativo. Aversión que comparte con otros verbos: el verbo «amar» …, el verbo
«soñar»… Claro que siempre se puede intentar. Adelante: «¡Ámame!» «¡Sueña!»
«¡Lee!» «¡Lee!» «¡Lee! ¡Pero lee de una
vez, te ordeno que leas, caramba!»
-¡Sube a tu habitación y lee! ¿Resultado?”
De esa
manera comienza la célebre obra ensayística Como
una Novela escrita en el año 1993
por el profesor de literatura y escritor francés Daniel Pennac. Dicha obra se
anticipa a uno de los grandes problemas educativos y culturales de la
actualidad: La lectura. Es lamentable que
nuestros estudiantes vean con apatía los libros de literatura y que las
bibliotecas sean infraestructuras desérticas y polvorientas. Muchos teóricos
culpan el sistema educativo, ya que históricamente en vez de crear un ambiente
propicio de acercamiento entre los estudiantes y los libros se impuso
tajantemente un currículo educativo mediocre, con poca variedad de libros –que
puedan interesarle de acuerdo a las edades y gustos-.
En dicha
obra, su autor maneja el tema desde diferentes perspectivas con el claro
objetivo de diseñar estrategias inteligentes de motivación y fomento de la
lectura, que puedan ser utilizadas por padres, maestros y tutores. Según las declaraciones de la UNESCO , la falta de buenos
hábitos de lectura y estudio, sobretodo en los países latinoamericano es un
reto permanente en la lucha de mejorar la calidad de vida y el progreso
intelectual.
Ahora
vemos que la tecnología ha sido incorporada en los métodos de pedagogía y los
estudiantes tienen mayores facilidades de leer y conseguir infinitudes de
contenidos sin costo alguno en la mayoría, no obstante el problema de la
lectura sigue igual o ha retrocedido porcentualmente.
Todo el
mundo sabe conoce que a través de la
lectura es que se alcanza la buena educación y se combate con la ignorancia en
todos los sentidos.
Dice el
famoso escritor Mario Vargas Llosa: «Seríamos
peores de lo que somos sin los buenos libros que leímos, más conformistas,
menos insumisos y el espíritu crítico, motor del progreso, ni siquiera
existiría».
La
diferencia entre un lector y no lector son visibles desde escucharle hablar,
hasta verle escribir. El lector mejora el uso del lenguaje, su forma de pensar,
escribir (y hasta caminar, diría yo), en cambio, los que no tienen el hábito de
leer exhiben su mala ortografía, mala dicción, poca información de
acontecimientos históricos, culturales, políticos, etc…
Lo ideal y
soñado por cada padre es ver a su hijo iluminado por las lumbreras del
conocimiento y la sabiduría. Lo mismo desean todos los países. Pues es muy
palpable que en las naciones más desarrolladas, los altos índices
“generalizados” de lectura son parte de su mega desarrollo y supremacía
intelectual.
Por tal
situación me he motivado a escribir sobre este tema y la vez dar conocer los
diez derechos del posible lector según Daniel Pennac:
1.
El derecho a no leer.
Explica que la mayoría de los lectores se conceden a diario el derecho a
no leer. Existen personas respetables que no leen y es porque no les gusta
leer. Pero no debemos pensar que todo individuo que no lee va a ser un bruto
potencial. Si lo hacemos, convertimos a la lectura en una obligación moral,
pues esto nos puede llevar a juzgar la moralidad de los libros cortando la
libertad de crear. Nos dice que se puede entender que alguien rechace la
lectura, pero no que se crea rechazado por ella.
2.
El derecho a saltarse páginas.
Aconseja que nos saltemos páginas de los libros que leamos y encontramos
su contenido de poca sustancia o interés, además por otras razones
concernientes sólo a nosotros.
3.
El derecho a no terminar un libro.
Si no queremos terminar de leer un libro por miles de razones distintas,
tenemos el derecho a no terminarlo. La elección está sobre nosotros.
4.
El derecho a releer.
Releer lo que había rechazado antes, releer desde otro ángulo, para
verificar, releer por el placer de la repetición, etc…
5.
El derecho a leer cualquier cosa.
Existen buenas y malas novelas (literatura industrial que reproduce los
mismos tipos de relatos, despacha estereotipos) y la literatura en sentido
general ofrece una amplia diversidad de gustos en poesía, cuento, teatro,
ensayos…
6.
El derecho al bovarismo (enfermedad textual transmisible).
El bovarismo es esa satisfacción inmediata y exclusiva de nuestras
sensaciones; la imaginación se inflama, los nervios vibran, el corazón se
acelera, la adrenalina salta y el cerebro confunde. Habla de reconciliarse con
nuestra adolescencia y recordar nuestras primeras emociones. Ya no vilipendiar
la lectura adolescente.
7.
El derecho a leer en cualquier parte.
Derecho de leer donde sea: «Sí, yo puedo sin mentir, y esto es doctrina, decir que leí entero a
Gogol en la letrina».
Gracias a la movilidad, los libros pueden ser
abiertos en cualquier lugar y actualmente los ibooks ofrecen la facilidad de
archivar miles en un celular, tableta o kindle y leerlos cuando se quiera.
8.
El derecho a picotear.
Derecho a buscar libros, abrirlos en donde sea y leer un pedazo “por un
momento, pues tal vez tan sólo disponemos de ese momento”
9.
El derecho a leer en voz alta.
El hombre que lee en voz alta se expone ante los ojos que lo escuchan.
Si leemos con ganas, despertará nuestra necesidad de comprender, y aquellos que
se creían excluidos de la lectura se precipitarán en ella tras él.
10.
El derecho a callarnos.
El hombre lee porque se sabe solo y porque a su vez, el libro es su compañía perfecta.
Estos derechos, vuelven a hacer al lector el protagonista de los libros.
Disipan los mitos que enturbian la conciencia lectora. Leer tiene que ser
siempre un placer y nunca una obligación.
"El hombre construye casas porque está vivo, pero escribe libros porque se sabe mortal. Habita en bandas porque es gregario, pero lee porque sabe que está solo. La lectura no toma el lugar de nadie más, pero ninguna otra compañía pudiese remplazarla" (p. 197).
Sobre el
autor:
Jimmy Feliz es escritor, líder
juvenil y gestor cultural. Preside la Fundación Amor Internacional y fue galardonado
con el Premio Nacional de la
Juventud 2013 (bienestar social). Actualmente trabaja
animador cultural en el Ministerio de Cultura.
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