Por: HECMILIO GALVAN
No sé si Temístocles Montas, mejor conocido como Temo,
lo ha elegido así, pero a él le han tocado hacer los anuncios y
afirmaciones más rocambolescas, chapuceras y penosas de todos los Gobiernos del
PLD (que por cierto han sido muchas).
En 1996, recién nombrado administrador de la
Corporación Dominicana de Electricidad, antigua CDE, prometió acabar en
tres meses con los molestos apagones que vive el país. Hoy, casi 20 años
después, aun esperamos su promesa.
En 2012, cuando le tocó explicar la necesidad de la
Reforma Fiscal, metió más la pata al tratar de distanciarse del déficit creado
durante la gestión de la que fue Ministro de Economía, Planificación y
Desarrollo.
Ahora, en 2015, vuelve a dar en la diana, al
destaparse con un estudio que, según su interpretación, prácticamente borra la
pobreza del mapa dominicano.
Al parecer no hubo otro momento más propicio que la
reelección (cada vez más cuestionada), para presentar un estudio que
modifica la distribución y categorización de la pobreza en el país,
estableciendo una nueva metodología que aparentemente disminuye la pobreza a
niveles cuestionables.
Lo cierto es que en el mundo hay diferentes formas de
calcular la pobreza, en base a diferentes concepciones y definiciones de esta
condición socioeconómica. Una de ellas, la llamada pobreza monetaria o
absoluta se calcula en base a un mínimo de ingreso per cápita en el cual las
familias puedan acceder a los bienes y servicios que le garantizan una vida
aceptable.
Para República Dominicana la Línea de Pobreza General,
calculada en septiembre de este año, fue de 4.693,9 pesos de ingreso per cápita
en la zona urbana. Este dato arrojó un total del 32.1% de la población viviendo
bajo ese umbral.
También, existen otras metodologías basadas en
enfoques no monetarios, como por ejemplo el Índice de Pobreza Humana,
desarrollado en 1997, que es un indicador que suma la probabilidad al nacer de
no sobrevivir la edad 60, la Tasa de analfabetismo adulto, el Desempleo
de largo plazo y la Población por debajo del 50% de la mediana del ingreso.
Otra forma de calcular la pobreza es mediante la
llamada “Pobreza relativa”, la cual se estima en base a un porcentaje del
ingreso promedio de los países, dado que quienes no reciban ese porcentaje del
ingreso promedio serían comparativamente pobres respecto a sus compatriotas.
La metodología que se usó de referencia para este
estudio, no es precisamente una metodología para evaluar la pobreza, sino más
bien para descubrir la “movilidad social” y esta siendo experimentada por el
Banco Mundial.
La misma establece unas cuatro categorías para
movilidad social, a saber: pobres (que reciben un ingreso per cápita de 0 a 4
dólares), vulnerables (que reciben un ingreso per cápita de 4 a 10 dólares),
clase media (que reciben un ingreso per cápita de 10 a 50 dólares) y clase
residual (que reciben un ingreso per cápita de más de 50 dólares).
Según el nuevo estudio presentado por el Ministerio de
Economía, Planificación y Desarrollo, la República Dominicana tiene un
25.9% de la población catalogada como pobre, un 44.3% de la población
catalogada como vulnerable, un 28.9% de la población catalogada como clase
media, y un 0.9% de la población catalogada como residual o rica.
Resulta evidente que esta nueva metodología no puede
sustituir la metodología oficial de estimación de la pobreza basada también en
asuntos monetarios, ni tampoco debe ser usada para asuntos propagandísticos,
como efectivamente hizo el Gobierno.
Esta nueva aproximación, bien interpretada puede
resultar contraproducente a los fines del Gobierno, dado que sumadas las
categorías de pobres y vulnerables, el resultado de esta población asciende al
70.3% del total de los dominicanos.
En un país acostumbrado a maquillar y a
manipular políticamente las estadísticas (como es el caso), valerse de
una metodología experimental y nueva del Banco Mundial para hacer inferencias y
comparaciones con periodos anteriores (particularmente los gobiernos contrarios)
es un flaco servicio a la credibilidad gubernamental.
En República Dominicana un país donde el 56% de
la población trabaja en la economía informal, los salarios son apenas la mitad
del promedio de América Latina y el ingreso promedio de los hogares es de 19,408,
siendo la canasta básica de 27,969, lo que representa un déficit de un 30% para
cubrir la canasta básica, no pueden usarse las cifras de la pobreza como una
ofensa al público.
Un país con una estructura de costos (y precios)
elevadísima por los distorsionantes efectos de la factura petrolera y el costo
energético, la corrupción, los costes bancarios y sobre todo por la mala
calidad de los servicios públicos, tiene necesariamente que tomar en cuenta muy
seriamente que los parámetros monetarios como únicos parámetros para medir
pobreza.
No es cierto que la pobreza haya disminuido. El
cambio de metodología solo crea nuevas categorías de interpretación, incluso
con la difícil situación que vive el país, es probable que la pobreza haya
aumentado.
Utilizar estos indicadores de la manera irresponsable
como lo hicieron, tendrá un costo político que tendrán que pagar.
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