Por Liny Benavides
La noche del sábado 3 de agosto, hubo un
cruce de estrellas al parecer anunciando lo que había de suceder el día próximo
a la 12.55 pm, esto lo cuenta la señora Victoria Polanco quien vino una niña de
seis años de un sector denominado La Yabacoa de Arenoso a la comunidad de La
Ceja del Jobo.
Mira muchacho el día de ese terremoto, las
casas que habían en La Ceja tu veía como bailaban y se caían porque eran
casitas de madera y el piso era de pilotillo y ese lugar era muy pantanoso, si
eso sucede hoy en día están los muertos al pecho, imagínate todas esas gentes
que sufren de los nervios y la presión le dan ataques y se mueren, más todas
esas construcciones le caen arriba y los aplastan como ocurrió en Haití en el
2010.
Cristina como sus familiares llaman a doña
Victoria no quiere vivir nuevamente momentos como el vivido el domingo 4 de
agosto de 1946, mira tú escuchaba la tierra que bramaba como un toro bravo y un
mal olor azufre.
Mi papá Juan Polanco trajo la familia para El
Factor y yo vine para La Pichinga después de los terremotos y maremotos de
agosto, porque ya yo estaba casada. Aunque en La Ceja del Jobo no vimos los
maremotos por estar alejado del pueblo o del barrio central de la común de
Matanzas.
Pero sí observamos como los canales que
estaban secos se llenaron de agua, porque con esos temblores yo me imagino que
los ríos se movieron y sus aguas se salieron de sus cauces, por esta razón
diría yo que se llenaron esos caños y canales y vea que para ese tiempo estaba
haciendo una sequía terrible, esos temblores no fueron fácil, ¿ustedes no han
leídos los periódicos de la época?
Léanlos para que ustedes vean, Jesús
Santísimo eso fue lo de acabar. Lo que doña Victoria relata se puede confirmar
en el diario La Nación del martes 6 de agosto de 1946, cuando el periódico de
ese día publica un titular que dice lo siguiente, Los efectos destructores del
terremoto adquirieron trágica magnitud en las comunes de Matanzas y Villa Julia
Molina.
Repercusiones verdaderamente lamentables tuvo
en las localidades costeña de Matanzas y Villa Julia Molina, la violenta
sacudida a que se vio sometida nuestra Isla en la tarde de anteayer,
presentándose en ambas comunes un cuadro extremadamente conmovedor y lamentable
por demás, ya que se trata de dos prosperas localidades que han quedado
prácticamente destruidas cuando se encontraban en pleno florecimiento y en un
plano muy notable dentro del sector nacional. Ocho edificios, uno de ellos la
iglesia, quedaron en pie en la común de Matanzas, donde no tan sólo la
conmoción geológica causó estragos, sino también el mar, en una salida
inesperada de sus límites se introdujo a una distancia de kilómetro y medio
tierra adentro, para inundar la población y hacer más intenso el pánico y
acelerar con grande intensidad la huida que emprendieron los moradores de esta
localidad…
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