María Sánchez-Monge
El amor romántico y el sufrimiento parecen condenados a ir de la mano. Frases tan manidas como quien bien te quiere te hará llorar o en pareja hay que ceder y no mirar por uno mismo refuerzan ese vínculo. Pero, en el fondo, lo que muchas veces subyace es un desequilibrio entre las dos personas que conforman la pareja: una manipula y la otra cede.
La manipulación se puede definir, según Diana
Lozano, psicóloga especialista en sexualidad y pareja de Centro TAP. Tratamiento
Avanzado Psicológico, “como la puesta en marcha de una serie de
estrategias, actitudes y mensajes que tienen como propósito conseguir nuestros
objetivos incluso a costa de los de otra persona, para lo que se
utiliza el poder, la persuasión, el chantaje emocional, la mentira o las
amenazas (generalmente veladas) como vehículo para alcanzar dichos
objetivos”.
Este comportamiento, que puede darse en cualquier área de
la vida -laboral, familiar, social- “es mucho más frecuente de lo que
pensamos en las relaciones de pareja, de ahí la importancia de
conocerlo e informarnos para poder detectarlo”, subraya Cristina Pérez,
directora del equipo de psicólogos de Siquia. “Podemos estar en una relación con una
persona manipuladora sin darnos cuenta”, apostilla. Pero siempre
hay señales de alerta y lo que predomina en este tipo de uniones “son los
sentimientos de tristeza y culpa”.
Principales armas de las personas manipuladoras
El principal recurso de las personas manipuladoras es, en
palabras de Pérez, “el chantaje emocional, que está más instaurado
en la sociedad de lo que pensamos”. Las siguientes frases, que se pronuncian
con mucha frecuencia, son maneras de manipular el comportamiento y las
emociones de la otra persona: “tú sabrás lo que haces”, “allá
tú”, “si me quisieras…”. Son expresiones que generan “emociones
negativas en la otra persona para que haga lo que el manipulador o la
manipuladora quiere”.
La psicóloga Laura
Coronel, experta en manipulación y dependencia emocional de Centro TAP,
resalta que este perfil de individuos “utilizan interesadamente todo tipo de
armas o estrategias”, entre las que cita las siguientes:
- El aislamiento,
que consiste en separar o distanciar al miembro manipulado de su entorno de
relaciones importantes (familia, amigos, trabajo, estudios, aficiones,
etc.), promoviendo la idea de que esas personas no le convienen y
estableciendo la relación de pareja como el espacio más relevante en su
vida.
- La
selección y el control de la información (lo que se
conoce como “luz de gas”) que recibe el miembro manipulado en
pro de los intereses del manipulador. Estas personas utilizan la mentira
con cierta frecuencia y ridiculizan y atribuyen características malévolas
a cualquier información que se desvíe de sus intereses. Así, gradualmente,
el manipulador despoja al manipulado de su capacidad crítica haciéndole
dudar de su realidad y atribuyéndole la causa de los problemas con
afirmaciones del tipo de “eso no ha sido así”, “te lo estás imaginando” o
“estás loco/a”.
- Las
personas manipuladoras aplican de manera selectiva premios y
castigos. Cualquier actitud o comportamiento que se desvíe de sus
intereses es señalado y sancionado induciendo al miedo y la culpa (“cómo
has podido hacerme esto”, “esto no me lo esperaba de ti”, “qué
decepción”); y, por el contrario, conductas orientadas a sus intereses son
premiadas con afecto (refuerzo positivo) o con calma al no iniciar una
discusión (refuerzo negativo).
- El bombardeo
de amor es otra de las estrategias que utilizan las personas
manipuladoras, especialmente al inicio de una relación. Consiste en
mostrarse tremendamente atentas y adular intensamente al otro
mediante elogios, regalos y detalles con el fin de
conquistarlo y ganarse su afecto y su confianza. Una vez establecida esa
fachada de la pareja perfecta, el manipulador comienza a
utilizar otras herramientas, como las mencionadas anteriormente, para dar
forma al comportamiento que desea en el otro y establecerse en un rol de
autoridad. En este tipo de parejas, la relación es asimétrica,
insatisfactoria y adictiva para el miembro manipulado.
“El uso repetitivo y prolongado en el tiempo de todas estas
estrategias de manipulación lleva a la creación de un estado de dependencia en el que el manipulado
cree estar con quien quiere, que no va a encontrar a nadie mejor, que él mismo
(o ella misma) es el causante de los problemas en la relación y cree
necesitar a su pareja para ser feliz”, agrega Coronel.
Señales de alerta para detectar la manipulación
La psicóloga de Siquia describe tres situaciones que pueden
hacernos sospechar que estamos ante una persona manipuladora:
- Cuando te
recuerda algún mal momento suyo para que cambies tu actitud. Por
ejemplo, "como en el pasado mi ex me engañó y lo pasé tan mal,
necesito que no hables con esa persona porque me hace recordar aquellos
momentos en que tanto sufrí".
- Cuando
te recuerda constantemente todo lo que hace por ti.
- Cuando eres
la persona responsable de sus emociones. Por ejemplo,
si se enfada es por algo que has hecho o dicho.
Es importante que quien está siendo víctima de un
comportamiento manipulador no llegue a la conclusión, debido a su propia
inseguridad, de que se lo está imaginando o está exagerando algo que es normal.
Para evitarlo, la percepción de lo ocurrido a través del tiempo de convivencia
en pareja es, según Lozano, una pista importante. Lo normal es que las personas
“entiendan por qué han decidido lo que han decidido y estén convencidas
de su posición en el corto, medio y largo plazo”, expone la experta. Sin
embargo, cuando una decisión “es fruto de la manipulación, es mucho más
probable que en el medio y el largo plazo no se esté tan de acuerdo”.
Otra clave que ayuda a detectar la manipulación tiene que
ver con “cómo explicaríamos a otra persona por qué hemos decidido lo que hemos
decidido”, explica Lozano. “Si la manera de argumentar nuestra toma de
decisiones es ‘hago lo que hago para que mi pareja no se enfade’, ‘siento
que se lo debo’, ‘con todo lo que hace por mí yo también tengo que
sacrificarme’ o ‘pobre, es que me he sentido fatal’, quizá merezca la pena
valorar si está habiendo dinámicas manipuladoras”.
Una de las formas más dramáticas de manipulación sería la
que se conoce -a raíz de una célebre película clásica- como luz de gas,
que lleva a la persona que la experimenta negar la realidad, sentir que
tiene problemas mentales y creer que ve cosas donde no las hay. “La
recomendación psicológica es dar validez a nuestras emociones y percepciones y,
en caso de duda, cotejarlas con alguna persona fuera del vínculo de la pareja
para tener una referencia ‘libre de manipulación’”, aconseja Lozano.
El perfil de la persona manipuladora
Las psicólogas resaltan los rasgos más característicos de
los manipuladores:
- Son
personas que aparentan ser muy seguras y convincentes, pero en
realidad tienen una gran inseguridad y una autoestima baja.
- Actúan
esencialmente en su propio beneficio y son egocéntricas.
- No
son capaces de empatizar con otras personas, a las que a
menudo cosifican y utilizan como medios para alcanzar sus
fines.
- Suelen
tener una gran habilidad para detectar los puntos débiles de los
demás y emplearlos al servicio de sus intereses.
- Tienden
a controlar muy bien lo que dicen y hacen y suelen trazarse metas
a largo plazo.
Y ahora, ¿cómo salgo de esta situación?
Es posible hablar de diferentes grados de manipulación. La
directora del equipo de psicólogos de Siquia asevera que no todos los chantajes
“son iguales en intensidad ni quienes los llevan a cabo tienen la misma
conciencia de ello”. Algunas personas son plenamente conscientes, mientras que
otras se guían “por puro desconocimiento debido a un mal aprendizaje en
su pasado”. Al fin y al cabo, aclara, “el amor y las relaciones se
aprenden. ¿Por qué no aprender a querernos bien?
No obstante, hay casos en los que no es posible salvar la relación
de pareja. Pérez expresa dónde está el límite: “Si tu felicidad, tranquilidad y
bienestar emocional se ven dañados y no sientes que tengas energía o ganas de
luchar por ello, abandona la relación; no consientas que nadie
someta tu voluntad”.
En la misma línea, Coronel considera que cualquier relación
sana “se caracteriza por recoger las necesidades de ambos miembros y
situarlas y cubrirlas en un plano de igualdad”. Cuando se detecta una
asimetría, “el manipulado debe empezar a responsabilizarse de su propio
cuidado, reivindicando sus límites tan pronto como sea posible”.
La psicóloga de Centro TAP reconoce que cambiar la dinámica
de una relación de pareja no es sencillo y pasa, muchas veces, por hacer frente
al miedo “a que no salga como uno quiere”. Acudir a terapia de pareja puede
ayudar a encauzar el rumbo de esa unión, pero es importante tener en cuenta que
“solo funciona si ambos miembros de la pareja se esfuerzan y modifican aquellas
dinámicas que están siendo disfuncionales”. De hecho, “hacer terapia de
pareja sin esforzarse, boicotear el contenido terapéutico o
utilizar lo hablado en consulta como arma arrojadiza también es una
forma de manipulación”.
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