“El sentimiento de culpa es habitual en todas las personas, sin embargo, no todos tienen las mismas características. Cabe diferenciar entre lo que es una culpa convertida en responsabilidad, donde la mujer en este caso sí tiene margen de maniobra; y una culpa patológica, que es estéril, asfixiante y cuya finalidad es la tortura y la autodestrucción”, expone Adrián Garrido, psicólogo de Instituto Centta
.En el primero de los casos, esta culpa por no haber
realizado bien las cosas hace que se sienta la responsabilidad de rectificar
todos los errores que se han cometido para ser útiles en una situación futura.
En cambio, la culpa estéril y asfixiante genera profundos sentimientos de
malestar, pero sin la intención de ser modificados, cayendo así en una espiral
de emociones que retroalimentan la culpa. Es en estos casos cuando la culpa se
convierte en patológica. Es cuando puede aparecer el perfil victimista de la
persona, no permitiendo salir de esa espiral emocional.
Por tanto, aconseja Garrido, “es necesario primero saber
diferenciar qué culpabilidad es la que estás sintiendo, si es una
culpabilidad patológica o una culpabilidad vista desde la responsabilidad, cuya
intención es únicamente la de aprender”.
Según Cristina Ramos, psicopedagoga y especialista en
Arteterapia de Instituto Centta, “las personas capaces y creativas, con muchas
ideas y autoexigentes, suelen imaginar múltiples soluciones a problemas,
maneras de ocupar el tiempo o mejorar su realidad. Muchas veces las
expectativas son incompatibles con la realidad, tenemos tiempo y recursos
limitados, pero aunque racionalicemos el sentimiento, el sentimiento de
culpa aparece porque los ideales están muy presentes. Los mensajes hacia las
mujeres son constantes y cuanta más conciencia hay sobre las expectativas, más
probable es que aparezca el sentimiento de culpa”.
La culpa nunca viene sola
“Por desgracia, la culpa nunca viene sola. Siempre
aparece acompañada de otras emociones que nacen a raíz de este
sentimiento de culpabilidad. Entre ellas se encuentran, por ejemplo, desde las
más genéricas como la tristeza o la desesperación, hasta las más
concretas como el remordimiento, la vergüenza o el arrepentimiento”,
dice el psicólogo de Centta.
De hecho, el experto señala que el proceso de la culpa no
es una proyección unidireccional que conlleve a las demás emociones, sino que
estaríamos hablando de un proceso bidireccional cuya forma de funcionar es
retroalimentándose. Un ejemplo de esto sería cuando en una pareja uno
de los dos achaca al otro la falta de pasión o intimidad, provocando así un
sentimiento de culpabilidad. Esto a su vez deriva en remordimiento (¿Podría
haber hecho algo más?) o arrepentimiento (Ojalá hubiera actuado de forma
diferente todo este tiempo), y cuanto más dejemos que estas emociones
crezcan, mayor será nuestro sentimiento de culpabilidad.
Motivos que suelen llevar a la mujer a sentirse culpable
Según Garrido, “algunos de los motivos más habituales que
llevan a la mujer a sentir culpa surgen de unos objetivos demasiado
idílicos o inalcanzables, que se acaban traduciendo en fracasos. Plantear
objetivos como: hacer deporte todos los días, seguir una dieta estricta, salir
a pasear, dedicarte tiempo a ti misma, quedar con amigos o familiares,
etcétera”.
Está claro que todos estos alicientes son importantes,
prosigue el psicólogo. “Sin embargo, si planteamos los objetivos de una manera
estricta y restrictiva pueden generar pensamientos tales como: Hoy no
me ha dado tiempo a ir al gimnasio, Se me ha olvidado llamar a mi
hermano, Normal que no baje de peso, si me empiezo a saltar el
gimnasio... Si a estos pensamientos le sumamos arrepentimiento o
vergüenza, es posible que lo que sientas es culpa por no haberlos alcanzado en
el período de tiempo que habías estipulado. Por tanto, sería recomendable
plantear objetivos, en primer lugar, realistas y alcanzables; y, en segundo
lugar, flexibles”.
Generalmente, cuando la persona tiene un rol de
cuidador dentro de la familia y no atiende a las necesidades de las
personas que componen este sistema familiar o de los allegados más cercanos
suceden los sentimientos de culpa. Para Garrido, “si sacar tiempo para sí misma
implica quitar este tiempo de atención al otro o no poder estar cuando el otro
lo necesita, quiere decir que no está haciendo lo que ‘debería hacer’, por lo
que no está alcanzando las expectativas que el otro espera de ella. Y de
hecho, en multitud de ocasiones estas expectativas no son
impuestas por la otra persona, sino que son autoimpuestas”.
Por ejemplificar lo dañino que puede llegar a ser esto: “Si
normalmente estás acostumbrada a anteponer las necesidades del otro a las
tuyas, en el momento en que esa atención la rediriges hacia ti, surge la idea
de que estás desatendiendo a la otra persona, generando así sentimientos de
culpa. Probablemente estés cayendo presa de tu rol de cuidadora y sería interesante
que si necesitas ayuda para cambiar esto, contactes con un especialista”,
sugiere Garrido.
Culpa, baja autoestima y depresión
“Cuando una persona se siente culpable todo el tiempo o
le hacen sentir culpable, por no estar a la altura, no esforzarse más, no
ser el perfil ideal o lo suficientemente buena, como ocurre en los casos de
maltrato psicológico, puede acabar desarrollando baja autoestima porque
ha interiorizado esa creencia”, comenta Ramos.
“La culpa puede llevarnos a sentirnos muy deprimidos, a
raíz de la baja autoestima que hemos mencionado. Podemos llegar a pensar que no
conseguiremos nunca lo que pretendemos o que nadie valorará lo que
hacemos. Día tras día viviendo con esos pensamientos, podemos llegar a
instalarnos en un ánimo depresivo”, destaca la psicopedagoga.
La culpa patológica podríamos decir que es
la victimización. Esto sucede cuando las personas tienen una
percepción de la realidad muy sesgada por esos sentimientos y todo lo leen
desde sus vivencias, se sitúan en el centro y sienten que todo lo malo les pasa
a ellas, que nunca levantarán cabeza, pero que se lo tienen merecido por no
haber estado a la altura, que no sirven para nada y una larga lista de
descalificaciones.
En palabras de Ramos, “cuando llegamos a este punto las
relaciones con los demás son muy difíciles, las personas se sienten una
carga, pero también tienen tendencia a sentirse ofendidas o abandonadas cuando
los otros se alejan. Las herramientas con las que cuentan para gestionar las
emociones del día a día son muy limitadas y, a menudo, les llevan a aislarse o
tener conductas dañinas. En una situación así, pedir ayuda de un especialista
puede ser la mejor opción para recuperar una mirada más amplia de la realidad y
de sí mismas”.
Estrategias para la gestión emocional de la culpa
Para la psicopedagoga de Instituto Centta, una de las
estrategias para la gestión emocional de la culpa sería racionalizar.
Si analizamos por qué nos sentimos culpables, y las probabilidades de realizar
aquello que no hemos conseguido, es probable que nos demos cuenta de que
supondría renunciar a alguna de las tareas o responsabilidades que asumimos y
que llegar a todo no es posible.
Otra estrategia, según Ramos, es “tomar conciencia sobre
el espacio que damos en nuestra vida a este sentimiento, tratar de
identificar de dónde nos viene, cómo lo aprendimos e interiorizamos, con qué
mensajes va implícito. Las mujeres, a menudo, heredan esta tendencia de sus
progenitoras y estas a su vez de las suyas. Es una cadena que funciona desde
hace años y garantiza que las mujeres asumirán los mandatos que la sociedad
tiene reservados para nosotras. Ser una buena madre, buena esposa, trabajadora,
pero además eternamente joven y bella”.
Por último, recomienda esta experta, “si este sentimiento
no nos resulta agradable y nos conflictúa, esta toma de conciencia puede ser
útil a la hora de minimizarlo. Si nos mostramos críticas con los valores que
nos llevan a sentirnos así, es más fácil que resolvamos el malestar diciendo
algo tipo: No me puedo multiplicar o No tengo
superpoderes, aunque a veces lo parezca”.
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