“El poder no se demuestra al golpear duro
o a menudo, sino con la verdad contundente”
(Honore de Balzac).
Tenemos una gran oportunidad de dejar atrás la política como espectáculo, como función inexcusable del salto a la riqueza, a la corporativización como negocio, a la mimetización de tan importante ciencia como puente del narcotráfico. La política como tráfico y tránsito que permea todo lo trafago. Allí donde una parte de la partidocracia se cobija en el estraperlo más espeluznante.
Nuestra sociedad se encuentra en medio de la tormenta más
escabrosa de los últimos 56- 60 años. Una crisis
sanitaria-económica-social-laboral que, cuasi paradojal, se ha instalado en
unos de los momentos más cruciales en el orden de lo institucional y de la
búsqueda cierta, de encontrar la redención que ineludiblemente atraviesa por la
legalidad, la legitimidad, esto es, el imperio de la ley y la debida decencia,
donde no existan vacas sagradas. En otras palabras, nos encontramos en medio
del ahogo, en el punto perpetuo por arribar a la superficie con nuevos aires
oxigenados. Un oxígeno horizontalizado en el Estado de derecho.
La sociedad ya no es la misma. Estamos en un tránsito
novedoso, inédito, desde la visión ofuscada del poder, de la coyunta del poder,
entendida como lo que es dable realizar y que a los demás les está vedado.
Desde la flagelación de las normas y la inobservancia olímpica de las leyes.
“El poder es para usarse” rezaban y oraban. Es la usanza del viejo paradigma
que se resquebraja como castillo de naipes, como la arena en el océano en medio
de un huracán de categoría 5.
La sociedad a través de la jueza Kenya Romero, después de
un expediente fabuloso denominado Coral, instrumentado por la Procuraduría,
envió a un Mayor General del Ejército a Najayo y con él a varios militares de
rangos superiores. Acabamos de ver como la DEA y la Fiscalía del Distrito Sur
de Miami atraparon al Diputado Miguel Andrés Gutiérrez Díaz. Lo estrenado del
asunto es que desde aquí, desde la misma Dirección Nacional de Control de
Drogas (DNCD), hace un tiempo el Jefe de Operaciones, Coronel Francisco Antonio
Hiraldo Guerrero, era el que le avisaba a los narcotraficantes. Fue extraditado
a los Estados Unidos. Esa institución contribuyó y coordinó, conjuntamente con
la Presidencia y la Procuraduría, para llevar a Miguel Andrés Gutiérrez Díaz a
la Justicia, quien se dice había introducido alrededor de 20 toneladas de
cocaína a territorio norteamericano.
La percepción es que en 9 meses la DNCD ha decomisado más
drogas que en los últimos 8 años, para no irnos más lejos en el tiempo. ¡Que
dos hermanos de un ex presidente, salido tan temprano como el 16 de agosto,
estén en la cárcel por corrupción, significa la clara clarinada de un acontecer
socio histórico-institucional que marca un antes y un después en el devenir
incontenible de la sociedad!
El desafío es la construcción de un nuevo paradigma, un
nuevo modelo mental, la cristalización de un nuevo mapa que deje en la
prehistoria, en el pasado, la búsqueda de atajos, la ausencia del cumplimiento
de las normas, de las leyes y el juego sin sentido de la historia en el
desconocimiento de la Constitución, que siempre ha de ser sagrada, pétrea,
inmutable, mientras no se cambie.
Cómo explicar este son de Concho primo, no haber revisado
la Ley de Seguridad Social 87-01, que hace 10 años debió de hacerse. Cómo
entender, todavía, que la inversión en salud en los últimos 20 años ha oscilado
entre 1.6 a 1.9% del PIB cuando en la Región se encuentra en 4.3. De igual
manera, cómo asimilar que la inversión en el nivel de gasto público social ha
sido históricamente bajo: 7.6 del PIB versus el 10.9 en América Latina y el
Caribe. Después de la Isla de Niu en el Pacífico profundo, con 200,000
habitantes, somos el segundo país con la tasa más alta en fallecimientos por
accidentes de tránsito, con una tasa de 29/100,000 habitantes. La tasa de
embarazo en adolescente se encuentra en 23.3% de la más alta del mundo, al
igual que la mortalidad materna e infantil.
Ruskin decía con mucho acierto “Lo que creamos o lo que
pensamos, al final, no tiene mayor importancia, lo único que realmente importa
es lo que hacemos”. Lo que estamos haciendo y viendo es que somos líderes en la
tasa más alta de cesáreas en el mundo. Que todavía a 20 años de la Ley de
Seguridad social, la gente sigue siendo bisoña, profana en decantar la
diferencia entre Atención Primaria y Primer Nivel en Salud. Que tenemos una
cobertura en Educación Básica (Primaria) de un 98%. Sin embargo, a nivel de
Inicial apenas nos encontramos en menos de un 30%. Cuando desagregamos la
composición social, el 95% pertenece a la Clase media-media, media alta y alta.
No llega ni siquiera a un 5% los pobres y vulnerables que representan el 70% de
la pirámide social dominicana.
La tasa de desafiliación a Nivel Secundario es de las más
altas: 50%. Esto es, de cada 100 adolescentes – jóvenes, 50 dejan la educación
como aparato escolar. Como difícil de entender es que de cada 100 jóvenes entre
18 – 35 años, 31% no tenga empleo, 22% sean seres humanos
desinstitucionalizados: sin empleos ni escuelas. El gran genio Albert Einstein
nos ilustraba “Cualquiera que no sea confiable en asuntos pequeños, no puede
ser confiable en asuntos importantes”. O como nos recreaba el gran dramaturgo
alemán Herman Hesse, “Lo que importa más, nunca debe estar a merced de lo que
importa menos”.
Lo básico a menudo se constituye en lo esencial. Lo
esencial es como trazamos un horizonte temporal para que el empleo informal no
se encuentre en un 56%. Que la población en edad de trabajar (PET) sea igual a
74%; empero, que la Fuerza de Trabajo (PEA) sea de tan solo 61.3% es penoso.
Que tenemos fuera de la Fuerza de Trabajo (Inactivos) un 38.7% según
estadística del Banco Central. La Fuerza de trabajo Potencial se coloca en un
14.9%. Actualmente el Desempleo abierto está situado en 7.2 y el Desempleo
ampliado entre 15-17%.
Es insondable que el déficit cuasi fiscal del Banco
Central, que en el 2003 se encontraba en RD$53,000 millones de pesos, al 12 de
mayo del presente año anda por los RD$795,062.3 millones, esto es, alrededor de
trece mil millones de dólares equivalente a 15% del PIB. Todo esto, expresión
de la política como espectáculo, como irresponsabilidad, pues la elite de la
partidocracia de ese entonces promulgó la Ley 167-07 (por 10 años) para
realizar transferencias fiscales al Banco Central para ir desmontando los
certificados. Desglosados así:
2007 0.5 del PIB.
2008 0.6 del PIB.
2009 0.7 del PIB.
2010 0.8 del PIB.
2011 0.9 del PIB.
2012 1.0 del PIB.
2013 1.1 del PIB.
2014 1.2 del PIB.
2015 1.3 del PIB.
2016 1.4 del PIB.
¡Nunca se cumplió con esa ley! Cuatro gobiernos y dos
presidentes que hicieron lo que no se debe hacer desde la administración de un
gobierno y de un Estado. Es la necesidad de un nuevo liderazgo cuya antorcha
dibuje los contornos de una dirección transaccional y transformacional. Que nos
recree como decía Abraham Lincoln “Tenga la determinación de que el asunto
puede y debe hacerse, y luego encontraremos la manera”. Es la encarnación de un
liderazgo que entienda que el liderazgo no existe en el vacío, que constituye
una simbología de la relación, que se dinamiza a lo largo de un proceso
socio-relacional; porque la esencia del líder estriba en la habilidad para
influir y en exigir responsabilidades al tiempo que él se erige en la marca del
compromiso y la responsabilidad, basamentado en la honradez, digno de confianza
y sobre todo, ejemplar.
El liderazgo que emerja en la sociedad, tanto social como
político, es el liderazgo caracterizado por la autenticidad que remite
necesariamente a la ética, a la confianza. Los líderes auténticos “saben
quiénes son, saben que es lo que creen y valoran, y actúan abierta y
francamente a partir de esos valores”. El liderazgo de este tiempo comporta
inextricablemente ética y confianza, que no deviene de la manipulación y la construcción
de imagen. Ética y liderazgo se entrecruzan medularmente generando el soporte
de la naturaleza de la confianza, que aborda de manera ostensible: la
integridad, la benevolencia y la necesaria habilidad para conectarse con el
líder transformacional.
En nuestra sociedad, en los últimos 25 años, no hemos
tenido ni un liderazgo transaccional, ni menos transformacional y menos aún, un
liderazgo auténtico. Tanto a nivel empresarial como político, los dos últimos
han adolecido en el panorama. Sin embargo, el transaccional caracteriza al
empresariado desde el punto de vista de sus organizaciones. El liderazgo social
reproduce de alguna manera la fuerte tautología de la partidocracia nuestra.
¡Se amerita empujar un nuevo liderazgo, que es el Auténtico, aunado con la
proactividad transformacional, conociendo el rol transaccional en cada
circunstancia sin operativizarlo en la defensa de todos los contextos; es un
constructo que debemos de empezar en toda la dinámica social!
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