Por: María Sánchez-Monge
El sueño es un periodo de descanso y relajación, pero no de
inactividad. Mientras una persona duerme, su organismo lleva a cabo múltiples
procesos de mantenimiento y reparación esenciales para la salud física y
mental.
“Sueño de calidad, cerebro sano, mundo feliz”,
es el lema con el que se celebra este año el Día Mundial del Sueño. Con
frecuencia se alude a los problemas
derivados de dormir poco o mal o de padecer trastornos como
el insomnio o
la apnea
obstructiva del sueño: problemas de memoria, aumento del riesgo de
mortalidad cardiovascular, enfermedades metabólicas como la diabetes y
la obesidad,
trastornos mentales… Pero, ¿qué hay de los efectos positivos de dormir bien?
Aunque solo sea por una vez, las ventajas de un sueño reparador merecen ser las
protagonistas.
La pregunta clave es: ¿para qué sirve dormir? “El sueño
es una necesidad biológica indispensable para mantener los
requerimientos físicos y psicológicos esenciales para vivir”,
responde Irene
Teresí Copoví, médica adjunta del Servicio de Neurofisiología del Hospital Universitario
y Politécnico La Fe, de Valencia.
Para satisfacer estas necesidades no basta con cualquier
tipo de reposo. “Una buena noche de descanso consiste en cuatro o cinco
ciclos completos de sueño, cada uno de los cuales alterna sueño profundo y
sueño desincronizado o REM (movimiento rápido de los ojos), que es cuando
verdaderamente soñamos”, explica Félix De Carlos,
vicesecretario de la Junta Directiva de la Sociedad Española del Sueño (SES).
“Conforme avanza la noche, aumenta la proporción de sueño REM y esto es muy
importante para mantener la biología del sueño”, añade.
Así ayuda el sueño al buen funcionamiento del
organismo
Resulta curioso lo activo que se mantiene el organismo
humano durante un periodo tan aparentemente inactivo como el sueño. Mientras
una persona duerme a pierna suelta se llevan a cabo numerosos procesos
indispensables que no podrían tener lugar en ninguna otra situación.
A grandes rasgos, según detalla Teresí, “se ha descrito que
durante el sueño no REM nuestro organismo es capaz de reparar los
tejidos celulares y conservar y recuperar energía, mientras que durante
el sueño REM se repara el tejido cerebral, hay una reorganización neuronal,
consolidación del aprendizaje y almacenamiento y eliminación de los
recuerdos”.
Estas son algunas de las funciones más destacadas del
sueño:
Mantenimiento y control de la energía
El equilibrio energético es esencial tanto para el
mantenimiento de los ciclos de vigilia y sueño como para el buen funcionamiento
del organismo en general. “Mientras dormimos se liberan una serie de
hormonas que ayudan a mantener y controlar la energía que tenemos en
nuestro organismo”, indica De Carlos.
Las células se nutren de una molécula que se origina por el
metabolismo de los alimentos, el ATP (adenosín trifosfato). Al consumir ese ATP
se forman dos productos de desecho: adenosina y fosfatos. Cuando una persona
consume una gran cantidad de energía, aumentan los niveles de adenosina. Se da
la circunstancia de que esta sustancia induce somnolencia, lo que explica por
qué hacer mucho ejercicio ayuda a dormir profundamente.
Consolidación de la memoria
Dormir bien también contribuye a mejorar la memoria, ya que
estimula y favorece las conexiones entre las neuronas del cerebro. Durante la
fase de sueño REM, en la que se producen los sueños, se restablece y se
restaura la región del cerebro denominada hipocampo que, en palabras de De
Carlos, “es el almacén de nuestra memoria”. En concreto, se transforma
la memoria a corto plazo en memoria a largo plazo, que permite consolidar
los recuerdos.
Pero la memoria no es la única función intelectual sobre la
que actúa el sueño. Un buen descanso también es fundamental para pensar
con mayor claridad y prestar más atención a los detalles, así como para
mantener la imaginación y fomentar la creatividad.
Control del peso
Las células grasas del organismo se encargan de liberar una
hormona conocida como leptina, que suprime el apetito. Sin embargo, la
falta de sueño hace que el tubo digestivo fabrique una mayor cantidad de otra
hormona, la grelina, que estimula el apetito. De ahí la existencia de un
vínculo entre el insomnio y una mayor tendencia a la obesidad.
Refuerzo del sistema inmunitario
Dormir de forma adecuada también refuerza el
sistema inmunitario, lo que garantiza una mayor tasa de éxito en la
defensa frente a las infecciones. “Estudios recientes demuestran que el
sueño puede afectar, incluso, a la eficacia de las vacunas”,
apunta De Carlos. En esas investigaciones se apreció que “los pacientes
que descansaban bien tras ser vacunados desarrollaron una protección mayor
frente a la enfermedad que aquellas que no dormían bien”, apunta el
investigador, quien aclara que aún no se ha estudiado este efecto en personas
vacunadas frente al coronavirus, pero es muy posible que también se
produzca.
Mejora del estado de ánimo
El descanso reparador ejerce un efecto positivo en el humor
y la forma de interactuar con otras personas. En este sentido, la falta
de sueño se ha vinculado con un peor estado de ánimo, tristeza y depresión.
Esto se debe a que dormir facilita la producción equilibrada de ciertas
hormonas íntimamente ligadas al bienestar, como son la melatonina y
la serotonina, que entre otras funciones se encargan de contrarrestar el efecto
de las hormonas del estrés, (cortisol, adrenalina).
Salud cardiaca
Siempre se advierte de que dormir mal se asocia a una mayor
prevalencia de enfermedades
cardiovasculares, pero casi nunca se explica qué es lo que hace que el
sueño sea vital para la salud del corazón. La clave está, nuevamente, en los
procesos que tienen lugar durante el sueño.
Por ejemplo, se ha podido comprobar en experimentos con
animales de laboratorio que dormir lo suficiente contribuye a prevenir
la aterosclerosis (acumulación
de grasa, colesterol y otras sustancias en las paredes de las arterias), ya que
incide positivamente en la salud de los vasos sanguíneos. Entre otras cosas,
controla la producción de células inflamatorias en la médula ósea, que cuando
se descontrolan contribuyen al endurecimiento de las paredes arteriales.
Regulación de la temperatura corporal
El sueño es esencial para la regulación de la temperatura,
actuando, según expone Teresí, “como un termostato para mantener la temperatura
idónea para llevar a cabo los procesos metabólicos, hormonales, etc.”.
Cambios en las fases y funciones del sueño
según la etapa vital
Las necesidades de horas de sueño y la cantidad de las
diferentes fases de sueño van cambiando a lo largo de las distintas etapas de
la vida. “Cuando una persona está en proceso activo de aprendizaje suele
aumentar la cantidad de sueño REM, para la consolidación de aquello
aprendido. Por eso los bebés, niños y adolescentes tienen un mayor porcentaje
de sueño REM que los adultos”, indica la neurofisióloga del Hospital La Fe.
Del mismo modo, “si un organismo está sometido a un fuerte
desgaste físico, se producirá un aumento del porcentaje de sueño no REM para
favorecer su regeneración y recuperación”.
Los bebés pasan la mayor parte del tiempo
durmiendo porque se están empezando a formar todas las interconexiones
neuronales que van a necesitar en el futuro. En los adultos
también se refuerzan estas conexiones importantes para la memoria y otros
procesos cognitivos, pero en menor proporción. Conforme transcurren los años va
adquiriendo un mayor peso “la reparación de todos aquellos procesos que se han
deteriorado con el paso del tiempo, precisa De Carlos.
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