Ticker

6/recent/ticker-posts

Vitamina D, ¿qué hay de nuevo?

Estar “bajo de vitamina D” se ha convertido en una frase habitual entre la población española, dado que son pocos los que no presentan un déficit de esta vitamina al hacerse una analítica. Sin embargo, las evidencias más recientes advierten sobre la tendencia a tomar suplementos de forma generalizada, a la vez que arrojan nuevos datos sobre el rol de este nutriente en el organismo. 


Carla Nieto

El déficit de vitamina D se ha convertido en un problema de salud pública a nivel mundial del que no se libran ni siquiera los habitantes de países con muchas horas de sol, como España. Así, y según datos de la Fundación de Ciencias del Medicamento y Productos Sanitarios (Fundamed), el 40% de los españoles menores de 65 años y el 80% de los mayores de esta edad tienen niveles insuficientes de esta vitamina. El creciente interés que ha despertado este nutriente entre los investigadores (reflejado en la enorme cantidad de estudios que se están llevando a cabo sobre ella) la ha convertido en la vitamina “de moda”, de ahí la tendencia a “autoprescribirse” un suplemento. 

Los expertos lo advierten: una cosa es asegurarse unos niveles adecuados de esta vitamina, ya que tiene muchos beneficios para el organismo (sobre todo a nivel óseo) y otra consumir suplementos con la intención de prevenir determinadas patologías futuras. Hemos recopilado las últimas evidencias y puntualizaciones sobre el “uso y disfrute” de la vitamina D. 

¿D2 o D3?

Básicamente hay dos tipos de vitamina D: la D3, o colecalciferol, y la vitamina D2, o ergocalciferol. La D3 es la principal fuente de esta vitamina en el organismo. Se sintetiza en la piel, por la acción de la luz ultravioleta (UVB) y también a través de la ingesta de algunos alimentos. Para que el cuerpo utilice adecuadamente la vitamina D3, el hígado debe convertirla en 25-OH-D3 (llamada calcifediol).

En cuanto a los suplementos de esta vitamina, están disponibles en las dos formas: D2 y D3 (la más habitual). Ambas aumentan la concentración en la sangre, pero la evidencia demuestra que la D3 la eleva más y por más tiempo. Así lo refleja un estudio publicado en Frontiers in Immunology en el que se analizaron las diferencias entre ambas formas y que también demostró, por un lado, que la vitamina D2 tiene un “impacto cuestionable” en la salud y, por otro, que la D3 podría equilibrar el sistema inmune, ayudando a fortalecer las defensas contra las infecciones bacterianas y virales.

¿Hormona o vitamina?

Tras las últimas investigaciones sobre este micronutriente, cada más voces abogan por cambiar su “estatus” y defienden que, más que una vitamina, la D sería una hormona o un complejo hormonal, por su participación en un amplio repertorio de sistemas y/o funciones del organismo y su relevancia de forma transversal en la salud humana. Así se recoge en el informe “Hormona D en 2021. Retos y estrategias ante el déficit generalizado entre la población”, impulsado por Fundamed con la colaboración de FAES Farma y coordinado por Esteban Jódar, jefe del Departamento de Endocrinología y Nutrición Clínica en Quirónsalud Madrid: “Seguimos viendo a la mal denominada vitamina D como una vitamina y no como un sistema hormonal del que el ser humano suele ser deficitario”, explicó el doctor Jódar durante su intervención en las XIX Jornadas Nacionales HM Gabinete Velázquez.

El déficit: ¿una moda?

La principal “vía de acceso” a la vitamina D es su síntesis en la piel, por la acción de la luz ultravioleta (UVB), a través de la exposición directa. La segunda vía es a través de la alimentación, con el consumo de alimentos ricos en este nutriente y enriquecidos con él (lácteos y cereales, principalmente). Sin embargo, los datos están reflejando que ambas opciones resultan insuficientes en muchos casos (cada vez más) para tener unos niveles adecuados.

La cuestión es, ¿por qué de un tiempo a esta parte han aumentado las determinaciones de vitamina D en los análisis de sangre? Este fue uno de los temas que se debatieron en el último Congreso de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN). Una de las expertas que participó en este foro, María Rosa Alhambra, especialista del Servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario Reina Sofía, de Córdoba, vinculó el aumento de estas determinaciones con el creciente interés por el tratamiento de la hipovitaminosis D: “Sin embargo, señaló la experta, el cribado universal de vitamina D no está indicado en la población general (tan solo debe hacerse en la de riesgo). Asimismo, aún no se conoce realmente su alcance, ya que la prevalencia de este déficit sigue siendo incierta, pues los datos de muchos países son escasos”. 

El déficit de esta vitamina se detecta en sangre con una forma determinada de vitamina D, la 25-hidroxivitamina D (25-OH-vitamina D), que se mide en nanogramos por mililitro (ng/ml). “Deben mantenerse unas concentraciones de vitamina D en sangre de entre 30 y 70 ng/ml. Niveles por debajo de 20 ng/ml son indicativos de insuficiencia y por debajo de 10 ng/ml de deficiencia”, explica a CuídatePlus Marina Diana Pérez, experta en nutrición y alimentación y profesora de los Estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).

Los nórdicos, mucha; los españoles, poca

Aunque el déficit de vitamina D es un problema generalizado, curiosamente esta situación es incluso peor en países con muchas horas de sol, como España. Según explica Ascensión Marcos, presidenta de la Sociedad Internacional de Inmunonutrición (ISIN) e investigadora del Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos y Nutrición, “los niveles de vitamina D en los países nórdicos son mucho mayores que los de los españoles”. Hay que tener en cuenta que España, con una media de entre 2.500 y 3.000 horas de luz plena al año, se sitúa en este sentido por encima del resto de países europeos.

La razón de esta paradoja se encuentra, como explica la doctora Marcos, en la dieta habitual de estos países: los habitantes de Noruega, Finlandia y Suecia obtienen cantidades adecuadas de esta vitamina (concretamente de D3) de su consumo regular de carne de reno, “un animal que se alimenta de liquen, que es una fuente rica de vitamina D3 y que se absorbe mucho mejor por el organismo. Además, la carne de reno aporta otras vitaminas (A, B y E) y es baja en grasas”.

En relación con esto, un estudio realizado por el Grupo de Investigación en Radiación Solar de la Universidad Politécnica de Valencia (UPV) apunta a una evidencia que podría arrojar luz sobre esta paradoja, al indicar que durante el otoño y el invierno, el tiempo mínimo de exposición para obtener las dosis necesarias de vitamina D debería ser de 130 minutos al día (la recomendación “oficial” es de un mínimo de 15 minutos, dejando al descubierto zonas como la cara y las manos), algo que muy pocas personas pueden poner en práctica, teniendo en cuenta el estilo de vida actual.

Otra conclusión destacada por los autores es que la efectividad de esta exposición solar estaría muy condicionada por la ropa que se utiliza en esa época del año, la cual deja aproximadamente solo el 10% de la piel al descubierto (la síntesis de vitamina D se produce por la acción directa del sol sobre la piel, sin ropa ni filtros solares). 

En la misma línea, Marina Diana Pérez opina que la exposición a la luz solar no es suficiente para sintetizar niveles óptimos de vitamina D, y recuerda lo recogido en un documento de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) respecto a las causas del alto déficit de esta vitamina, concretamente en el caso de España: una falta de aporte nutricional, el exceso de protección solar en verano y el hecho de que gran parte de la población española habite por encima del paralelo 35º norte, algo que reduciría las posibilidades de sintetizar adecuadamente esta vitamina en invierno y primavera.

Fuentes alimenticias: no sólo pescado azul

Aunque el repertorio de opciones alimenticias ricas en esta vitamina es escaso, todas las recomendaciones al respecto insisten en la necesidad de seguir una alimentación variada y equilibrada que, además, incluya los alimentos que son fuente de este nutriente. “En realidad, entre un 80 y un 90 por ciento de la vitamina D es generada por la exposición solar, y solo un 10-20 por ciento de esta vitamina proviene de los alimentos ingeridos, pero es importante asegurar este aporte.

En este sentido, hasta hace pocos años creíamos que esta vitamina solo estaba presente en los productos de origen animal (huevos, lácteos, vísceras o pescado azul), pero hallazgos recientes muestran que ciertos hongos superiores, como las setas, también la contienen”, comenta Marina Diana Pérez. Entre los alimentos más ricos en vitamina D destacan la anguila y angula (110 mcg/100 g de alimento), el atún fresco (25 mcg); la caballa (16 mcg), las sardinas en conserva (7 mcg) y el huevo de gallina (1,75 mcg).

Indispensable para la salud ósea

Al margen de todas las investigaciones sobre los beneficios “extra esqueléticos” de la vitamina D, su relevancia en la salud ósea resulta determinante: es esencial para la absorción y el mantenimiento de los niveles correctos de calcio y fósforo, dos minerales que intervienen en el funcionamiento del sistema inmunológico y en la formación y mantenimiento de los huesos, previniendo así problemas óseos futuros (la osteoporosis, principalmente).

También interviene en otros sistemas y funciones importantes para el organismo: actúa sobre la renina, una hormona producida en los riñones y que es fundamental para mantener la tensión arterial en los niveles adecuados; es necesaria para el correcto movimiento de los músculos y la conexión entre el sistema nervioso y el cerebro; y también hay evidencias que apuntan a su papel en la reducción de la resistencia a la insulina, previniendo así la diabetes o mejorando su control en caso de que ya se padezca.

Las principales consecuencias de unos niveles bajos de esta vitamina en sangre son la disminución de la densidad mineral ósea y la fuerza muscular. Asimismo, su déficit se asocia a problemas de salud como la obesidad (los expertos barajan la posibilidad no solo de que en las personas obesas o con sobrepeso sea más frecuente el déficit de vitamina D, sino también de que, a su vez, este déficit favorezca el desarrollo de la obesidad); las enfermedades inmunitarias o autoinmunes o la infertilidad, tanto masculina como femenina, aunque se necesitan más investigaciones para confirmar estas hipótesis.

Suplementos: qué se puede esperar (y qué no) de ellos

En el marco del interés que genera esta vitamina, impulsado aún más a raíz de la Covid-19 (debido a su potencial implicación tanto en el riesgo de contraer la enfermedad como en la evolución en caso de contagio), muchos estudios actualmente en marcha apuntan al papel que pueden tener los suplementos en la salud cardiovascular (concretamente la relación entre su déficit y la arterioesclerosis o la hipertensión), el aparato respiratorio o la prevención de determinados tipos de cáncer.

Uno de los más recientes (VITAL), dirigido por la doctora Meryl Susan Leboff, del Departamento de Salud Esquelética del Hospital Brigham and Women's, de Boston (EEUU) y publicado en el New England Journal of Medicine (NEJM), ha puesto “los puntos sobre las íes” sobre lo que se puede esperar de estos suplementos más allá de la salud ósea. Las principales conclusiones de esta investigación fueron, en primer lugar, que los suplementos de esta vitamina no presentan beneficios importantes para la salud de los adultos en general, excepto en aquellas personas con un alto riesgo de déficit, que viven en entornos con muy poca exposición a la luz solar o con problemas de mala absorción de nutrientes (celiaquía o enfermedad hepática colestásica).

Asimismo, en opinión de los autores, es necesario que la población deje de tomar suplementos de vitamina D (y mucho menos sin prescripción médica) con el objetivo de prevenir enfermedades graves o de aumentar la longevidad, ya que los resultados de la investigación no demostraron que la suplementación previniera el cáncer ni las enfermedades cardiovasculares en los participantes en el ensayo.

“Tampoco mejoró el funcionamiento cognitivo, redujo la fibrilación auricular, cambió la composición corporal, disminuyó la frecuencia de las migrañas, mejoró la recuperación de los ictus, protegió contra la degeneración macular ni alivió el dolor de rodilla. Asimismo, y en línea con nuestra investigación, otro gran estudio realizado en Australia no halló evidencias de que las personas que toman suplementos de vitamina vivan más”.

A la misma conclusión llegaron los participantes del último congreso de la SEEN, quienes apuntaron que en base a la recopilación de datos disponibles, a día de hoy no existe una asociación causal firme entre los niveles bajos de vitamina D y las enfermedades cardiovasculares, las metabólicas o el cáncer.

En cuanto a sus beneficios en relación con la Covid-19, aún no están claros y hay que esperar que los numerosos estudios actualmente en marcha arrojen conclusiones más sólidas. 

Dosis “extra”: cuándo, cómo y para quién

Por tanto, recurrir a suplementos de vitamina D solo tiene sentido en situaciones concretas y específicas, y no “a modo preventivo” si no se pertenece a algunos de los grupos de riesgo. Lo explica Marina Diana Pérez: “Los casos en los que sería necesaria la suplementación bajo prescripción médica serían en aquellos individuos que presentaran un claro déficit de esta vitamina, determinada a través de un análisis de sangre. Asegurar unos niveles adecuados es importante fundamentalmente para evitar el raquitismo en niños y la osteomalacia y osteoporosis en adultos. Así, los lactantes menores de un año alimentados al pecho deben recibir un suplemento de 400 UI/día de vitamina D.

"Otros casos en los que se podría recomendar una suplementación son las enfermedades renales, hepáticas, en síndromes de malabsorción, en hiperparatiroidismo, con la ingesta de algunos fármacos concretos como los anticonvulsionantes o antirretrovirales y enfermedades granulomatosas. Sólo en estos casos sería recomendada una suplementación”, añade la experta. 

Asimismo, la experta de la UOC advierte sobre los riesgos de tomar suplementos de esta vitamina de forma no controlada: “El principal es la toxicidad o hipervitaminosis, que puede provocar acumulación de calcio en sangre, dolores de huesos y cálculos renales. No obstante, es una afección muy poco frecuente”.
 

 

Publicar un comentario

0 Comentarios