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Autismo en adultos: signos y rasgos que dan pistas para el diagnóstico

 


María Sánchez-Monge

Muchas personas descubren que tienen autismo con 20, 30 o más años de edad. El diagnóstico no resulta fácil por la gran heterogeneidad de las posibles manifestaciones, pero hay ciertos rasgos y señales de alerta que pueden ser de gran utilidad.

¿El autismo se puede diagnosticar en la edad adulta? Sí y hay personas que descubren más allá de la adolescencia -en la juventud o ya en la madurez- que muchas de las cosas que les han pasado a lo largo de su vida tienen esta causa. El autismo no es una enfermedad, sino una condición innata o una forma de ser. Por eso se suele diagnosticar en la infancia, pero sus manifestaciones son tan variadas que no es raro que pase inadvertida. De hecho, ante esta diversidad, se ha llegado a la conclusión de que no hay un solo tipo de autismo y lo más correcto es hablar de trastornos del espectro autista (TEA), que en España presentan más de 450.000 personas en mayor o menor grado.

En palabras de Berta Massaguer Bardají, Coordinadora Clínica de Neurodesarrollo de Ita, “desgraciadamente, el diagnóstico en edad adulta sigue siendo muy frecuente”. La sintomatología “a menudo pasa desapercibida por muchos profesionales de la salud y se reciben diagnósticos erróneos; sobre todo, en el caso de las mujeres, que tienen una presentación del autismo atípica y tienden a camuflar los síntomas”. 

En los últimos tiempos, la mayor visibilidad que han adquirido los TEA ha contribuido, según María Verde Cagiao, psicóloga del área de Investigación de Autismo España, a que “cada vez sea más frecuente que personas adultas acudan a clínicas y servicios de valoración psicológica y psiquiátrica buscando un diagnóstico”. En algunos casos se trata de padres o madres que, “a raíz del diagnóstico de sus hijos, descubren que ellos mismos también se encuentran dentro del espectro”.

Barreras que dificultan el diagnóstico en adultos

Los profesionales de salud están más acostumbrados a diagnosticar a niños pequeños y no tienen suficientes “herramientas ni recursos para hacer el diagnóstico en adultos”, señala Verde. En este sentido, explica que muchas veces los cuestionarios de evaluación “contienen preguntas que hacen referencia a la infancia de la persona y esa información es difícil de recuperar cuando se es adulto y, en ocasiones, los padres ya no están”.  

Las personas que reciben el diagnóstico en la edad adulta en numerosas a menudo han “pasado previamente por varios diagnósticos hasta finalmente dar con el de autismo, que puede dar explicación a su funcionamiento”, apunta Massaguer.

En este sentido, es muy frecuente que quienes han llegado a la edad adulta sin un diagnóstico correcto desarrollen problemas de salud mental recurrentes, como ansiedad o depresión, “debido a que se tienen que pelear en el día a día con su entorno”, indica la psicóloga de Autismo España. Y son precisamente esos trastornos los que impiden ver los verdaderos problemas de estas personas. “Se tratan estas condiciones concurrentes, e incluso se dan tratamientos farmacológicos, pero no se pone de manifiesto que, además, la persona es autista y, por tanto, su manera de interactuar con el mundo es distinta”, se lamenta Verde. 

Otra barrera para un diagnóstico certero y temprano es la gran heterogeneidad de los síntomas del autismo en adultos, que en esencia pueden ser los mismos de los niños, pero que también difieren porque se plasman en un momento vital distinto. Así, en el caso de los niños se tiende a observar cómo es su juego (si es social o solitario, si tiene una cierta tendencia a ser repetitivo, si presenta dificultades en el juego simbólico), pero esta perspectiva no es útil para diagnosticar a los adultos porque destinan su tiempo a otro tipo de actividades. 

Signos, manifestaciones y síntomas del autismo en adultos

El primer indicio de que un adulto tiene un TEA y que constituye el hilo del que se suele tirar suele ser la constatación de que “ha sido toda su vida un bicho raro, una persona introvertida, callada, ingenua y que no entiende las bromas o no se entera de que alguien le está tomando el pelo”, describe Verde.

Massaguer aporta otros posibles signos de alerta: “Tener un tono de voz inusual; realizar expresiones faciales, movimientos y gestos que no coinciden con lo que se está diciendo; tener un interés intenso y prolongado en ciertos temas; presentar falta de responsabilidad y tener dificultades para realizar las tareas del hogar o mantener un trabajo estable; tener dificultad para seguir las conversaciones; modular de forma intermitente o evitar el contacto ocular; dificultades para comprender el punto de vista de otra persona…”. 

Un rasgo muy común es la dificultad para las relaciones interpersonales y la incomodidad que estas personas experimentan en muchos entornos sociales. Junto al escaso éxito social, Verde resalta que en muchos casos parecen maniáticas u obsesivas.

“Ya tengo el diagnóstico de autismo: ¿y ahora qué?”

¿Qué sentido tiene obtener el diagnóstico? Aunque pueda resultar sorprendente, especialmente para quienes nunca han tenido problemas de socialización, la obtención del diagnóstico de autismo en la edad adulta supone generalmente un gran alivio. “La mayoría de las personas con TEA adultas han recibido otros diagnósticos erróneos a lo largo de su vida y acumulan experiencias de fracaso en varios contextos de su vida, o bien refieren haberse sentido siempre diferentes”, confirma Massaguer. “Aun así, cada persona debe realizar su propio proceso de autoconocimiento y aceptación de la condición”, matiza. 

Pero lo más importante es que el diagnóstico constituye un punto de partida para mejorar su situación. “Ayuda mucho a establecer redes con otras personas, a compartir experiencias y sentirse parte de algo un poco más grande”, apunta Verde. 

En opinión de Massaguer, “las asociaciones para personas con autismo pueden ser de gran ayuda porque son espacios de referencia para las personas con esta condición, puesto que suponen un apoyo para las familias de las personas con autismo, así como para la propia persona con TEA, que encuentra un espacio en el que se le ofrecen servicios terapéuticos, orientación, espacios de ocio con otras personas dentro del espectro, etc.” Además de las asociaciones, “existen varios servicios especializados, aunque teniendo en cuenta la prevalencia de personas con autismo, siguen siendo necesarios más servicios de los que hay actualmente”, precisa. 

El diagnóstico, en definitiva, abre las puertas a recibir apoyos y recursos especializados, que dependerán de la evaluación y situación de cada persona. Entre otras cosas, se puede solicitar el certificado de discapacidad. El nuevo baremo del grado de discapacidad, aprobado a finales de 2022, reconoce específicamente el TEA de manera independiente y diferenciada del diagnóstico de discapacidad intelectual. Este reconocimiento, según Autismo España, “visibiliza el impacto que las características nucleares del TEA tienen por sí mismas en el funcionamiento adaptativo y en la calidad de vida de las personas que lo presentan. De la misma forma, evidencia la necesidad de garantizar apoyos heterogéneos y flexibles en las distintas esferas de la vida diaria y a lo largo de todo el ciclo vital”. 

Fuente: https://cuidateplus.marca.com/

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