El nómada digital se ha
convertido en un personaje emblemático de la era moderna del trabajo remoto.
El término suele evocar la imagen de un escritor profesional o un trabajador tecnológico con una computadora, deambulando por las calles de una pintoresca ciudad extranjera o tecleando en un café frente al mar.
Ven mundo, conocen gente
nueva, trabajan en su tiempo libre.
Los nómadas digitales son
tipos diferentes de trabajadores. Algunos son autónomos o contratistas
independientes; otros son emprendedores que crean su propia empresa; y otros
trabajan en puestos remotos a tiempo completo para empresas de todo el mundo.
Algunos son asalariados,
mientras que otros dependen de ingresos ad hoc. En general, dicen
los expertos, muchos de estos trabajadores son de cuello blanco -aquellos que
realizan actividades de oficina- y tienen una buena formación.
Santo los datos de los
expertos como las anécdotas demuestran que el número de nómadas
digitales ha ido creciendo en los últimos años, con un enorme repunte tras la
pandemia de covid-19.
Es difícil precisar el número
exacto de este tipo de trabajadores, pero un informe de 2022 de la consultora
estadounidense MBO Partners estima que el número de nómadas digitales
estadounidenses ha experimentado un asombroso crecimiento del 131% desde 2019 y
que son millones.
En otros países donde los
datos están menos disponibles, abundan los recursos para ayudar a los
trabajadores sin ataduras a abrirse camino por el mundo.
Sin embargo, un número cada
vez mayor de trabajadores que han probado el estilo de vida nómada informan de
que, detrás de los posts de Instagram llenos de pasión por los viajes y los
blogs rebosantes de optimismo, la realidad de esta forma de vida no
siempre es tan glamurosa.
Tiene sus ventajas, sí, pero
muchos afirman también que la falta de ataduras les pasó factura en su salud
mental y física, e incluso les hizo ser peores en su trabajo.
Como resultado, algunos
nómadas han abandonado este estilo de vida y las vistas a la playa.
Ataques de pánico
En 2011, Lauren Juliff dejó su
trabajo en un supermercado de Reino Unido para ver mundo. Creó un sitio web de
viajes para financiar sus aventuras. Para su sorpresa, en un año empezó a ganar
lo suficiente para ser una nómada digital.
«Me encantaba viajar. Mi sueño
siempre fue ver el mundo en la mayor medida posible, así que cuando lo hice
realidad, estaba decidida a no abandonarlo nunca. Explorar nuevos países me
hacía sentir viva y aprendía mucho -sobre nuevas culturas y sobre mí misma-
casi a diario», cuenta.
Vivir y trabajar en constante
movimiento tuvo repercusiones imprevistas en la salud mental y física de
Juliff.
Sin embargo, al cabo de cinco
años, la emoción del estilo de vida nómada por todo el mundo empezó a decaer.
Juliff, que ahora tiene 34
años, describe su viaje -al principio idílico y de ensueño- como un calvario
agotador del que estaba desesperada por escapar.
Vivir y trabajar mudándose
constantemente tuvo repercusiones imprevistas en su salud mental y física.
«Empecé a tener ataques de
pánico a diario, que sólo cesaban cuando imaginaba que tenía un hogar«,
dice.
La ausencia de una comunidad
estable le hizo perder amistades duraderas, lo que le causó sentimientos de
soledad y depresión. La salud de Juliff se resintió, ya que sufría
intoxicaciones alimentarias e infecciones con frecuencia.
Sin acceso a una cocina ni a
un gimnasio, su estilo de vida no era saludable, y durante años se alimentó a
base de comidas de restaurante tres veces al día, todos los días.
Su vida personal también se
resintió: «No tenía aficiones porque me resultaba muy difícil mantenerlas
mientras vivía con una mochila», añade.
Además, mantener la
productividad durante los desplazamientos era todo un reto.
Intentar gestionar el trabajo,
explorar nuevos lugares y hacer frente a conexiones a internet a menudo poco
fiables se convirtió en una tarea demasiado desalentadora.
«Me costaba llevar mi
negocio con eficacia… trabajaba tumbada en la cama porque rara vez tenía acceso
a un escritorio«.
El punto de ruptura llegó
cuando los ataques de pánico, que atribuye a su estilo de vida nómada, la
empujaron a buscar un hogar.
Cuando se instaló en Portugal
y firmó el contrato de alquiler de un apartamento, Juliff vio cómo sus ingresos
se triplicaban en un año. Atribuye la mejora a la constancia de estar en un
lugar y no viajar constantemente.
Sus ataques de pánico
desaparecieron, se apuntó a un gimnasio, empezó a cocinar comidas sanas y creó
una sólida comunidad de amigos.
Aspectos negativos
Romper con el estilo de vida
nómada fue una decisión difícil para Juliff, ya que había construido su
identidad en torno a ser una nómada digital a tiempo completo.
Todo lo que hacía giraba en
torno a los viajes: tenía un blog de viajes, planeaba futuros viajes en su
tiempo libre y tenía amigos viajeros.
«Tomar la decisión de dejarlo
fue duro», dice. «Me costó bastante saber quién era como persona si no viajaba
a tiempo completo».
Beverly Thompson, socióloga
del Sienna College (EE.UU.) que investiga el nomadismo digital, afirma
que muchas personas que eligieron el estilo de vida nómada digital no
estaban preparadas para los inconvenientes, en parte porque su comunidad
suele presentar una imagen idealizada a través de las redes sociales y los
blogs, ocultando los aspectos negativos, como la soledad, los problemas de
salud mental y las dificultades económicas.
Aunque a algunos trabajadores
les resulta sostenible -especialmente, dice, a los que monetizan su estilo de
vida en las redes sociales-, el nomadismo no funciona para todos los que lo
practican.
«Estás totalmente atado al
pasaporte que tengas. Tienes que tener un pasaporte fuerte», dice Thompson,
señalando que los pasaportes más débiles restringen el número de países a los
que una persona puede viajar sin visado de turista.
Otra realidad
Para Darius Foroux, quien
vivió un mundo idílico durante sus primeros meses como nómada digital
disfrutando de un clima cálido y rodeado de palmeras en la playa, el cambio no
resultó como esperaba.
En especial desde que se dio
cuenta de que para tener una instalación remota adecuada necesitaba una casa.
Cuando empezó a buscar un
apartamento donde radicarse, descubrió que el proceso no era tan fácil, con
complicados trámites legales y un plazo de varios meses que no podía cumplir.
También tuvo que lidiar con el
inflado mercado inmobiliario de destinos populares como Málaga y Marbella, en
España.
El aumento de la demanda había
disparado los alquileres, y no había normas que limitaran lo que podían cobrar
las agencias de alquiler. También le sorprendieron los elevados requisitos de
fianza y las comisiones de las agencias.
«No me lo esperaba», dice. «Me
vine a España pensando que el costo de la vida sería más bajo. Pero resultó ser
tan caro como en los Países Bajos. En esencia, estaba pagando una prima
por el buen tiempo«, explicó.
Tras menos de seis meses en
España, Foroux regresó a los Países Bajos, planeando una vida más estable y
enfocando de mejor manera el tiempo que necesitaba como escritor y empresario.
Por supuesto, hay mucha gente
que sigue llevando una vida de nómada digital. Pero, como revelan algunos
trabajadores, incluso los que están bien posicionados para triunfar se han
enfrentado a los retos de mantener la productividad, la salud y las
relaciones personales mientras están en constante movimiento.
Y aunque el número de nómadas
digitales ha aumentado en los últimos años, según algunos datos, sigue siendo
un pequeño porcentaje de los trabajadores de todo el mundo y tiende a
concentrarse en unas pocas naciones con pasaportes ventajosos.
«No va a detenerse», dice
Thompson sobre esta tendencia. «Los más jóvenes quizá pasen unos años
intentando ser nómadas digitales. Pero en general, cada vez más gente está
viendo la realidad de este estilo de vida.
«También está el hecho que los
empresarios quieren que sus empleados vuelvan a la oficina. Así que la
tendencia seguirá creciendo, pero podría ralentizarse», concluye.
0 Comentarios