Escrito por Daniela
Echeverri Castro
Los días fríos y permanecer más tiempo al interior de la
casa aumentan la susceptibilidad a la gripe y el resfriado durante el invierno.
Descubre algunos consejos para fortalecer tus defensas esta temporada.
Durante el invierno hace falta hacer algunos ajustes en la
dieta y en el estilo de vida para fortalecer las defensas y reducir el riesgo
de enfermedades. No es casualidad que durante esta temporada aumente la
susceptibilidad a la gripe y al resfriado.
El frío y la humedad reducida del ambiente crean
condiciones que favorecen la transmisión de gérmenes. Por un lado, resecan la
mucosa nasal, lo que disminuye su función como barrera protectora. Asimismo, el
frío aumenta la resistencia de la capa lipídica de los virus, por lo que
resulta más díficil combatirlos.
Por fortuna, hay varias cosas que puedes hacer para mitigar
estos efectos y contribuir a un óptimo funcionamiento del sistema
inmunitario. En el siguiente espacio detallamos 11 consejos que te
ayudarán a cuidarte estos días invernales.
1. Incrementa el consumo de frutas y vegetales
Una de las estrategias más importantes para fortalecer las
defensas en invierno es incrementar el consumo de frutas y vegetales. Estos
alimentos son claves para cubrir los requerimientos diarios de vitaminas A, B,
C, D y E y de minerales como el hierro, el selenio, el zinc y el cobre,
esenciales para el sistema inmunitario.
Asimismo, contienen polifenoles y carotenoides que actúan
como antioxidantes y antiinflamatorios. De este modo, ayudan a bloquear
los radicales libres y modulan la reacción de defensa para proteger al
cuerpo contra agentes infecciosos y toxinas.
A través de la Clínica Mayo, el dietista Kristi Wempen
recomienda consumir entre cinco y nueve porciones de frutas y verduras al
día para estimular las funciones del sistema inmunitario. Algunas de las
recomendadas son las siguientes:
- Coliflor
- Brócoli
- Batatas
- Mangos
- Tomates
- Melones
- Espinacas
- Zanahorias
- Espárragos
- Cebolla y ajo
- Pimientos (todas sus variedades)
- Frutas cítricas (naranja, limones, mandarinas,
toronjas)
- Bayas (fresas, frambuesas, arádanos, moras,
grosellas, uvas)
2. Incluye más legumbres en tus comidas
Hay varias razones por las que deberías comer legumbres
varias veces a la semana para fortalecer las defensas. Opciones como los
frijoles, los guisantes y las lentejas representan una fuente significativa de
hierro y zinc, minerales que intervienen en el óptimo funcionamiento del
sistema inmune.
Mientras que el hierro participa en la producción de
glóbulos rojos y el transporte de oxígeno, el zinc ayuda a regular los procesos
que erradican células defectuosas. Por otro lado, estos alimentos contienen
vitamina B6, esencial para la producción de linfocitos (glóbulos blancos), que
luchan contra los agentes infecciosos.
La evidencia más reciente sugiere que el almidón
resistente presente en esta variedad de alimentos actúa como prebiótico a nivel
intestinal. Así que favorece un aumento de las bacterias
beneficiosas del sistema digestivo, que también tienen el potencial de
mejorar la función inmune.
La recomendación actual es ingerir de tres a cinco
porciones de media taza (alrededor de 120 gramos) de legumbres a la semana.
Otras variedades saludables son los garbanzos, los blanquillos, las habas, las
judías y la soja.
3. Consume probióticos
Incrementar el consumo de probióticos durante el invierno
es una estrategia útil para fortalecer las defensas y reducir el riesgo de
infecciones. Este conjunto de bacterias beneficiosas interactúan y
estimulan a las células intestinales y a la microbiota natural para
modular las funciones del sistema inmunitario.
Si bien las evidencias aún son limitadas, los hallazgos
sugieren que estos microorganismos vivos —entre los que se destacan las
bacterias del ácido láctico y las bifidobacterias— mejoran la capacidad
de respuesta frente a los resfriados, la gripe y otras infecciones del tracto
respiratorio superior.
En la actualidad, puedes encontrar suplementos probióticos
en tiendas naturistas y farmacias. Están disponibles en forma de tabletas,
cápsulas y polvo. Sin embargo, también se pueden obtener de alimentos como el
yogur, el chucrut, el kimchi, el kéfir y el natto.
4. Come alimentos con grasas saludables
Mientras que las grasas saturadas y las grasas trans se vinculan al deterioro de
los glóbulos blancos y a alteraciones en la microbiota intestinal que
comprometen las defensas, el omega-3 contribuye a modular la
inflamación y a estimular la actividad de las células inmunitarias.
Se recomienda que la ingesta diaria de grasas omega-3 y
omega-6 represente entre el 20 % y el 40 % de la ingesta calórica total. Para
ello, puedes valerte de alimentos como el aceite de oliva, el salmón, el aceite de canola, el
aguacate, las semillas de calabaza, las semillas de chía y los frutos secos.
5. Asegura una hidratación óptima
Cuando el cuerpo está deshidratado es más susceptible a
sufrir dificultades digestivas, renales, cardíacas y cognitivas. A su
vez, esto incrementa el riesgo de un descenso en la capacidad de
respuesta contra las infecciones. Y aunque el agua en sí misma no
protege contra los microbios, sí tiene ciertos beneficios.
Por ejemplo, es esencial para conservar la humedad de las
mucosas —como las de la boca, la garganta y las fosas nasales—, que son la
primera línea de defensa para luchar contra los agentes infecciosos. También
constituye una parte importante del sistema linfático, cuyo óptimo
funcionamiento es clave para eliminar los antígenos.
Así pues, si buscas reducir el riesgo de enfermarte en
invierno, prioriza el consumo de agua y de bebidas saludables. Si
te cuesta tomar agua sola, puedes darle sabor con jugos o cáscaras de cítricos,
hierbas o especias. También puedes obtener líquidos a través de infusiones, caldos y frutas abundantes en agua.
6. Realiza ejercicio físico moderado
La práctica regular de ejercicio físico moderado es uno de
los mejores hábitos para fortalecer las defensas en invierno. Mientras que el
sedentarismo incrementa el riesgo de enfermedades, infecciones y dolencias, la
actividad física modula la inflamación y estimula la renovación de las células
inmunitarias.
Para ser más precisos, se ha observado que el
ejercicio favorece la recirculación de células inmunes y media un
estado antioxidante y antiinflamatorio. Estos efectos, en conjunto,
disminuyen el riesgo de enfermedades crónicas no transmisibles, así como de
infecciones del tracto respiratorio superior.
Se recomienda la práctica de al menos 150
minutos de ejercicio moderado a la semana. Esto abarca
montar en bicicleta, trotar, caminar a paso ligero, nadar, bailar, etcétera.
También puedes probar rutinas de entrenamiento en el gimnasio o en casa, asegúrandote de
involucrar todos los grupos musculares.
7. Duerme bien
Tener una buena calidad de sueño es determinante para que el
sistema inmunitario trabaje sin problemas. Durante el periodo de
descanso, el organismo produce citoquinas protectoras, que son unas
proteínas claves para atacar las infecciones y modular la inflamación.
Estas regulan tanto el crecimiento, como la actividad de
las células inmunitarias y las células sanguíneas. De ahí que el sueño se
considere clave para una óptima inmunidad innata y adaptativa. Por el
contrario, no dormir bien o tener trastornos del sueño está vinculado a un
mayor riesgo de infecciones y enfermedades.
Eric J. Olson, médico de la Clínica Mayo, detalla que la falta de sueño
disminuye la presencia de anticuerpos y células que combaten infecciones. Por
ello, aumentan las probabilidades de enfermarse tras estar expuestos a virus,
como el del resfriado común. Además, puede prolongarse el tiempo de
recuperación.
Se recomienda que los adultos duerman de 7 a 8 horas diarias en la noche. Los adolescentes
requieren entre 8 y 10 horas; mientras tanto, los niños y los bebés necesitan
10 o más horas de sueño.
8. Lávate las manos con más frecuencia
Es importante hacer hincapié en la importancia de lavarse
las manos con frecuencia. Este sencillo hábito es vital para la salud
inmunitaria, ya que ayuda a eliminar virus y bacterias que causan
enfermedades.
A lo largo del día, las manos hacen contacto con muchas
superficies que pueden estar contaminadas. Además, de manera inconsciente,
tocamos los ojos, la nariz y la boca, que son vías de fácil acceso para los
microbios.
En temporada de invierno, cuando los gérmenes se propagan
con más facilidad, un correcto lavado de manos cobra mayor relevancia. Se
estima que esta acción ayuda a prevenir
hasta el 30 % de las enfermedades asociadas con la diarrea y un
20 % de las infecciones respiratorias.
Procura hacerlo antes y después de comer, después de ir al
baño, tras estar cerca de una persona enferma, antes y después de tratar
heridas, luego de tener contacto con superficies en espacios públicos, entre
otros momentos.
Humedece las manos y aplícales una gota de jabón; luego,
frótalas hasta que hagan suficiente espuma. Frota bien las manos entre
sí, sin pasar por alto las muñecas y las uñas. El lavado debe durar
entre 20 y 30 segundos.
9. Gestiona el estrés
En la época invernal se suelen presentar varias situaciones
que incrementan el estrés en el cuerpo. La disminución de la luz solar, los
días más cortos y el frío están relacionados con una reducción de la
serotonina —una de las hormonas del bienestar—, lo que afecta el
estado de ánimo.
A su vez, el hecho de tener que pasar más tiempo en el
interior, atender las festividades (como Navidad, por ejemplo), cumplir con expectativas familiares,
entre otras cuestiones, empeoran la situación. ¿El agravante? Demasiado estrés
deprime el sistema inmunitario. En consecuencia, también aumenta el riesgo de
enfermedades.
Sucede que los niveles de estrés crónicos provocan una
segregación excesiva de cortisol, una hormona que aumenta la inflamación y
que reduce la presencia de linfocitos (glóbulos blancos) en el cuerpo. Con
ello, aumenta la susceptibilidad a contraer virus, como los que provocan la
gripe, el resfriado y el herpes labial.
Para gestionarlo, puedes poner en práctica actividades que
ayuden a la relajación, como el yoga, la
meditación, la aromaterapia, la musicoterapia, el ejercicio, etcétera. También puedes buscar
ayuda con un terapeuta.
10. Limita el consumo de azúcar simple y
ultraprocesados
La nutrición es uno de los pilares básicos para
fortalecer las defensas en invierno. Así como un consumo de
alimentos integrales puede beneficiar la salud inmunitaria, una ingesta
abundante de fuentes de azúcares y ultraprocesados reduce la capacidad de
respuesta contra los antígenos y los gérmenes.
Comer de modo excesivo azúcares simples provoca un aumento
de citoquinas proinflamatorias que, en exceso, incrementan
la inflamación y afectan las funciones inmunes. También altera la
producción de glóbulos blancos, células responsables de destruir los virus y
las bacterias dañinas.
Todo eso, sumado a que aumenta el riesgo de diabetes y
obesidad, trastornos que se vinculan con unas defensas bajas. Ingerir
entre 75 y 100 gramos de azúcar diarios es suficiente para deprimir el sistema
inmunitario.
Entre tanto, los ultraprocesados, además de reducir la
calidad nutricional de la dieta, se vinculan a las alteraciones celulares que
aumentan el estrés oxidativo y las disfunciones en el microbioma. Todo incide
en que se debiliten las defensas.
Algunos ejemplos de los alimentos a evitar son los
siguientes:
- Helados
- Azúcar
de mesa
- Carnes
embutidas
- Frituras industriales
- Chocolates
y caramelos
- Cereales
para desayuno
- Snacks dulces
y salados
- Productos
de panadería
- Refrescos,
energizantes y bebidas azucaradas a base de leche
11. Considera el uso de suplementos para
fortalecer las defensas
A menudo, llevar una dieta saludable y balanceada es
suficiente para cubrir los requerimientos diarios de vitaminas,
minerales y antioxidantes que aseguran una buena salud inmunitaria.
Sin embargo, en temporadas como el invierno, cuando hay
mayor riesgo de contraer ciertas enfermedades, algunos suplementos resultan
útiles para fortalecer las defensas. Entre estos, se destacan los siguientes:
- Vitamina
A: se recomiendan dosis de 900 microgramos (mcg)
para hombres adultos y de 700 mcg para las mujeres, por día.
- Vitamina
C: las dosis varían de 1000 a 2000 miligramos al
día. En cantidades superiores puede ser perjudicial.
- Vitamina
D: la dosis sugerida es de 600 unidades
internacionales (UI) al día. Adultos mayores de 70 años pueden ingerir
hasta 800 UI.
- Vitamina
E: pueden ingerise de 15 a 19 miligramos al
día.
- Zinc: lo
ideal es ingerir entre 8 y 12 miligramos al día.
- Selenio: entre
55 y 70 microgramos al día.
Es muy probable que estas cantidades se obtengan de una
dieta balanceada. De todos modos, puedes consultar con un médico o un
nutricionista para seleccionar un suplemento comercial que cumpla con los
requisitos mínimos.
Suplementos botánicos
Debido a sus propiedades antiinflamatorias, antioxidantes,
antimicrobianas y antiinflamatorias, algunas plantas tienen el potencial para
fortalecer las defensas en invierno y reducir la incidencia de la
gripe, el resfriado y otras infecciones.
De acuerdo con los Institutos Nacionales de Salud (NIH), algunos suplementos
botánicos útiles son los siguientes:
- Chuān
Xīn Lián (Andrographis paniculata)
- Baya de saúco (Sambucus nigra)
- Té (Camellia sinensis)
- Ajo (Allium
sativum)
- Equinácea
Incluir estos suplementos para subir las defensas en el marco de una
dieta saludable y balanceada puede incrementar la capacidad para combatir las
infecciones virales. Aun así, también se recomienda su ingesta bajo supervisión
médica.
Recomendaciones finales
Asegurar un aporte óptimo de macro y micronutrientes,
además de antioxidantes, es clave para fortalecer las defensas en invierno. Más
allá de esto, conviene descansar bien, hacer ejercicio físico, lavarse
las manos con frecuencia y gestionar el estrés.
Por supuesto, puedes implementar otros cuidados para
reducir aún más el riesgo de infecciones invernales; por ejemplo, abrigarte
bien y cubrirte nariz y boca para reducir los efectos del frío y conservar la
temperatura corporal adecuada.
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