Soy de los que sigue creyendo que la lucha de clases es el motor de la lucha política. Sigo viendo la existencia de dos mundos: el mundo de los opulentos, de los afortunados que nave-gan en el lujo y el derroche, y el mundo de los desheredados que mal viven en la indigencia yla promiscuidad, desprovisto de los más elementales derechos que les permita vivir con dignidad.
La existencia de estos dos mundos genera antagonismos expresados en lucha de clases y su producto final: la lucha política. Esta lucha enfrenta a opresores y oprimidos filosóficamente sustentada por la gran burguesía explotadora y parasitaria, arquitecta de las grandes desigualdades sociales y, del otro lado, por el pueblo trabajador y sectores oprimidos, víctimas de la insaciable ambición de los fariseos del capital globalizado.
En nuestro país el panorama está clarito, de un lado está la derecha política PLD-PRD-PRSC, representando a esa burguesía explotadora y parasitaria y del otro lado está la izquierda verdadera, representando al pueblo carenciado y despojado de su Patria aún viviendo en ella.
La izquierda al incursionar en esta contienda electoral de medio tiempo, debe deslindar campo con los partidos tradicionales, los cuales son responsables directos del desastre estructural en que vive la sociedad dominicana.
En esta coyuntura electoral, la izquierda debe brillar con luz propia. Debemos señalarle al país un camino independiente de los corruptos y negociantes de la política junto a una propuesta societal asimilable, creíble y posible que sintetice las aspiraciones y necesidades de la población.
Es una afrenta aliarse con la derecha en estos momentos de luces para la izquierda en América Latina. Los tres viejos partidos no merecen el adorno de la izquierda. Si en una circunstancia histórica la izquierda tuviese que pactar con sectores conservadores, dichos acuerdos deben ser honorables, aventajados y orientados a fortalecer nuestros objetivos estratégicos y nunca jamás por motivaciones personales y mucho menos por dádivas congresionales y municipales.
Aislar al máximo a los viejos partidos debe seguir siendo parte de nuestra visión estratégica.
El autor es miembro del Comité Central del Partido Nueva Alternativa.
La existencia de estos dos mundos genera antagonismos expresados en lucha de clases y su producto final: la lucha política. Esta lucha enfrenta a opresores y oprimidos filosóficamente sustentada por la gran burguesía explotadora y parasitaria, arquitecta de las grandes desigualdades sociales y, del otro lado, por el pueblo trabajador y sectores oprimidos, víctimas de la insaciable ambición de los fariseos del capital globalizado.
En nuestro país el panorama está clarito, de un lado está la derecha política PLD-PRD-PRSC, representando a esa burguesía explotadora y parasitaria y del otro lado está la izquierda verdadera, representando al pueblo carenciado y despojado de su Patria aún viviendo en ella.
La izquierda al incursionar en esta contienda electoral de medio tiempo, debe deslindar campo con los partidos tradicionales, los cuales son responsables directos del desastre estructural en que vive la sociedad dominicana.
En esta coyuntura electoral, la izquierda debe brillar con luz propia. Debemos señalarle al país un camino independiente de los corruptos y negociantes de la política junto a una propuesta societal asimilable, creíble y posible que sintetice las aspiraciones y necesidades de la población.
Es una afrenta aliarse con la derecha en estos momentos de luces para la izquierda en América Latina. Los tres viejos partidos no merecen el adorno de la izquierda. Si en una circunstancia histórica la izquierda tuviese que pactar con sectores conservadores, dichos acuerdos deben ser honorables, aventajados y orientados a fortalecer nuestros objetivos estratégicos y nunca jamás por motivaciones personales y mucho menos por dádivas congresionales y municipales.
Aislar al máximo a los viejos partidos debe seguir siendo parte de nuestra visión estratégica.
El autor es miembro del Comité Central del Partido Nueva Alternativa.
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