Por BEERNARDO VEGA
La profunda crisis que afecta hoy principalmente a Europa, pero tambiĂ©n a NorteamĂ©rica y, en menor grado, a los paĂses emergentes, de haber ocurrido hace unos cincuenta años hubiese sido descrita por los comunistas como los Ăşltimos estertores del capitalismo. Y es que en aquella Ă©poca el mundo estaba dividido en dos grandes bloques ideolĂłgicos, pero uno de ellos luego desapareciĂł con la caĂda del Muro de BerlĂn.
Pero aun dentro de los actuales defensores del capitalismo y entre las escuelas de pensamiento de los economistas, el cĂłmo solucionar esta crisis arroja puntos de vista muy disĂmiles, por lo que se sugieren medidas a tomar muy diferentes.
Con el advenimiento al poder de Reagan en Washington y la Thatcher en Inglaterra el mundo anglosajĂłn impuso las ideas de los “Chicago Boys”, los discĂpulos de Milton Friedman de la Universidad de Chicago. En esencia creĂan que las fuerzas de mercado deberĂan de operar con total libertad, el comercio mundial deberĂa ser libre, los impuestos bajos y las regulaciones bancarias mĂnimas. Esa filosofĂa fue trasladada al tercer mundo, especĂficamente a AmĂ©rica Latina, a travĂ©s del mal llamado “consenso de Washington”.
La eliminaciĂłn de las trabas a las operaciones de los bancos norteamericanos para que pudiesen operar tambiĂ©n como bancos de inversiĂłn, con la derogaciĂłn, en 1999, de una ley que habĂa sido pasada durante la gran depresiĂłn de los años treinta, fue responsable de la crisis bancaria del 2008. La actitud del Banco Central de Estados Unidos, liderado por Greenspan, de reducir las regulaciones, tambiĂ©n refleja esa filosofĂa. En LatinoamĂ©rica, Chile, bajo Pinochet, operĂł bajo la vigencia de esas ideas.
La crisis bancaria norteamericana ha desprestigiado las ideas de Friedman. El inglĂ©s John Maynard Keynes representa la otra gran fĂłrmula sobre cĂłmo enfrentar la situaciĂłn. Sus ideas, expuestas durante la gran depresiĂłn de los años treinta, abogaban por dĂ©ficits fiscales, y los consecuentes aumentos en los medios de pago, como fĂłrmula para sacar al mundo de una recesiĂłn, a travĂ©s de una demanda inducida. Keynes, mi gran favorito cuando estudiaba en la universidad, fue perdiendo popularidad hasta que en el 2008 sus ideas recobraron vigencia, cuando el Banco Central de Estados Unidos imprimiĂł billones de dĂłlares “inorgánicos”, aumentando los medios de pago y el Banco Central Europeo decidiĂł adquirir pagarĂ©s de los gobiernos de la zona tambiĂ©n creando “inorgánicos”.
El grupo de los veinte, compuesto por los ministros de hacienda de los principales paĂses del mundo, decidiĂł proveer de recursos extraordinarios al Fondo Monetario Mundial (FMI), al Banco Mundial y al BID para que se prestaran a los paĂses emergentes para asĂ estimular la demanda.
Fue de esa forma que el tercer gobierno de Leonel Fernández recibiĂł recursos extraordinarios del FMI, el Banco Mundial y el BID, con un mĂnimo de condicionalidad, en contraste con las tradicionales recetas de austeridad. El FMI, sin embargo, planteĂł bien claro, y asĂ aparece en las cartas de intenciĂłn firmadas por el equipo econĂłmico de Fernández, que esa etapa de recursos fáciles y de poca condicionalidad tan sĂłlo durarĂa hasta el 2010 y que a partir de esa fecha nuestro gobierno tendrĂa que lograr superávits presupuestales para ir reduciendo la deuda externa e interna.
Pero el gobierno no le hizo caso, incurriendo en dĂ©ficits fiscales durante cinco años consecutivos. Como el acuerdo convenientemente vencĂa tres meses antes de las elecciones, el “keynesianismo peledeĂsta”, lĂ©ase el ya tradicional desguañangue de la economĂa durante la campaña electoral, continuĂł hasta el mismo 20 de mayo.
El debate entre friedmanistas y keynesianos ahora separa a los gobiernos europeos. España, Italia y Grecia piden más keynesianismo y Alemania exige más monetarismo, más austeridad. Mientras tanto allĂ las protestas en las calles se hacen cada dĂa más grandes y ya han caĂdo por lo menos tres gobiernos.
Un debate profundo, muy serio y de grandes consecuencias está teniendo lugar hoy dĂa pero en un mundo ya sin ideologĂas polĂticas y con unas ciencias econĂłmicas cada dĂa más desprestigiadas y divididas. Ya los economistas sĂłlo damos para escribir historias… patrias.
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