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Ven involución en RD tras muerte Trujillo


SANTO DOMINGO.- Un nieto del fenecido dictador Rafael L. Trujillo opina que, en el último medo siglo de ejercicio democrático, la República Dominicana y su pueblo han sido sometidos a una “nociva involución” con un resultado “resultado netamente funesto”.
Ranfis Domínguez Trujillo consideró lamentable que luego de que en la Era de Trujillo se superaran una serie de adversidades, los dominicanos se encuentren de nuevo “de cara al precipicio, enfrentando las mismas vicisitudes del 1930”, cuando su abuelo subió al poder.
Domínguez, quien es hijo de Angelita Trujillo (la hija menor del Dictador) y reside en Miami, emite estos criterios en un artículo que escribió para ALMOMENTO.NET, con motivo del 52 aniversario del asesinato del tirano, ocurrido el 30 de mayo del 1961.
Indica que “el tiempo ha transcurrido, algunos protagonistas han cambiado, los nombres y los títulos son diferentes, pero la historia se repite”.
El texto del escrito es el siguiente:
52 Años no son nada…
Por L. RANFIS DOMINGUEZ TRUJILLO
Hoy cumplimos 52 años del asesinato del Generalísimo Rafael Leónidas Trujillo Molina, quien cayó abatido en una emboscada que ejecutaron un grupo de sus más allegados colaboradores y amigos, quienes durante los 31 años de ejercicio gubernamental, ostentaron cargos importantes o fueron grandes beneficiados del régimen. Al conmemorar este aniversario, es oportuno escudriñar las consecuencias de este gesto histórico que dejó una marca indeleble sobre nuestra patria.
Durante casi 31 años de gobierno, el Generalísimo Trujillo lideró los destinos de la nación dominicana. Su régimen tuvo lamentables vicios y excesos, al igual que también gozó de grandes virtudes y extraordinarias luces. En ese sentido y para lograr la máxima objetividad de nuestros relatos, es necesario colocar todo acontecimiento dentro de su contexto histórico; no podemos emitir opiniones en base a criterios de nuestra actualidad que carecen de una acertada orientación circunstancial. Es igual de absurdo a querer imponer nuestros preceptos modernos a los relatos del Imperio Romano, simplemente no procede.
El gobierno del Generalísimo Trujillo se inició en el 1930, en medio de unas condiciones altamente perniciosas para la nación dominicana. La inestabilidad política del momento era tal, que los gobiernos de turno cumplían un poco más de catorce meses de su gestión; el endeudamiento nacional era insólito y habíamos perdido nuestra soberanía ante la ocupación norteamericana, que manejaba las arcas del estado a su antojo y tenía pleno control de nuestras aduanas y nuestra economía; imperaba el desorden,con los “caciques”, que mantenían al país relegado al pánico, con el territorio nacional dividido en feudos, donde estos ejercían un control absoluto; el pueblo estaba condenado a la miseria y el analfabetismo, carentes de todos los servicios básicos y sin posibilidad de superar sus paupérrimas condiciones de vida; un raquitismo que se desplegaba sobre la industria dominicana que apenas contaba con unas cuantas pequeñas empresas, y con una industria azucarera menguada, aniquilada por los efectos de la Gran Depresión del 1929, y sin industria nacional que nos representara dignamente; éramos una país subdesarrollado, carente de un sistema eléctrico y vial, sin puertos ni puentes, sin edificaciones provinciales ni municipales; no contábamos con unas fuerzas castrenses adecuadas, solo una guardia nacional que nos legó la ocupación del 1916, y una Marina de Guerra insuficiente, apta solo para evocar la Batalla de Tortugueros del 1844; nuestra soberanía corría un eminente peligro ante las constantes amenazas bélicas del país vecino que, desde su flagrante contravención al Tratado de Basilea de 1795, se mantenía violando nuestro territorio de manera agresiva, torturando y matando a miles de nuestros dominicanos; una corrupción gubernamental que regía en el manejo del estado, con obras de gobierno sobrevaluadas hasta un 300% a favor del enriquecimiento ilícito de los funcionarios de turno; y un sistema jurídico desacreditado, sin leyes que se ajustaran a nuestra realidad. En fin, un país abatido, maltratado, sin fe, sin patriotismo, sin progreso, al borde de un abismo, y con un pueblo hastiado, pesimista y alborotado.
A partir del 16 de Agosto del 1930, se emprendió una laboriosidad gubernamental que dentro de un periodo de poco más de 30 años, logró superar con creces todo el desarrollo alcanzado desde el inicio de nuestra vida republicana. En esta época de tanta trascendencia, se creó el estado moderno dominican donde el pueblo gozaba de un sistema educativo extraordinario con más de 4,00 escuelas, la Ciudad Universitaria (hoy conocida como la UASD), escuelas de educación superior, escuelas para capacitación de adultos, y donde se estableció el desayuno escolar y el programa “ropero” que le daba uniformes y útiles escolares a todos los alumnos; donde logramos consolidar nuestras finanzas y se saldó la deuda del gobierno, creando a la vez el peso "oro" dominicano (que llegó a valer más que el dólar norteamericano) y se crearon las instituciones financieras del país incluyendo el Banco Central, Banco de Reservas, Banco Agrícola; donde se incitaba al patriotismo - se estableció nuestro himno nacional, y se crearon grandes símbolos nacionales como el Palacio Nacional, el Palacio de Bellas Artes, y otras edificaciones más que hoy son dignos representantes de la grandeza de nuestro pueblo; donde reconocimos el valor de la mujer dominicana y se le dio participación en el gobierno - otorgándoles el voto y nombrando destacadas figuras a altas curules del gobierno; donde se cultivó el campo dominicano, se desarrolló la industria nacional, y las familias campesinas contaban con el apoyo del gobierno - que les facilitaba financiamiento para sus cosechas, entre otras extraordinarias iniciativas que nos confirieron la designación como el granero del Caribe, donde contábamos con una industria láctea nacional que exportaba leche a los EEUU, y donde muchos productos dominicanos eran considerados entre los mejores del mundo; donde el pueblo gozaba de servicios sociales como atenciones médicas y prestaciones de excelentes juristas gratuitamente; donde se formaron unas fuerzas castrenses capacitadas, bien pagadas, respetadas, decorosas, y empeñadas en su misión patriótica de defender nuestro territorio y proteger a nuestra ciudadanía, y donde lucíamos la fuerza aérea más poderosa de la región; donde se apoyaba al talento dominicano, los artistas disfrutaban de una mano amiga que se preocupaba por el engrandecimiento de nuestra cultura y la difusión mundial de la dominicanidad, y el merengue se promovió y se distinguió en el ámbito internacional; donde se construyeron más de 350 puentes, 8 puertos, el sistema vial del país, el sistema eléctrico (que hasta 1962 le sirvió al pueblo con un servicio excelente a un precio módico), los edificios de todas las gobernaciones y municipalidades del país; donde la seguridad ciudadana era una realidad preponderante, habiendo erradicado la delincuencia y donde no había peligro en transitar las calles a cualquier hora; donde se consolidó nuestra soberanía, fortaleciendo nuestra delimitaciones fronterizas y saldando la deuda externa; donde imperaba, la higiene, la limpieza, el orden, el bienestar, la educación, la consciencia nacional, y donde el orgullo dominicano y el amor patrio eran elementos cardinales de nuestra cotidianidad.
Es ineludible hacer un análisis profundo de este último medio siglo de ejercicio democrático, pues solo así podremos percatarnos del extraordinario desperdicio de tiempo y la tan nociva involución a la que han sometido al país y el pueblo, con un resultado netamente funesto. Es lamentable que luego de haber superado tantas adversidades, nos encontremos de nuevo de cara al precipicio, enfrentando las mismas vicisitudes del 1930. El tiempo ha transcurrido, algunos protagonistas han cambiado, los nombres y los títulos son diferentes, pero la historia se repite.
Hoy presumimos una deuda cerca de los 30 mil millones de dólares con un 44% del presupuesto fiscal destinado al servicio de estos empréstitos; padecemos de un sistema eléctrico altamente deficiente y unas de las tarifas más caras; arriesgamos nuestra soberanía con una invasión pacifica del país vecino que pesa gravemente sobre nuestros recursos, nuestra seguridad y nuestro pueblo; sufrimos un índice de pobreza de más de 40% y el pueblo vive relegado a la inopia, el analfabetismo, y sin oportunidad de superar sus míseras condiciones; lucimos un país exportador de servicios, con un campo y una industria nacional empobrecida, desatendida, y oprimida; percibimos un sistema jurídico desprestigiado emitiendo decisiones caprichosas y cómodas; regalamos nuestro territorio al más alto postor, abusando, despilfarrando, y ultrajando nuestros recursos naturales; dolemos de un ambiente político altamente volátil con un sistema de partidos débil y una polarización que restringe la voz del pueblo, con rasgos de totalitarismo; la inseguridad arropa el territorio nacional donde mueren cerca de 3,000 personas cada año y donde asaltan y matan a cualquier ciudadano solo por despojarle un celular; señalamos una corrupción gubernamental descomunal que solo en los últimos meses, cargó sobre el pueblo dominicano un ITBIS del 18% y una emisión de bonos por mil millones de dólares, y donde en medio de un fragilidad económica, los altos funcionarios se benefician con un copioso aumento salarial, y aún continúa el derroche. En fin, un país abatido, maltratado, sin fe, sin patriotismo, sin progreso, al borde de un abismo, y con un pueblo hastiado, pesimista y alborotado.
Como bien lo expresó el filósofo y ensayista español George Santayana: “Aquellos que no recuerdan el pasado, están condenados a repetirlo.”
No podemos continuar echándoles la culpa a nuestros antepasados, a nuestra historia, ni a sus protagonistas, pues ha llegado el momento de asumir la responsabilidad de nuestro porvenir. No podemos permitir que los descarríos de nuestro pasado se interpongan en nuestro futuro. El momento es propicio para asumir la tarea de poner nuestras efemérides a laborar en beneficio de la patria y no al revés como lo hemos hecho hasta ahora. La nuestra es una historia batida, plena de conflictos internos y externos, de hechos lúgubres, y enfrentamientos de dominicanos contra dominicanos; todo un ensayo de desafíos que forman parte nuestra identidad y cuya superación apoya nuestra grandeza.
Aspiremos a recuperar de nuestros anales todas las iniciativas y las hazañas positivas que nos legaron derivaciones extraordinarias; trabajemos juntos como dominicanos que somos, para forjar un nuevo camino hacia el futuro; fortalezcamos nuestra tan abusada democracia con justicia y equidad; dejemos a un lado nuestras diferencias, pues muy por encima de estas, somos todos compatriotas, atañidos en un nuevo proceder que garantice nuestro suelo y ayude a desarrollar nuestro esplendor; persigamos todos juntos, la dominicanidad que nos pertenece.
Hoy, en este día tan significativo para mí, elevo mi plegaria a Dios por nuestra venerada patria.
¡Que viva por siempre la República Dominicana!"

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