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Vividores que tienen a la poblaciĆ³n indignada



La sociedad dominicana, con todas sus riquezas naturales y Ć©tnicas, no escapa de algunos tipos de cĆ”ncer, sobre todo en lo concerniente a las costumbres que “hacen ley”. Algunos son prevenibles y otros curables, pero mientras se inicia esa limpieza con medicaciĆ³n, duele, lacera y lastima hasta el sagrado derecho a la paz que tenemos todas y todos.
Me refiero a los molestos seƱores que se han adueƱado de nuestras calles en calidad de “parqueadores”. ¿QuiĆ©n le asignĆ³ esa “bĆŗsqueda”?, como decimos en buen dominicano. ¿CĆ³mo ocurre esto ante nuestros ojos y nadie elimina esta molestia?.
Disculpen mi ignorancia: ¿debo pagar al Ayuntamiento o a una instituciĆ³nparticular al estacionar mi carro en las calles de mi paĆ­s?. Me refiero alugares donde la calle es el parqueo.
La cuestiĆ³n es sencilla: cuando un Estado no garantiza losderechos de su poblaciĆ³n, ocurren tragedias, eso estĆ” confirmado. La indignaciĆ³n de los seres humanos hasta a un paso de ejercer violencia y ella es otro cĆ”ncer que nos afecta.
No sĆ³lo con voluntad mental se resuelven las dificultades. Es necesaria la ejecuciĆ³n de acciones palpables y medibles.
Ir al MalecĆ³n de Santo Domingo a recrearse, ya no es opciĆ³n. De serlo pagarĆ”s RD$100 pesos por colocar su vehĆ­culo en calles cercanas, por corto tiempo. Ni hablar de ir a realizar alguna diligencia al Ministerio de Salud PĆŗblica o a cualquier oficina del Estado, sin estacionamiento para visitantes; allĆ­ tambiĆ©n hay dueƱos de las calles.
Lo propio, pero a un costo mĆ”s alto, ocurre en calles cercanas al Teatro Nacional y el Consulado de Estados Unidos, ubicados en la MĆ”ximo GĆ³mez: el precio es RD$150 pesos. Y ay de aquel que enfrente a uno de estos malhechores. RecibirĆ” improperios, hasta rasguƱos y choque a su vehĆ­culo. PregĆŗntele a quienes visitaron la XVI Feria internacional del Libro. La escasez de parqueos para todo el pĆŗblico que visitĆ³ esa fiesta de la cultura obligĆ³ a las personas a estacionarse en calles del sector La Esperilla y ser vĆ­ctimas de timo por parte de estos “seƱores palqueadores, padres de familia”. No entiendo como ocurre eso incluso en la calle donde estĆ” ubicada una instituciĆ³n tan prestigiosa como FUNGLODE.
Es necesario que hagamos inferencia de que recreaciĆ³n, paz y libertad de trĆ”nsito tambiĆ©n son derechos humanos, y por ende debemos ejercerlos, disfrutarlos plenamente, como personas humanas, para poder desarrollarnos.
Sigo con tantas preguntas en esta cabeza: ¿quiĆ©n estĆ” detrĆ”s de esa ya no tan nueva modalidad de bandidaje?. La poblaciĆ³n dominicana tiene muchos dolientes, pero.. ¿quiĆ©n podrĆ” consolarla?, ¿serĆ” el ChapulĆ­n Colorado?.

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