Por EURI CABRAL
Ningún peledeísta de corazón y de verdad puede estar de
acuerdo con la desacertada sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional.
El PLD es el resultado de la visión y el genio político de Juan Bosch y
ningún lider político dominicano ha tenido una visión tan clara, justa y humana
sobre el drama haitiano. Es desde esa óptica que se entiende la posición justa
y comedida del presidente Danilo Medina ante la situación que se ha creado con
esa decisión inhuma e injusta del Tribunal Constitucionaal que despoja de su
nacionalidad a miles de dominicanos de origen haitiano. Y es que Danilo es un
verdadero discípulo de Juan Bosch.
La
posición de Bosch sobre el drama haitiano está claramente delimitada en una
carta que él le enviara en junio de 1943 a sus amigos intelectuales trujillistas
Emilio Rodríguez Demorizi, Héctor Inchaustegui Cabral y Ramon Marrero Aristy. A
continuación voy a reproducir sólo algunos párrafos de esa carta la cual, por
su actualidad, le puede ser remitida hoy al Tribunal Constitucional: "Los he oído a Uds. expresarse,
especialmente a Emilio y Marrero, casi con odio hacia los haitianos, y me he
preguntado cómo es posible amar al propio pueblo y despreciar al ajeno; cómo es
posible querer a los hijos de uno al tiempo que se odia a los hijos del vecino,
así, sólo porque son hijos de otros. Creo que Uds. no han meditado sobre el
derecho de un ser humano, sea haitiano o chino, a vivir con aquel mínimo de
bienestar indispensable para que la vida no sea una carga insoportable".
"El pueblo dominicano y el
pueblo haitiano han vivido desde el Descubrimiento hasta hoy – o desde que se
formaron hasta la fecha – igualmente sometidos en términos generales. Para el
caso no importa que Santo Domingo tenga una masa menos pobre y menos
ignorante...El pueblo haitiano es un poco más pobre..es, pues, más digno de
compasión que el dominicano; en orden de su miseria merece más que luchemos por
él, que tratemos de sacarlo de su condición de bestia.
"Trujillo y todo lo que él
representa como minoría explotadora desean la riqueza de la isla para sí;
Lescot y todo lo que él representa como minoría explotadora, también. Entonces,
uno y otro – unos y otros, mejor dicho – utilizan a sus pueblos respectivos
para que les sirvan de tropa de choque: esta tropa que batalle para que el
vencedor acreciente su poder. Engañan ambos a los pueblos con el espejismo de
un nacionalismo intransigente que no es amor a la propia tierra sino odio a la
extraña, y sobre todo, apetencia del poder total. Y si los más puros y los
mejores entre aquéllos que por ser intelectuales, personas que han aprendido a
distinguir la verdad en el fango de la mentira se dejan embaucar y acaban
enamorándose de esa mentira, acabaremos olvidando que el deber de los más altos
por más cultos no es ponerse al servicio consciente o inconsciente de una
minoría explotadora, rapaz y sin escrúpulos, sino al servicio del hombre del
pueblo, sea haitiano, boliviano o dominicano."
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