Lilianis
nació prematura, con una libra de peso, pero luchó contra la adversidad
La pequeña, pero vocal
Lilianis, quiso nacer el mismo día que su mamá, un 11 de septiembre.
Tan apresurado fue su
arribo, que nació en el auto de sus padres, a las puertas de la Sala de Emergencia del
Ashford Presbyterian Community Hospital, en San Juan.
A eso de las 2:10 p.m. del
11 de septiembre de 2012, Lilianis puso a todo el mundo a correr.
Era el tercer alumbramiento
para los esposos Lymari Ocasio y Luis Scharón, padres también de Laymari (7) y
Lismari (5). Las mayores habían nacido a término, a las 40 semanas de
gestación, pero Lilianis solo tenía 27.
“En la mañana me dieron
unos dolores, pero nada que me alarmara. Realmente fue al mediodía cuando
empecé a sangrar y ahí fue que nos alarmamos y salimos para el hospital”,
recordó Lymari sobre el inicio de un período de temor y angustia que duró los
75 días que su niña estuvo en la
Unidad de Cuidado Intensivo Neonatal (NICU).
Llegaron a eso de las 2:00
p.m. a la entrada del hospital, y allí rompió fuente. “Yo sabía que la bebé ya
venía, y como era tan pequeña pues me preparé. Primero clamé a Dios, le pedí
que me acompañara y me quité los pantalones, me subí la camisa y dije pues
vamos a parir”, narró durante una entrevista reciente en el Ashford, mientras
Lilianis gritaba en brazos de papá, como si quisiera contar la historia por sí
misma.
“Empezó a salir. Toqué a
ver si venía de espalda o de cabeza y definitivamente percibí que venía de
espalda”, detalló sobre su instintiva reacción.
Su esposo abandonó el carro
y corrió a la Sala
de Emergencia, donde la joven enfermera Diane Ramos Santiago tomaba vitales a
los pacientes. Tocó con fuerza en la ventanilla de cristal que la separaba
físicamente de la sala de espera. “Vi la desesperación tan grande en él. Salí y
el carro estaba ahí (en la calle frente a Emergencia). Veo la cara de ella de
desesperación y la preparé, le abrí las piernas y veo los piesitos del bebé que
viene”, narró la enfermera. Fue el primer parto que atendió.
Con una de sus manos
semiabierta mostró cómo cargaba a la diminuta bebé nacida 13 semanas prematura,
y con los dedos índice y del corazón de la otra mano presionó su centro para mostrar
cómo le dio resucitación cardiopulmonar. De esa forma, y dándole palmadas en la
espalda, logró que la hoy inquieta Lilianis reaccionara. Aquel primer llanto
hizo aplaudir a decenas de curiosos.
Los esposos agradecen que
Ramos Santiago fue el primer eslabón de la cadena humana que hizo la diferencia
entre la vida y la muerte de su pequeña. Le siguió la doctora Ayleen Rosario
que, sin ser obstetra, llegó presta a la escena. “Le dije ‘doctora, por favor,
sálveme a mi bebé, no la deje morir’, y se la encomendé a Dios”, contó Lymari.
Apenas pudo besar a su
chiquita antes de perderla de vista. Unas seis horas después, tras ella ser
atendida, fue a visitarla. Se desmayó al verla dentro de una incubadora que se
le hacía grande, conectada a tantas máquinas. “Se veía tan pequeñita. Le veía
los capilares, las venas tan claritas, y esa piel casi sin pigmentación”,
describió.
De inmediato, los esposos
tuvieron su primera conversación con la pequeña: “Nos pusimos a declararle la
palabra de Dios y decirle que iba a salir bien, que si ella nació de la manera
en que nació, iba a vivir, punto y se acabó, que ella no tenía otra opción”.
Regresa
a casa sin Lilianis
Las memorias más dolorosas
que todavía la hacen llorar, fueron verla luchar por vivir tras sufrir una
infección intestinal estando recluida y tener que regresar a la casa sin la
bebé. “Cuando te vas para tu casa te crees que te van a llamar, (a decirte) que
a tu bebé le pasó algo. Esa espera es desesperante”, dijo ahogada en llanto. El
mundo se le venía encima cada vez que el teléfono sonaba, así fuera para
decirle que llevara al hospital más leche materna de la que se extraía en casa.
La pareja vive agradecida
del personal médico, y del apoyo que le brindaron familiares, amigos y
compañeros de la iglesia. “Con decir ‘tienes mi apoyo’, es un bálsamo”, aseguró
ella.
Entre tantas pruebas, la
experiencia más grata fue cargar a Lilianis por vez primera. Antes de eso sus
contactos habían sido a través de la incubadora, durante los períodos de
visita: a mediodía y las 5:00 de la tarde de cada día.
El personal del NICU les
decía que la niña, que pesó una libra con 15 onzas y midió 12 pulgadas y media,
permanecía tranquila hasta las horas de visita. Los padres notaban su
excitación apenas se acercaban a ella, incluso sin hablar. Los percibía de
alguna manera, y lentamente, con su débil fragilidad, se movía afanosa y
volteaba la cabeza en dirección a ellos. “No sé qué era, pero ella me sentía”,
afirmó Lymari llorando de emoción.
Una vez en casa, lo más
crucial fue mantener una estricta higiene para prevenir infecciones, sobre todo
del virus sincitial respiratorio, que en prematuros puede ser mortal. Colocaron
un deshumidificador dentro del cuarto, y todo el que quería tocarla debía
desinfectar sus manos antes. Lilianis recibió sus vacunas e ingiere suplementos
de hierro y ácido fólico. Lymari la cuidó hasta abril, cuando regresó a
trabajar y la dejó con la abuela.
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