COME SOLO Y COME -SIEMPRE..
SANTO DOMINGO, REPÚBLICA DOMINICANA…

Desde el aire el espectáculo es impresionante. Debe haber pocas islas tan bellas en el mundo como
La
percepción de muchos dominicanos es que su país es pobre debido a los
despilfarros históricos y la corrupción consuetudinaria de sus clases dirigentes.
Al menos cuatro de cada diez personas viven en la pobreza, según me aseguró un
informado periodista. Y confío más en él ya que las encuestas oficiales, en
cualquier país, tienden a maquillar las cifras. Los dominicanos, que son muy
ingeniosos para describir sus tristezas y alegrías, han acuñado unos términos
muy descriptivos para identificar a los aparentes responsables de sus males
económicos. A algunos políticos les llaman “come-solos” (por no haber repartido
el botín que se robaron). A otros les dicen “come-siempre” (por meterle mano
regularmente al presupuesto de la nación).Y no falta por ahí quien acuse de
“apaga-estufa” a líderes que, en lugar de crear riqueza, crean hambre y de
“sufre-callados” a los que, tarde, se dieron cuenta que apoyaron al candidato
equivocado o al que los defraudó.
Ningún partido político se salva.
El béisbol, sí, es una pasión en este país pero la política es el deporte
nacional. Nunca faltan nuevas combinaciones de comelones. De la misma manera
que los que viven cerca de los polos tienen muchas palabras para describir los
distintos estados del hielo, así los dominicanos han inventado todo un
vocabulario para explicar las tonalidades de la corrupción política. Los
políticos que roban están “hirviendo” o “muy calientes”. Los que no lo hacen
son “fríos”. Cool. Y hablando de políticos cool, en República Dominicana hay
toda una nueva generación de servidores públicos y jueces que le han dado la
espalda al autoritarismo y a los abusos del pasado. A esos no hay que perderlos
de vista. Tiran alto. En los medios de comunicación también hay varios
elementos de preocupación… y de esperanza.
El pastel de la televisión, radio y
periódicos está repartido, fundamentalmente, en tres grandes grupos
corporativos que, además de dar noticias, tienen bancos, aseguradoras y otras
industrias. Y esto, me parece, no es muy saludable para la libertad de
expresión. Prefiero los medios de comunicación independientes, sin compromisos
empresariales o gubernamentales. ¿Qué pasaría en República Dominicana, por
ejemplo, si un reportero descubre lavado de dinero o un acto de corrupción en
el banco del dueño de su periódico? ¿Se atrevería el reportero a denunciarlo y
el diario a publicarlo? Lo dudo. ¿Se sentirían los editorialistas y columnistas
en total libertad de denunciar que uno de los accionistas de la empresa es
socio en un negocito con el secretario de estado, el fiscal, el militar, el
sacerdote? No creo. Si el presidente atacara públicamente a algún periodista
por las preguntas que hace o las ronchas que levanta ¿saldría su periódico,
estación de radio o televisión a defenderlo? ¿Pondrían en riesgo los negocios
de la empresa por una noticia? No lo sé.
El objetivo principal de los
empresarios es ganar dinero y el de los periodistas dar noticias; muchas veces
estos dos ejercicios no son compatibles. Aún así –y esto es importante decirlo-
República Dominicana tiene su buena dosis de diversidad en los medios de
comunicación y una creciente conciencia crítica entre sus periodistas. En estos
días no se puede mandar callar a un reportero como se hacía en la época del
dictador Trujillo o en alguna de las seis presidencias -¡seis!- de Joaquín
Balaguer. En República Dominicana hay cada vez más periodistas concientes de su
labor, valientes…y muy mal pagados. (Esa es otra de las debilidades del
sistema.) Pero cuando los dominicanos no están trabajando duro, viendo la
televisión, discutiendo sobre la pelota o hablando de política, es fácil verlos
bailar en las calles o jugando dominó cerca de la maravillosa zona colonial de
Santo Domingo. Estoy apantallado de esta belleza arquitectónica y de la
aparente seguridad que se respira en sus calles, incluso, en altas horas de la
noche.
Esa tranquilidad ha desaparecido en
casi todas las capitales latinoamericanas. No aquí. República Dominicana es una
joyita. El dinamismo de su gente es sólo comparable al más rápido de sus
merengues. Sus hoteles, playas y gastronomía son un extraordinario imán
internacional. Sus jóvenes y empresarios han ayudado a que tenga uno de los
índices de crecimiento más altos de la región. Pero…pero por alguna razón
todavía hay muchos que prefieren arriesgarlo todo para cruzar las tortuosas
aguas del canal de la mona en una yola hacia Puerto Rico. El ejército de
emigrantes, el alto número de pobres, el siempre prolífico vocabulario para
describir la corrupción gubernamental y las mordazas potenciales a los
periodistas son claras señales de preocupación. Pero todo esto, desde el aire,
no se nota. ¿Qué falta en República Dominicana? Bueno, no soy nadie para
decirlo pero, según me cuentan, urge –como en casi toda América Latina- una
nueva generación de líderes (políticos, económicos, de opinión…) que no deje a
nadie fuera del progreso de la isla, que tenga las manos limpias y a quien los
dominicanos podrían llamar, con orgullo, los “todos-comen”. Y en este viaje
tuve la suerte de conocer a varios de ellos; nuevos aires –puedo reportar-
soplan sobre la isla.
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