Los presidentes del Banco de
Reservas (Banreservas) obedecen órdenes de la Presidencia , como los
demás poderes del Estado, legislativo y judicial. Son simples piezas que
también se mueven al antojo del presidencialismo que afecta al país
La política, los políticos y la
actividad política requieren recursos, la banca es un sector y como tal aspira
a apoyo político, pero ¿Cuáles son los límites entre una actividad y otra, entre
unos intereses y otros?
Miguel Vargas Maldonado se
considera un político, y como no iba a apoyar al candidato de su partido,
su archirrival Hipólito Mejía, le puso precio a su cabeza, US$ 85 millones, y
ésta fue comprada por el gobierno del PLD, a través del Banreservas, el
13 de diciembre de 2013, cinco meses antes de las elecciones presidenciales de
mayo de 2012.
General
de Galerías Comerciales Mundo Mall, S.A., empresa cuyos accionistas son él, uno de sus hijos y su
secretaria, no calificaba para obtener el préstamo, porque entre otros
obstáculos el terreno en garantía, en las intersecciones de las avenidas Máximo
Gómez y San Martín, no tenía las mensuras actualizadas, también, Vargas
Maldonado no era cliente del banco y en los años 2009 y 2010 no había reportado
ingresos.
A
pesar de esto y del voto disidente de dos miembros del Consejo de Directores
del Banco,Vicente Bengoa Albizu decidió
otorgarle el préstamo a Vargas Maldonado, apodado El Caballo de Troya del PRD.
Hoy, a dos años del desembolso no se ha levantado ninguna edificación en el
terreno, como consigna el préstamo destinado a la construcción, y se desconoce
si el político está honrando el compromiso.
Banreservas también violó la norma
prudencial que disponen que los préstamos en dólares se conceden sólo a las
empresas que generan divisas, que exportan bienes y/o servicios. Y por si esto
fuera poco, también le otorgó la tasa de interés del mecado. “… algo insólito
que sólo se ve en un banco conducido por un político”, dijeron los dirigentes del
PRD que denunciaron la patraña.
Ese préstamo era el pago del apoyo
de Miguel Vargas a la candidatura de Danilo Medina, que llevaba a Margarita
Cedeño como compañera de boleta. La paga fue buena.
Rumores
que tambalean el sistema financiero
Rosa Hernández de Grullón, madrina
de bodas del expresidente Leonel Fernández y Margarita Cedeño, sería el centro
del virulento y peligroso rumor. La dama de la alta sociedad se habría
hecho responsable financiera de la campaña de Cedeño a costa de la cuenta
personal de su esposo, el presidente del Banco Popular, Manuel Alejandro
Grullón Viñas, y, por consiguiente, habría cargado el financiamiento de las
aspiraciones de Margarita a los ahorrantes del banco, igual como hizo Ramoncito
Báez Figueroa en el desaparecido Banínter y que le costó cinco años de cárcel a
él y a otros funcionarios bancarios, algunos de éstos beneficiados por indultos
del propio Fernández. Ramoncito solo cumplió la mitad de la condena. Por
ese fraude, estimado inicialmente en RD$ 55 mil millones, solo guarda prisión
Luis Álvarez Renta.
El apoyo a la hoy vicepresidenta
habría incluido la donación de un apartamento en París, Francia, que le habría
costado a los ahorrantes del banco unos 550 mil euros. Hoy Rosa Hernández de
Grullón es la embajadora dominicana en Francia. Si el rumor era cierto, la paga
fue buena.
El
develamiento de estas informaciones fue producto del hackeo al correo de la
entonces primera dama. Hora Cero recuerda
la persecución al hijo del empresario de medios y comunicador Guillermo Gómez,
Jochy Gómez, quien fue acusado en diciembre de 2011 de hackear 44 cuentas de
correos electrónicos.
A
finales de 2010, es decir, a mitad del último mandato de Leonel Fernández, en
el país se desató un gran escándalo tras el apresamiento en España por
narcotráfico del supuesto millonario español Arturo del Tiempo Marques. Si no
hubiese sido por el trasiego de drogas de éste desde República a España quizá
nunca se hubiese develado su estrecho vínculo con el poder político del
momento.
A Del Tiempo Marques, quien logró
una foto junto al presidente Fernández en el Palacio Nacional y nunca se ha
ventilado qué funcionario se lo llevó hasta allá, el Banco de Reservas le
otorgó un préstamo por RD$ 483 millones, también en condiciones irregulares,
pues no calificaba. En ese entonces, el presidente de la entidad financiera era
Daniel Toribio.
Otras dos instituciones financieras
ya le habían negado el préstamo por insolvencia. Estaba destinado a la
construcción de la Torre
Atiemar , en La
Esperilla , inmueble en el que luego resultó el padre del jefe
policial de entonces, Pedro de Jesús Candelier, había adquirido un apartamento.
La torre, está hoy en manos de la
Fiscalía del Distrito Nacional, y, por tanto, del Estado.
Aunque el inmueble está allí, ese es un dinero que invirtió el banco del
Estado, y que más de un lustro después no ha recuperado.
En ese entonces, la Comisión Económica
del PRD señaló ese tipo de actuaciones como la causa de la descapitalización
del banco. De septiembre de 2007
a septiembre de 2010, el capital neto del banco
descendió del 9.39% del total de activos a 6.92%, por debajo de las normas
bancarias de la época. En diciembre de 2009 su índice de morosidad había subido
a 11.4% y la exposición de riesgo con el sector público aumentó 7.7 a diciembre del mismo
año.
En la intimidad de un sector
exclusivo, Atiemar, financiada en su totalidad por Banreservas, se erige como
el máximo monumento a la corrupción a la espera de un descuido social para ser
entregada a los “camaradas” del partido.
Para aquellos días, algunos
analistas analistas económicos entendían que la situación de deterioro del
Banco de Reservas era producto de los préstamos erogados por razones políticas
y a financiamientos de construcciones millonarias que tras las investigaciones
y/o el apresamiento de sus promotores quedaban en el limbo, como era el caso de
Atiemar.
El
caso Banínter es un punto de inflexión en la historia de la banca dominicana;
hay que hablar antes del caso Banínter y después del caso Banínter.
Aunque la doble contabilidad bancaria databa de la década de los 90’s, al
ser Banínter la segunda entidad bancaria a inicios de la década pasada, sus
actos de corrupción no pasaron desapercibidos.
Durante 14 años Banínter operó un
banco paralelo para blanquear sus operaciones dolosas, destapándose el 13 de
mayo de 2003, durante la administración de Hipólito Mejía, el mayor fraude
financiero de la historia bancaria dominicana, estimado en inicialmente en 55
mil millones de pesos, tres tercios del presupuesto nacional de ese año, que
era de 73 mil millones de pesos.
El dinero sustraído a los
ahorrantes del banco era usado para financiar la lujosa vida de los ejecutivos
del banco: mansiones, yates, viajes; también las aspiraciones de los políticos
y las actividades del presidente de entonces, y, claro, a los amigos también,
como fue el caso del abogado Marino Vinicio Castillo (Vincho), quienes eran
beneficiados con préstamos blandos , muchos de éstos no honrados pese a las
facilidades.
Era una tarjeta de crédito
internacional a nombre del expresidente Hipólito Mejía y que la manejaba su
asistente militar, Pepe Goico. Los exorbitantes consumos de este personaje
a costa de los dineros de los ahorrantes y, por consiguiente, del erario
nacional, pues los consumos –al final de cuentas- eran pagados por el Gobierno,
llevaron al banco a suspender la tarjeta. Algunos dicen que allí comenzaron las
malquerencias entre Mejía y Báez Figueroa, que antes fueron grandes
amigos. Otros atribuyen la división a unas supuestas aspiraciones
presidenciales de cara a 2004 del exbanquero.
Ahora bien, qué pesa más, ¿Las
aspiraciones de un banquero sin historia política y una desavenencia por una
tarjeta de crédito o un desfalco bancario casi parejo al presupuesto de ese
año? Definitivamente que el fraude, el interés del sistema financiero y el
interés nacional.
Al final de cuentas, el fraude de
Banínter, Bancrédito y El Progreso –éstos también incurrieron en las mismas
prácticas y fueron absorbidos por el sistema- lo absorbió el Banco Central de la República Dominicana ,
al emitir de forma inicial 43 mil millones de pesos en certificados financieros
pagados a intereses exorbitantes. Antes, Hipólito Mejía devolvió los ahorros a
los grandes clientes del Banínter de su entorno afectivo.
Esta decisión se tradujo en el
endurecimiento de las normas bancarias (aunque como podemos ver se cumplen
dependiendo de quién toque el violín), así como altas tasas de interés,
desincentivo a la inversión, devaluación del peso dominicano e inflación, que
golpearon mayormente a las poblaciones de medianos y escasos recursos.
En
conclusión: “el hoyo del Banínter” lo
pagaron los de abajo, asumiendo –sin desearlo ni pedirlo- varias reformas
tributarias, cuyas secuelas aún se sienten diez años después.
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