Olvidar es una incapacidad de acceso a los
recuerdos
¿Cuál es la capacidad de memoria que tiene una persona? ¿Se puede copar
el cerebro y dejar de registrar información o perder la memoria?
Para
el catedrático de Psicobiología Ignacio Morgado, autor del libro “Aprender,
recordar y olvidar” (Ariel), no está clara la capacidad de almacenamiento de
información del cerebro humano, pero afirma que existen estimaciones que le
atribuyen entre 1 y 1000 terabytes, TB. Sin embargo, a pesar de la gran
capacidad de nuestro “disco duro” tendemos a olvidar recuerdos e informaciones.
¿La
razón? Son muchas. “Por su naturaleza y la infinidad de circuitos neuronales
del cerebro, la memoria biológica es muy promiscua. No obstante, en muchos
casos, el olvido, más que una pérdida de información almacenada en el cerebro
es una incapacidad de acceso a los recuerdos”, explicó Morgado, en una
entrevista publicada en el diario La
Razón de España.
Esto
ocurriría por un cambio en las condiciones psicológicas de cuando se formaron,
o bien porque el propio organismo está en una situación biológica también muy
diferente.
Para
entender, menciona que cuando se aprende algo estimulado con cafeína, el
recordarlo más tarde y libre de esa estimulación, será complicado. Entonces,
¿cómo mantener una memoria activa y que el cerebro no sea susceptible de
“borrar” información?
Morgado,
quien también es investigador del Instituto de Neurociencia de la Universidad Autónoma
de Barcelona, primero aclara que las memorias no se almacenan en una única
neurona o en una o pocas sinapsis, sino en múltiples neuronas y sinapsis que
pueden estar ampliamente distribuidas en el cerebro.
Por
lo tanto, enfatiza que para estar lúcido y con una memoria “sana” se debe estar
en constante aprendizaje, porque asegura que memoria y aprendizaje están
unidos.
“Cuando
aprendemos algo, en las neuronas del cerebro surgen brotes llamados espinas
dendríticas, que sirven para formar conexiones o sinapsis con otras neuronas y
formar de ese modo, los circuitos nerviosos que albergan los recuerdos”,
detalla el investigador en su nuevo libro.
Es
decir, que estas nuevas conexiones entre las neuronas que albergan el
conocimiento se fortalecen y estabilizan, pero también puede ser que
desaparezcan muchas de las ya existentes.
¿Cómo
estimular la memoria?
Morgado
resalta que lo fundamental es entender que el aprendizaje y la memoria son dos
procesos estrechamente ligados y coincidentes, donde también participan otros
procesos cerebrales, como la percepción sensorial, las motivaciones, las
emociones o el lenguaje, según describe en “Aprender, recordar y olvidar”.
En
ese sentido, el catedrático español expone que existen una serie de
procedimientos que mejoran nuestra memoria, donde el más importante es el
sueño, ya que sería un determinante biológico capaz de potenciar la formación
de la memoria y la integración del material aprendido.
“Además,
repara el desgaste de las neuronas y reestructura los contenidos de la mente
extrayendo reglas y regularidades ocultas, facilitando inferencias y,
posiblemente, contribuyendo a la creatividad y la intuición de las personas”,
declara.
Pero
además, afirma que sirve practicar deporte, leer, estudiar en nuestra mejor
hora, recordar lo aprendido o simplemente, aprender otro idioma. Cualquiera de
las siguientes actividades actuarán de buena manera en nuestra capacidad
insospechada de aprender, manejar y renovar nuestros conocimientos y memorias.
Y
lo mejor de todo, son un pasaporte seguro para mantener la lucidez a pesar del
paso de los años.
1.
Practicar sistemáticamente el recuerdo de lo aprendido.
Este
es un proceso activo que no solo sirve para evaluar lo aprendido sino también
para seguir aprendiendo, ya que se descubrirán otros aspectos de la misma
materia.
2.
Guiar el aprendizaje con preguntas.
Lo
que se obtiene es generar memoria a largo plazo y funciona mucho mejor que
estar repitiendo la materia en forma casi inconsciente. Además, será importante
no solo hacerlo en forma oral sino que también escribir y redactar las
respuestas.
3.
Determinar la mejor hora del día para aprender.
Los
ciclos circadianos son de vital importancia. Para determinarlos, basta con
poner atención a qué hora del día uno se siente más despierto y con mayor
capacidad de atención y actividad.
4.
“Memoria de trabajo”
Es
una función cerebral para aprender y adquirir nuevos conocimientos y
habilidades y está muy relacionada con la inteligencia fluida, la capacidad de
razonar y resolver problemas nuevos con independencia del conocimiento
previamente adquirido.
5.
La lectura
Es
la actividad intelectual que mayor potencia tiene sobre las capacidades
mentales. “Al leer se requiere poner en juego un importante número de procesos
mentales, entre los que destacan la percepción, la memoria y el razonamiento.
El libro es un gimnasio asequible y barato para la mente y debería incluirse por
ello en la educación desde la más temprana infancia y mantenerse hasta la
vejez”, recalca Morgado.
6.
Deporte y actividades físicas
Es
la más milagrosa porque actúa directamente en el cerebro y las neuronas,
promoviendo y aumentando la cantidad de sustancias neurotróficas, como el BDNF,
que incrementan la plasticidad sináptica, la neurogénesis y la vascularización
del cerebro. Es decir, actúa como un desengrasante del cerebro.
7.
Potenciar el error de la predicción.
Se
hace para facilitar el aprendizaje y consiste en asociar lo que se quiere
recordar a un estímulo emocional.
8.
La actividad intelectual a lo largo de la vida.
Sirve
para aumentar la memoria de la vejez y se ve potenciada con la lectura,
escritura y la participación en cualquier actividad que estimule el cerebro. La
idea es disminuir las consecuencias negativas del envejecimiento. “Cuanto antes
empecemos, ¡mejor!”, anima el español.
9.
Aprender otro idioma.
Se
recomienda partir en la infancia temprana porque otorga importantes ventajas a
la hora de aprender y formar memorias consistentes. Pero también ayuda a tener
mayor capacidad de cognición ejecutiva, es decir, de ejecución mental y se
protegería contra la neurodegeneración en la vejez.
10.
Un poco de estrés
Las
situaciones emocionales y estresantes activan el sistema nervioso y el
endocrino. “Las hormonas, como la adrenalina, la noradrelina y los
glucocorticoides, liberadas en la sangre de las personas en situaciones
emocionales o de estrés moderado pueden contribuir también a la facilitación
tanto de memorias implícitas como explícitas”, explica el experto. No obstante,
distingue que el estrés crónico junto con la elevada y persistente
concentración de glucocorticoides en la sangre, provocan muerte neuronal y
pérdida de espinas dentríticas en las neuronas de la corteza cerebral, lo cual
dificultan considerablemente el aprendizaje y la memoria.
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