Desde los años sesenta estamos asistiendo al
desarrollo de investigaciones, sobre el maltrato infantil, su etiología, sus
efectos, su tratamiento y su prevención. A la vez crece la sensibilidad social,
contribuyendo lamentablemente a este aumento los medios de comunicación.
Varias décadas atrás no habían legislaciones que
contemplasen la posibilidad de proteger a un niño frente a la crueldad de sus
padres, empero, si la había respecto de los animales a través de la Asociación Americana
para la Prevención
de la Crueldad
hacia los animales, algo totalmente contradictorio.
Ha habido que esperar mucho tiempo para que el
maltrato infantil llegara a convertirse en un verdadero problema social y
lograr que la sociedad a nivel mundial comenzara a preocuparse seriamente en
este tema, por las repercusiones individuales y sociales que acarreaba. Un
factor clave para la transformación del maltrato infantil en un verdadero problema
social aparece a partir de los trabajos de pediatras anglosajones como Ingrahan
en 1944, Cafey en 1946 y finalmente H. Kempe en 1962 quien publico un
interesante trabajo sobre los malos tratos infantiles.
En el marco internacional es en la Declaración Universal
de los Derechos del Niño del año 1959, cuando se recogen los derechos básicos
de los menores, siendo en 1989, cuando la Convención de las Naciones Unidas establece los
derechos del menor a no ser maltratado, definiéndose el maltrato como toda
violencia, perjuicio o abuso físico o mental, descuido o trato negligente o
explotación en contra de los menores.
En la década final del siglo pasado el Centro
Internacional de la Infancia
de Paris describe el maltrato infantil como cualquier acto por acción u omisión
realizado por individuos, por instituciones o por la sociedad en su conjunto y
todos los estados derivados de estos actos o de su ausencia, que priven a los
niños de su libertad o de sus derechos correspondientes y/o que dificulten su
optimo desarrollo.
Las razones de tan tardía sensibilización son
múltiples. Se puede hablar de condiciones socio económicas difíciles, modos de
vida precarios, demografía incontrolada, mortalidad infantil elevada,
costumbres bárbaras, escasa relevancia social del niño, etc. En este sentido,
las actitudes y expectativas de la sociedad acerca de la crianza de los niños y
su desarrollo han jugado un importante papel. Hoy en día existen en la mayoría
de los países, incluyendo el nuestro, todo un compendio de legislaciones
que pautan la protección y prevención del maltrato infantil a todos los
niveles.
En la Republica Dominicana
existe por ejemplo la ley 136-03, que crea el Código para el Sistema de
protección y los derechos fundamentales de niños, niñas y adolescentes, una
completa pieza legislativa que garantiza el disfrute y derechos inalienables de
los menores, estableciendo su protección, regulando sus derechos y el papel de
la familia, la sociedad y el Estado hasta que el niño alcanza los 12 años y de
13 años hasta alcanzar los 18 años.
Sin embargo, a pesar de ese instrumento de
salvaguarda al menor, vemos que todavía existen en este país muchas lagunas en
cuanto a la protección y cumplimiento de esta ley respecto de nuestros niños,
niñas y adolescentes. Un ejemplo de este aserto es la explotación laboral a que
someten los padres y tutores a nuestros niños, enviándolos a las calles a
trabajar en cualquier cosa, muchas veces a mendigar y en el peor de los casos a
comercializar sus cuerpos a cambio de un pago execrable.
Tampoco existe una real protección por parte del
Estado, cuyas instituciones encargadas de velar por el fiel cumplimiento de la
protección y preservación que impone la susodicha ley, se hacen los chivos
locos, permitiéndose que con impunidad se violen los derechos de los
menores. Nuestras calles están llenas de niños y adolescentes que pululan durante
todo el día y hasta altas horas de la noche en actividades disimiles y las
instituciones encargadas de evitar esta monstruosidad no logran empoderarse más
profundamente de este gran problema social que al final trae consigo todo un
rosario de hechos violentos los abusos sexuales, las violaciones de toda índole
y muchas veces hasta las muertes violentas de los menores.
Pero no tan solo el Estado es responsable de la
prevención de la violencia y maltrato infantil. También la sociedad y sobre
todo los padres tienen una gran cuota de responsabilidad, pues estos últimos a
prima facie son los llamados a través del hogar a velar por la implantación de
normas educativas que encaucen al niño por los senderos de un sano desarrollo
físico y mental. No es lanzándolos a la calle a agenciarse algunos pesos que
contribuyan al sostenimiento de la familia, excluyéndolos de las aulas escolares
y exponiéndolos a los peligros que acechan por doquier. Ese es precisamente uno
de los diferentes tipos en que se enmarca el maltrato infantil.
La violencia infantil tiene varias vertientes. Vemos
por ejemplo la llamada victimización extraordinaria dentro de la cual se
etiquetan los homicidios, secuestros y violaciones sexuales. Las
victimizaciones agudas, que son las más frecuentes, como el abandono o
negligencia como maltrato físico pasivo o por omisión, maltrato emocional,
secuestro familiar, etc. También se definen las llamadas victimizaciones
pandémicas, que incluyen agresión física a manos de iguales o pares, hermanos,
castigo físico, hurto y vandalismo.
También existe el bulling o maltrato entre iguales,
que en el ámbito escolar se define como una persecución física o psicológica
prolongada, llevada a cabo por un estudiante o grupo de estudiantes contra otro
estudiante que no es capaz de defenderse ante esta situación y que difícilmente
pueden salir de ella por sus propios medios.
El maltrato no es un fenómeno simple, sino un
problema realmente complejo, que amerita un abordaje multidisciplinario y la
aplicación de todos los organismos relacionados para crear mayor sensibilidad
social. La presencia simultánea de varios factores de riesgo a nivel social,
familiar y psíquico, hace que exista un elevado porcentaje de aparición del
maltrato infantil, que el Estado, la sociedad, los padres y los educadores
tienen que empoderarse más profundamente para que el mismo no se convierta en
una verdadera crisis de valores.
alfa050602@hotmail.com
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