París,
30 nov (EFE).- Si cada tiempo encuentra sus propias respuestas a las preguntas
de siempre, el nuestro resuelve la ecuación sentimental mediante redes sociales
como Tinder, objeto de un documental que explora un "amor de hoy",
que es también, al fin y al cabo, el sexo de toda la vida.
Bautizado
"Love me Tinder", el proyecto de los franceses France Ortelli y
Thomas Bornot explora el fenómeno a caballo entre el diario de a bordo, la
batería de testimonios y un desprejuiciado periodismo "gonzo". La
meta es ambiciosa: partir en busca del amor moderno.
Y
lo cierto es que el documental, que sigue a los dos realizadores mientras
encadenan ligues durante tres meses, pretende erigirse en termómetro del errar
sentimental de una generación que colecciona citas como cromos.
"Me
resistí al concepto del reportaje clásico. Estaba soltero y no conocía estas
páginas, de modo que acepté protagonizarlo", confiesa a Efe el director y
productor Thomas Bornot, quien asegura que antes de la virtualidad de Tinder
siempre ligó "en tres dimensiones".
Con
cierta ironía y a partir de los mimbres de la telerrealidad -cámara oculta,
autoconfesión y elogio de la ciclotimia-, la idea era rodar una "comedia
romántica sin actores" en torno a un "software" que registra más
de 200.000 descargas diarias.
Aunque
la compañía se niega a suministrar datos precisos, un estudio publicado el
pasado octubre por el New York Times le atribuye 50 millones de usuarios con
una edad media que ronda los 26 años. Un porcentaje ínfimo de estos ligues
acaba en matrimonio, aseguran los autores del documental.
No
solo es la aplicación de citas preferida de las mujeres, sino que ya lidera un
sector tan inusual que se alimenta fundamentalmente de la crisis. Sentimental,
eso sí.
La
mecánica, en vigor desde 2012, importa el perfil de Facebook del usuario para
someterlo a un algoritmo que, a partir de criterios de sexo y posición
geográfica, le transporta a un inmenso "supermercado de los otros",
como lo llama Bornot, que permite seleccionar (y descartar) millones de fotos.
Cuando
dos perfiles se dan mutuamente el visto bueno, un chat permite establecer la
conversación. El resto está hecho: "No ir a la cama la primera vez es
raro", avisa un entrevistado en el documental.
A
Ortelli, correalizadora y periodista, siempre le habían intrigado las
dificultades para "encontrar hoy el amor" y todo lo contrario, la
ausencia de obstáculos, porque la promesa fundacional de Tinder pasa
precisamente por eso: liquidar los trámites del encuentro fortuito o el primer
flirteo. Y, al parecer, la cumple.
Pero
la cuestión que aborda "Love me Tinder" no atañe tanto al éxito, más
que probado, a la hora de aumentar la agenda de los viernes, como al interés
por saber hasta qué punto todo esto es amor u "otra cosa".
Porque,
de Petrarca a Tinder, las cosas, o esa cosa, no han cambiado mucho.
"Tinder
no es el amor moderno, sino el sexo moderno, una forma entre otras muchas de
tener relaciones sexuales", confirma Bornot, tras concluir que las
aplicaciones de esta índole suprimen el "riesgo y el componente de
aventura de toda seducción".
A
fin de cuentas, ese es el objetivo, protegerse de un potencial rechazo y, pese
a todo, "hay algo terrible en saber que, pase lo que pase, acabarás
acostándote con la otra persona", reconoce Bornot.
Son
códigos de un universo donde, como subraya uno de los usuarios entrevistados,
"primero te acuestas con alguien y luego quizás terminéis hablando".
Una
retórica de combate condensada en ese instante del documental en el que un
aturdido Bornot se dirige a la cámara con voz apagada desde un apartamento
ajeno: "Ayer no dormí en casa. Gracias, Tinder".
Con
todo, el realizador, que sumó cerca de un centenar de encuentros en solo tres
meses, no vacila cuando vincula la aplicación a una espiral
"deshumanizadora" donde cada cita, intrascendente pues el final ya
está escrito, "recuerda a una entrevista de trabajo".
"Poco
después de concluir el proyecto, conocí a mi novia", confiesa. "Y en
tres dimensiones", esta vez sí. EFE
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