Siempre
hemos tenido la opinión de que el presidente Danilo Medina es un hombre que se
caracteriza por el ejercicio de la prudencia y la moderación en todos sus
actos. Los excesos y los desbordamientos han estado lejos de su accionar
político. Hasta que pronunció su discurso en la Organización de las Naciones
Unidas (ONU).
Allí, en
la ONU dijo palabras que debieron espantar hasta el vuelo tranquilo de los
pájaros por la altisonancia de sus chocantes declaraciones sobre la reducción de la pobreza. El
estruendoso ruido de esa falsedad debió también provocarle envidia a los
mitómanos más destacados.
Afirmar
que en su gobierno se ha sacado de la pobreza extrema a casi un millón de
personas como por arte de magia, sin acciones ni una política planificada y
ejecutada en esa dirección para hacer posible tal logro, es algo que ofende la
inteligencia del pueblo y confunde sus quizás buenos deseos con la realidad.
Porque
allí, en la realidad, en el mundo en el que realmente vivimos y no en el que le
pintan al presidente, la gente se está cayendo a pedazos y el supuesto milagro
económico solo se siente en los bolsillos de los funcionarios y en las mafias
que se alimentan con los recursos del Estado, como el grupo de extorsionadores
y estafadores que operaba bajo la sobra de la Oficina de Ingenieros
Supervisores de Obras del Estado (OISOE).
Creemos
que el presidente se dejó sorprender en su buena fe al dejarse llevar de los
técnicos que manejan el área económica, quienes pusieron en su boca cifras que
la realidad desmiente y palabras que les saben a burlas a las clases populares.
La
supuesta movilidad social que permitió que casi un diez por ciento rompiera el
círculo de la pobreza extrema no parece ser una exageración del momento sino
que forma parte de una línea de comunicación destinada a crear falsas
percepciones para beneficiar políticamente al actual jefe de Estado.
Esto así,
porque también el año anterior, a principio de agosto de 2014, el Gobierno
incurrió en otra falacia igual con la declaración del entonces del Ministro de
Economía Planificación y Desarrollo, Temístocles Montás, quien dijo que más de
medio millón de dominicanos habían salido de la pobreza. Como vemos, se sigue
remachando en repetir engaños que a fuerza de reiteraciones pretenden convertir
en verdades artificiales.
Para que
las palabras del presidente tuvieran algún viso de verdad y credibilidad,
debieron de haberse tomados medidas estructurales y un incremento en la
inversión social muy distinta a las creaciones de botellas y botellones, de
clientelismo parasitario, evitando el uso de propaganda engañosa con la cual se
busca superponer una realidad paralela e inexistente a la miseria de la mayoría
humilde.
Para que
las afirmaciones presidenciales tuvieran un mínimo de certeza, debieron
ofrecerse cifras y comprobaciones sobre la cantidad de dominicanos que accedieron
a una vivienda digna, los que acceden a servicios de salud óptimos, los que
alcanzaron una alimentación balanceada, los que cubren con su sueldo sus
necesidades básicas, etc.
También,
se podría haber incluido a quienes ya pueden costear la salud bucodental y no
postergarla hasta que se les caigan los dientes y la reducción de la brecha
digital, que todavía es mayúscula. Hablar, además, de lo que se ha avanzado en
la reducción de la mortalidad infantil y materna, que sigue siendo alta.
Quisiéramos
preguntarle al Gobierno, dónde está ese bienestar que no lo vemos, dónde esta
esa bonanza que no se siente, en cuál dimensión tan ajena a la del pueblo es
que viven los beneficiarios del peledeísmo gobernante, quienes extrapolan la
acumulación de sus riquezas personales a la realidad de las grandes mayorías.
En lo que
va de tramo de gobierno peledeísta lo único que crece, se ve y se siente es el
empobrecimiento sostenido de la clase media, que ya ni a medias es capaz de
solucionar sus problemas de vivienda, abasto alimentario, salud, educación ni
diversión. Lo que sí es fácil observar es que los pobres se están convirtiendo
en paupérrimos y los clase medistas están siendo empujados a engrosar los
estamentos de la pobreza.
Lo
que no para de crecer es la ineficiencia gubernamental en combatir la
inseguridad y la delincuencia que nos arropa y nos roba la tranquilidad y la
paz de nuestra existencia.
El
incumplimiento, en sentido general, es la palabra que parece definir mejor las
ejecutorias del Gobierno del PLD, que no parece tomar nada en serio. Ni pactos,
ni acuerdos ni promesas ni afirmaciones. De esos incumplimientos, las
principales víctimas han sido los moradores de los barrios pobres, que han
visto agravados los males que se les prometió solucionar.
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