En lugar de castigarlos constantemente, enseña a tus hijos
límites y a manejar sus emociones
Por Camile Roldán Soto
Uno de los retos de la crianza es establecer la disciplina en el hogar.
La tarea comienza desde temprano, requiere consistencia y, al mismo tiempo,
cambios de acuerdo a cada etapa de crecimiento. Los cuidadores deben ejercer
mucha paciencia y autocontrol para modelar las conductas que desean
promover en sus niños.
¿Por dónde empezar?, ¿qué funciona?, ¿cómo manejo
los cambios de humor y actitudes de mis hijos? son preguntas comunes de quienes
asumen la maternidad y la paternidad.
Es cierto que los bebés no llegan al mundo
con un manual de instrucciones. Sin embargo, es mucha la investigación
realizada acerca de los métodos de crianza (beneficiosos y perjudiciales) y su
impacto en los menores. Hay que aprovechar ese conocimiento para evitar andar
reaccionando erráticamente al comportamiento no deseado de los niños.
Así, es posible ejercer un modelo de disciplina consciente y consistente.
“Lo primero es tratar de no depender de la
disciplina punitiva, basada en el castigo”, aconseja la doctora Nancy
Ruiz, psicóloga escolar.
Explica que cuando castigamos a un niño por todo,
todo el tiempo, quizás cancelamos la conducta inmediatamente pero no
logramos cambios a largo plazo. El castigo no provoca en el menor la reflexión
necesaria para aprender de sus errores o entender las consecuencias de sus
acciones. Por el contrario, los menores castigados constanemente pueden
desarrollar resentimiento, rebeldía y baja autoestima. No identifican que su
conducta está mal.
“El castigo se ejerce desde afuera, así que el
control es externo”, explica Ruiz, al establecer que debemos aspirar a que los
menores desarrollen autocontrol.
Otro problema con el castigo es que
frecuentemente surge de la desesperación o el coraje del adulto. El resultado
es la imposición de sanciones con poca o ninguna relación a la conducta que
queremos eliminar. Por lo tanto, el castigo carece del impacto
deseado y la conducta sigue repitiéndose. En su desesperación, el padre buscará
imponer un castigo más severo, creando un círculo vicioso interminable.
Por eso es preferible enseñar al niño a
entender los límites y regular por sí mismo sus actos a través de consecuencias
naturales.
Una consecuencia natural si el niño sale del área
donde se le permito jugar, es perder el privilegio de continuar
jugando. Otro ejemplo es tener que irse a la cama 15 minutos antes el día
después de haberse negado a dormir a la hora indicada.
Se aprende más de las consecuencias cuando las
mismas tienen relación con la acción problemática. También es preferible que la
misma sea a corto plazo. Cuando le quitamos a un niño un privilegio por
dos semanas, pierde impacto. Además, deja a los adultos sin opciones
cuando la conducta vuelve a repetirse en unos cuántos días.
Evita sobreprotegerlos
Muchos padres cometen el error de privarles a sus
hijos experiencias de aprendizaje. El término padre helicóptero (helicopter
parenting) describe este estilo de crianza, donde el adulto están
constantemente pendiente de los posibles errores del menor para evitarles pasar
tragos amargos. Pero mientras no esté en peligro la salud o integridad,
los adultos deben permitir que el niño aprenda de sus errores.
Ruiz aconseja como otro principio importante
practicar la disciplina positiva. Este tipo de acercamiento está basado en el
respeto al niño, más no significa que se le permitirá hacer lo que quiera.
Funciona reforzando las conductas deseables que el menor lleva a cabo. Al
sentirse apreciado y reconocido por hacer algo bien su autoestima aumenta. Por
eso, preferirá repetir ese comportamiento.
En su libro Gana la guerra de los berrinches y
otras contiendas, la autora Cynthia Whithman, ofrece un ejemplo de refuerzo
positivo.
“Escuchas a tu hijo de cinco años jugando con un
amigo. Respetan sus turnos, son justos el uno con el otro, ganan o pierden
alegremente. Puedes hacer uso de tu atención para fomentar esta buena conducta
diciendo: estaba escuchando como ustedes dos juegan. Joey, me gusta como dejas
que Marc juegue primero. Marc, mostraste muy buen espíritu deportivo cuando perdiste
-eso es difícil - y lo manejaste bien”, explica la autora, trabajadora social
clínica.
Whithman establece diferencias en los tipos de
elogios que los padres hacen a sus hijos. Es importante, ser específico.
Por ejemplo, en lugar de decir: “eres la niña más cooperadora del mundo”,
agradece exactamente lo que hizo. Si ayudó en el cuidado del jardín, dile:
“gracias por regar las plantas, ayudas a que crezcan bien bonitas”.
De la mano con la atención a las conductas
positivas debe existir en el hogar un conjunto de normas de convivencia
acordadas por todos los miembros de la familia.
“Según la edad de nuestros hijos, realizaremos unas
normas breves (cada uno puede aportar una o dos cosas que quieran incluir).
Esas normas de convivencia son un acuerdo de respeto mutuo. Yo como
madre, no exijo todas las reglas. Nuestros hijos tienen también unas
exigencias que debemos respetar. Por ejemplo, un niño puede decir que no
le gusta que le griten. Entonces, en las normas anotaremos: hablaremos
con tono de voz adecuado”, explica Ruiz.
Cuando los niños no cumplen con lo acordado podemos
dialogar con ellos en un tono de voz respetuoso pero firme para recordarles las
consecuencias naturales de su conducta.
Whitham explica en su libro que a veces es
productivo ignorar algunos comportamientos desagradables y explica: “debido a
que los niños quieren y necesitan tanto nuestra atención, quitársela tiene un
gran poder para cambiar conductas”. Es importante entender que no se
trata de ignorar al niño sino su conducta, demostrándole que no obtendrá nada
de ella, ni siquiera tu enojo.
Para que este método sea afectivo, debes estar
preparado para elogiar la conducta tan pronto se transforme a una saludable.
Por supuesto, debes ejercer mucho control sobre ti mismo para mantenerte
ecuánime hasta que esto suceda, pero Witham asegura que funciona.
La disciplina es un proceso porque los niños están
cambiando constantemente. Cuando sea necesario llegar a otro nivel para
terminar con una conducta puedes recurrir a la advertencia y las consecuencias.
Una consecuencia, según Whithman, es la pérdida de un objeto o un privilegio.
Advertir al menor que deje de hacer algo o que haga algo le da la oportunidad
de asumir responsabilidad por sus actos. Si responde positivamente, recibirá un
elogio. De lo contrario, el adulto debe ser firme en estableer la
consecuencia.
Una de las reacciones de los niños que más tensión
provoca en los padres son las rabietas.
La doctora Maribel Rivera Martínez,
psicóloga clínica con práctica en intervención temprana, indica que estas
se convierten en un patrón cuando los infantes aprenden que son la manera de
lograr lo que quieren. Usualmente, se trata de niños que no han aprendido dónde
están los límites. La rutina y la consistencia son herramientas
importantes para establecer orden. Un patrón de alimentación, de aseo y de
sueño ayuda a los más pequeños a mantener el buen comportamiento, indica la
doctora.
También es importante que los adultos responsables
del menor se pongan de acuerdo -vivan juntos o separados- acerca de las normas
de comportamiento esperado y mantener una estructura común donde se mantenga la
consistencia acerca de lo que está permitido.
“Esa consistencia es la base del proceso de
crianza”, apunta Rivera.
Por su parte, Ruiz aconseja establecer juntos
las normas de convivencia en cada hogar, preparar un calendario para que el
niño sepa los días en que se irá a compartir con el otro padre/madre y asegurar
que ambos practican la disciplina positiva.
“¡Porque yo lo digo!” “¡Aquí mando yo!”, son
frases contrarias al propósito de este estilo de crianza.
“No debemos entender la disciplina como una
imposición de reglas y formas de actuar. La disciplina es un medio para
el desarrollo sano y feliz de nuestros hijos, un camino para enseñarles a ser
independientes y responsables, sin perjudicar su autoestima y su relación
positiva con figuras de autoridad”, enfatiza Ruiz.
¿Qué debo hacer si mi
hijo me pega?
Esto puede ser frustrante y hacerte perder el
control, pero no debes permitirlo. A veces los niños no saben controlar su
coraje, regular sus emociones o manejar lo que sienten apropiadamente.
Si el niño es pequeño, controla sus manos o piernas para que no lo haga y
dile firmemente que no se golpea. A otros niños o jóvenes les falta
desarrollar el control de impulsos. También pueden golpear para manipular
su entorno o a sus padres. No uses el castigo físico. Modela a tu
hijo sobre cómo lidiar con el coraje, la tristeza y decepción en formas socialmente
apropiadas. Si esta conducta es repetitiva, busca ayuda de un profesional
de la conducta infantil.
Claves para enseñarles a
manejar sus emociones
Conversa con tus hijos.
Pregúntales sobre sus intereses.
Celebra sus esfuerzos.
Participa activamente de sus logros.
Está presente cuando falla, y hazle entender que
está bien fallar; y que siempre lo intentará nuevamente.
Modela el manejo adecuado de tus propias
emociones. Si tiras cosas cada vez que te enojas, tarde o temprano
observarás esa misma conducta en tus hijos.
Practica las conductas apropiadas y conversa
abiertamente sobre lo que ambos sienten, diariamente.
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Fuente: Dra. Nancy L. Ruiz, psicóloga escolar (www.psicoescolar.org)
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