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No es la casa, es el miedo al que ordena


Por : Ing. Andrés Nova

En la historia política dominicana hay lecciones que parecen olvidarse y estrategias que, aunque antiguas, siguen siendo eficaces para manipular la percepción pública. Ahora le ha tocado el turno a Milton Morrison, ingeniero de trayectoria limpia, actual director del INTRANT y líder de País Posible, cuya única “falta” parece ser el atrevimiento de poner orden donde por años imperó el caos. La reciente tormenta mediática alrededor de la compra de una casa en Miami no es más que la cortina de humo de quienes temen perder privilegios largamente usufructuados.

Porque lo cierto es que estamos hablando de una vivienda ordinaria, adquirida como hacen miles de profesionales en el extranjero. Pero la narrativa sensacionalista necesitaba más: no podía ser solo una casa, tenía que ser una mansión; no podía ser una decisión privada, debía ser presentada como un acto sospechoso. Nadie se detiene a preguntar por el origen lícito de los ingresos de un profesional con más de 25 años de ejercicio, ni por las condiciones normales del financiamiento inmobiliario en los Estados Unidos, donde las tasas permiten adquirir vivienda con cuotas más bajas que el alquiler. ¿Por qué no preguntan? Porque la respuesta no interesa; lo que interesa es el escándalo oportuno.

Curiosamente, esta supuesta revelación surge en el mismo compás de tiempo en que País Posible consolida su crecimiento político. En apenas un ciclo electoral pasó de ser la posición 27 en su debut ante la Junta Central Electoral a convertirse en la séptima (7) fuerza política del país, lo que le ha valido un aumento en la asignación de recursos públicos, conforme a la ley. ¿No es extraño que cuando un partido emergente demuestra organización, propuestas y respaldo ciudadano, reaparezcan las viejas prácticas de la descalificación personal? La maquinaria del miedo reacciona, como siempre lo ha hecho, cuando siente que el statu quo corre peligro.

Y si a eso sumamos la gestión institucional del INTRANT, la incomodidad es aún mayor. Milton Morrison no ha dirigido con discursos vacíos ni promesas electoreras, sino con datos, procesos y transparencia. Ha digitalizado servicios, abierto datos de seguridad vial, implementado veedurías ciudadanas en licitaciones públicas y estructurado un plan nacional para reducir los accidentes de tránsito. Ha puesto fin a contratos oscuros y a prácticas administrativas que por años beneficiaron a unos pocos a costa del caos ciudadano. Ese orden, esa transparencia, son la verdadera causa del ruido mediático. La casa en Miami es apenas la excusa.

La historia dominicana conoce este libreto. A Juan Bosch lo atacaron con vileza cuando quiso moralizar la política. A Peña Gómez lo persiguieron con calumnias cada vez que crecía electoralmente. Ahora Morrison, que representa una nueva generación de liderazgos técnicos y éticos, enfrenta el mismo patrón: cuando no pueden refutar tus ideas, atacan tu vida personal.

Pero el pueblo dominicano ya no es el mismo. Hoy, más ciudadanos entienden que la moral de un líder no se mide por las cortinas de humo que le lancen sus adversarios, sino por su capacidad de transformar instituciones y servir con honestidad. El verdadero debate está en si el país prefiere seguir entretenido con noticias infladas o apostar por liderazgos que construyen resultados verificables.

 

La casita en Miami no es el tema. El tema es el miedo de quienes por años vivieron del desorden, del tráfico caótico, de los contratos amañados y de la opacidad institucional. Lo que inquieta no es el patrimonio privado, sino el patrimonio público que por fin comienza a ser defendido con eficiencia.

El país tiene ante sí la oportunidad de escoger entre el ruido y el orden, entre el descrédito gratuito y la construcción democrática. Y si el tiempo da la razón, como siempre ocurre, no será necesario gritar para que la verdad se imponga: bastará con mantener la frente en alto y caminar derecho.

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