La
falta de institucionalidad imperante en las organizaciones políticas de nuestro
país, la carencia de ideologías que permitan a sus integrantes sustentar un
pensamiento de progreso, desarrollo y avance y la ausencia de líderes que
entiendan el rol que deben jugar ante los cambios sociales que ameritan los
nuevos tiempos, atentan con la desaparición de los partidos políticos
tradicionales en la República Dominicana.
Cuando
estudiamos nuestra historia, podemos observar que desde los cimientos de
nuestra patria, con el propósito de acceder al poder los grandes caudillos
dominicanos formaban grupos integrados por hombres “prominentes” intelectuales
de la época, sectores influyentes y brazos armados, los cuales se
circunscribían a la búsqueda de espacios estatales, simple y llanamente.
Es a
estos grupos políticos que hoy les llamamos partidos y lo decimos así porque
aunque, en la actualidad, hay un engranaje jurídico que los define y regula,
con el pasar de los años ha cambiado la forma pero no el fondo.
Los
partidos políticos son concebidos por su dirigencia como maquinarias
electorales los cuales se reactivan para los periodos de elecciones.
La
dirigencia de los mismos no se reúne, sus organismos no se respetan, sus
locales paran cerrados, quien representa al partido no es el que tiene
una trayectoria de labor comunitaria y política si no el que tiene “cuarto”
para mantener el mismo.
Es
notoria la carencia ideológica que impera en los partidos políticos, ganando
terreno entre su militancia la cultura de “Lo mío alante”. Dejando de
lado la vocación de servicio y la búsqueda de desarrollo y el progreso común
que debe caracterizar a un dirigente.
A esto
hay que agregar la falta de visión mostrada por sus líderes, los mismos
se han quedado anquilosados y no han entendido que los partidos que representan
deben adecuarse a los nuevos tiempos y conectar con el sentir de la sociedad.
Entre
los principales líderes políticos dominicanos ha imperado el pensamiento de los
caudillos tradicionales que nunca entendieron que deben servir de timón y guía
para la transición y el desarrollo democrático de sus organizaciones y el país.
De ahí
el hecho de que en la mayoría de mediciones y sondeos llevados a cabo por
firmas encuestadoras nacionales e internacionales los partidos políticos sean
tan mal valorados por la ciudadanía.
La
clase política dominicana tiene que entender que tienen en sus manos la
principal herramienta que nuestra constitución le otorga a la población para
poder acceder a los sectores de poder.
Que si
dejamos extinguir los partidos políticos y no propiciamos el relevo de
liderazgo a todos los niveles, la conexión con la sociedad y la promoción de
valores, podría devenir en improvisaciones que devengarían en consecuencias
funestas y trágicas para la nación.
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