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*La República Dominicana y la defensa de la soberanía en América Latina.*

Por José Alberto Blanco 


La República Dominicana conoce en carne propia lo que significa perder la soberanía nacional bajo la sombra de una intervención extranjera. En 1916, los marines estadounidenses desembarcaron en nuestras costas para controlar las aduanas y reorganizar la administración pública. Durante ocho años, el país vivió bajo ocupación, enfrentando la resistencia de los “gavilleros” y la imposición de reformas que marcaron la vida institucional. Medio siglo después, en 1965, la historia se repitió: más de 20,000 soldados estadounidenses ocuparon Santo Domingo en plena Guerra Fría, bajo el argumento de evitar la expansión del comunismo.  


Estos episodios no son simples recuerdos: son advertencias. La intervención militar nunca ha traído estabilidad duradera, sino dependencia, fractura social y heridas que tardan décadas en sanar. Por ello, ante las amenazas de invasión a Venezuela, la República Dominicana tiene la responsabilidad histórica y moral de alzar su voz.  


La postura dominicana debe ser clara y firme:  

- Rechazo absoluto a cualquier invasión. La autodeterminación de los pueblos es un principio irrenunciable.  

- Defensa del derecho internacional. La Carta de las Naciones Unidas consagra la no intervención como norma esencial de convivencia.  

- Promoción del diálogo regional. Organismos como la CELAC y la OEA deben ser espacios de negociación y paz, no de imposición.  

- Solidaridad latinoamericana. La unidad de los pueblos es la mejor garantía frente a presiones externas.  


La República Dominicana, que ha sufrido en carne propia la pérdida de su soberanía, tiene autoridad moral para recordar al mundo que la paz no se construye con fusiles, sino con respeto, cooperación y justicia. Nuestra voz debe resonar en los foros internacionales como un llamado a la memoria y a la dignidad.


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