Una parte considerable de la juventud dominicana ni es rebelde, ni tiene
causa. Ha perdido el rumbo, o nunca ha llegado a conocer su camino. La juventud
parece ser una masa amorfa que carece de trayectoria. Es el segmento
visible de lo nuevo, el que más llama la atención por sus desafueros y su rompimiento
personal de cánones sociales.
Hay otra juventud, silente, callada, que no hace bultos, que va a las
escuelas, a las universidades, a la fábrica, pero la que también en ocasiones
se desquicia cuando se encuentra con el muro insalvable de las desavenencias de
clases, donde son excluídos de los renglones económicos.
Los norteamericanos en la década del 50 del pasado siglo acuñaron la
idea del rebelde sin causa; esa era una forma de enfrentar a los luchadores por
conquistas sociales o por la liberación de sus pueblos, que además de
comprometidos tenían una causa.
Con el correr de los años, a mediados de los sesenta, esa juventud
norteamericana fue rebelde con una causa; se opuso a la guerra de Vietnam. Las
grandes manifestaciones de la juventud norteamericana, apoyadas por sectores de
poder de su país, que se llamaron pacifistas y liberales, obligaron a la
evacuación de Vietnam. Fue también esa juventud la que se lanzó a la lucha por
la igualdad, dejando a un lado la vieja política de segregación por el color de
la piel.
En 50 años, la juventud dominicana parecería que pasó de ser contestaria
y comprometida a economicista, pandillera, pendenciera y frustrada porque no
encuentra puertas abiertas para que florezca la esperanza. Con la caída de los
revolucionarios de los doce años, da la impresión de que las nuevas capas
juveniles perdieron el derrotero de la lucha.
En esa juventud que no es rebelde ni tiene causa, se encuentra la
síntesis de la violencia, el pandillerismo, el sicariato y el micro-tráfico de
drogas. Una juventud sin esperanzas, entrega su alma a las pandillas como forma
de subsistencia personal y colectiva, iniciando el derrotero incontenible de la
violencia.
La ola de criminalidad no se terminará en el país mientras se mantengan
las causas que excluyen a segmentos importantes y mayoritarios de la juventud.
Hay que ir a los roles de audiencia del Palacio de Justicia de Ciudad Nueva
para comprobar que casi el cien por ciento de los detenidos en tareas de
pandillerismo tienen menos de 27 años. Si así se escribe hoy el futuro, mañana
reinará una élite, que se puede capacitar por su respaldo económico.-
El futuro no comienza mañana. El primer paso hacia el porvenir se
da ahora, en este momento. Si no se empieza a echar la zapata de una juventud
rebelde y con causas, que luche por mejores condiciones de vida, que se
prepare, que encuentre salida a su problemática, entonces caeremos
en el abismo.
Hay salvación y hay futuro. Se tiene que trabajar desde ahora. Hay que
llevar a la juventud de nuevo a vivir la esperanza y ser agente de tener
rebeldías y causas.
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