Por: ANDRES L.
MATEO
Algunos se asombrarán con la interrogante
por lo obvio, pero la apariencia no es la esencia. Para empezar, Danilo Medina
no es un pensamiento, lo verdaderamente antitético a su ser es el pensar.
Se le podría definir como un pragmático, no en el sentido de la filosofía
desplegada por William James, sino en tanto la conveniencia y la
oportunidad eximen de todo principio, ético o religioso, en aras de
lograr sus objetivos.
No hay que hacer calistenia mental para
demostrarlo: el mismo hombre que abominaba de la reelección porque
“desestabiliza el Estado, propicia la corrupción, y hace que todas las
instituciones públicas se pongan al servicio de quien se reelige”(SON SUS
PROPIAS PALABRAS); acaba en el falseamiento de sí mismo, y se desdice, y juega
a ser Dios, empinándose sobre el paternalismo y la miseria ancestral. Lo malo
es que le construyeron una efigie sublimada, y quiere que todos le crean.
El fuerte aparato propagandístico ha hecho
que él mismo se sublimice con la desfiguración que le han construido. Hace unos
días fue capaz de decir que “él era un hombre que cumplía siempre su palabra”,
eructando un fuerte olor a “tiburón podrido”.
El gran éxito inicial de Danilo Medina fue
hacernos creer que él era lo inverso de Leonel Fernández.
Comenzó por minar la credibilidad menguada
del expresidente, labró la metáfora del maletín lleno de facturas, amagó con
llevar a la justicia a los funcionarios más emblemáticos de la corrupción de
los gobiernos leonelistas, regó como pólvora el monto del déficit fiscal dejado
por Leonel, tiñó con tinte nacionalista el rechazo al contrato firmado por
Leonel con la Barrick Gold, ligó al expresidente con el narcotráfico armando la
jugada de traer a Quirino, desmembró a los seguidores del leonelismo comprando
sus votos en el Senado y en la cámara de diputados, y alteró considerablemente
a su favor la correlación de fuerza en el comité político y en el comité
central.
Luego hizo del Estado una piñata con los
partidos de tradición clientelar, e impuso la reelección. Esa cartografía simple
nos dice con toda claridad quién es Danilo Medina. Un ser entregado a las
cosas, ama el poder más que a todo, y es el cínico (en el estricto sentido de
su etimología) que prometiendo la felicidad no le importa conducirnos a la
desventura.
No es un proyecto social, ni una idea. Su
verdadera naturaleza de dominación es una manipulación grosera que tiende a
evaporar con propaganda la realidad que ha impuesto el modelo político.
Ni siquiera ha tocado con el pétalo de una
rosa el modelo peledeísta que Leonel Fernández impuso a la sociedad. Se montó
sobre ése modelo para empujar la reelección, y lo reproduce en un nivel más
alto.
Un modelo erigido sobre una constitución,
la del 2010, cuidadosamente zurcida para mantenerse en el poder; un modelo con
sus “Altas cortes” de partidarios y socios del PLD con togas y birretes para
garantizar la impunidad, un modelo de financiación del partido a través del
presupuesto, un modelo que gobierna a su antojo el Tribunal electoral, la Junta
central electora y la cámara de cuentas, un modelo cuyo esquema de control ha
domesticado a la clase media, y la ha condenado a la incertidumbre, y la ha
frisado en la angustia de verse descender todos los días; un modelo que emplea
el asistencialismo como forma de control de las masas, un modelo pervertido por
la inequidad, un modelo que incentiva la violencia y la delincuencia, un modelo
cuyos paradigmas sociales exitosos son políticos ladrones, farfulleros, cínicos
y mentirosos.
Y Danilo Medina no puede encarnar la
negación de ése modelo, que ahora beneficia y consolida la hegemonía del grupo
económico que le acompaña en el gobierno.
Y en esto sí hay una diferencia importante
entre Danilo Medina y Leonel Fernández. En el gobierno del presidente Fernández
sus rentistas engordaron dentro del Estado revolcándose en el presupuesto
público directamente.
Ahí labraron sus fortunas. Los rentistas
de Danilo Medina vienen de afuera del PLD. Son inversionistas que ahora
pretenden hacer pasar el proyecto de la reelección como si fuerauna cruzada patriótica.
La reelección no es otra cosa que la
continuidad del modelo, y Danilo Medina una construcción que usa el Estado para
tratar de hacerlo posible.
0 Comentarios