Estudios confirman -entre otras cosas- que técnicas de
relajación como la oración pueden llegar a reducir la necesidad de cuidados
médicos
El poder de
la oración y de la meditación de corte positivo y no punitivo está probado, no
solo por los religiosos o por quienes cultivan la espiritualidad, ha sido
confirmado a través de la ciencia, esa que según el diccionario de la Real
Academia Española se define como “conjunto de conocimientos obtenidos mediante
la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que
se deducen principios y leyes generales con capacidad predictiva y comprobables
experimentalmente”.
No es casualidad
que las investigaciones al respecto comenzaran a duplicarse en décadas
recientes, incluso para analizar su efecto en la conducta de persona confinadas
en sistemas carcelarios. Por ejemplo, estudios apuntan que quienes
practican la oración, la meditación y actividades similares pueden llegar a
vivir hasta siente años más en promedio que quienes no lo hacen.
Tan reciente como
a finales de 2015 un estudio realizado en el hospital General de Massachusetts,
afiliado a la Universidad de Harvard, reveló que técnicas de relajación como la
oración, la meditación y el yoga pueden llegar a reducir la necesidad de
cuidados médicos en hasta un 43%, ahorrando decenas de miles de dólares por
paciente al año.
El estudio
titulado “Entrenamiento para la respuesta a la relajación y la resiliencia y su
efecto en el uso de recursos de cuidado de salud”, llega incluso a recomendar
que debido a sus beneficios sustanciales y bajo costo las llamadas
“intervenciones de mente y cuerpo” se “instituyan a manera de cuidado
preventivo como las vacunas o las clases de conducir”.
Hay instituciones
carcelarias que ya lo han hecho, obteniendo buenos resultados. El criminólogo
Gary Gutiérrez señala que “ha habido algunos programas de meditación en las
cárceles en Estados Unidos y han funcionado excelentemente, sobre todo para
bajar los niveles de violencia dentro de la cárcel”.
“Ha pasado, no
solo con meditación asiática como la budista sino que en sitios donde, sobre
todo afroamericanos, entran en comunidades religiosas musulmanas dentro de las
prisiones y son honestos, ayuda a bajar los niveles de violencia. Escuché hace
unos años en una conferencia de la Asociación de Criminología de Estados Unidos
que había administradores de cárceles fomentando este tipo de actividad porque
les ayudaba al manejo de la institución: (los reclusos) son mucho más limpios,
más ordenados por toda la disciplina que les enseña la meditación impulsada, no
por la fuerza sino por su proceso”, recuerda.
En su recién
publicado libro “Espiritualidad en la Clínica: Integrando la espiritualidad en
la psicoterapia y la consejería”, el psicólogo Juan González Rivera analiza el
resultado de estudios como estos.
“Ya nadie tiene
duda de los beneficios que tiene”, afirma en entrevista con Por Dentro el profesor
de la Universidad Carlos Albizu. Enumera algunos como reducción de la ansiedad
(incluso por comer), sensación de relajación, sustento para personas depresivas
y aumento en la actividad neuronal. También se ha encontrado que quienes
acostumbrar orar o meditar tienden a fumar menos y a consumir menos alcohol.
“En cuanto al
cerebro, ayuda para que la producción de neurotransmisores aumente a cualquier
edad. Estudios longitudinales han demostrado que las personas espirituales y
que practican la oración tienen un promedio de siete a diez años más de vida
que personas que no lo practican”, indica.
¿Es lo mismo
orar que meditar? De acuerdo con González Rivera, “la oración es un tipo de
comunicación con lo sagrado, con lo trascendental, con lo divino”. “El tipo de
oración que la persona haga va a depender de su cultura, su religión, de su
bagaje, pero prácticamente buscan lo mismo: el católico va a buscar comunicarse
con lo que entiende es Dios, el musulmán también, el ateo, al no tener esa
concepción de lo sagrado o divino, busca una concepción espiritual de conexión
con la naturaleza, etcétera; lo que va a buscar es conectar con eso que define
como mundo espiritual”, elabora.
Mientras,
meditación es una práctica espiritual y mental que generalmente involucra la
atención plena y la tranquilidad. Científicos le atribuyen, entre otras cosas,
relajar la mente y cuerpo reduciendo la presión arterial, adiestrar y
fortalecer los grados de conciencia, ayudar a enfocar y estabilizar el ‘Yo’,
liberar estrés, reducir síntomas de ansiedad y regular el estado de ánimo.
“La mayoría de los
autores convergen en que el propósito de la meditación consiste es conocerse a
sí mismo, alcanzar serenidad mental y disminuir el impacto del dolor, es decir,
ayudar al crecimiento consciente del ser humano”, apunta González Rivera. Dice
que puede incorporarse a las creencias individuales independientemente de la
religión que practique la persona.
“Lo que las
personas ateas o agnósticas hacen es meditación”, aclara el entrevistado.
No hay una sola
manera de orar o de meditar, y no todas son igual de efectivas. Entre los
principales tipos de oración el profesor menciona: oración meditativa,
ritualista, de petición, de intercesión y coloquial. La primera se centra
en el deseo de una experiencia de comunicación con un ser superior, lo que
muchos llaman “estar en la presencia de Dios”. “En este tipo de oración se
encuentran las distintas modalidades de adoración y la lectura espiritual
reflexiva”, expone.
Mientras, la
oración ritualista se caracteriza por una estructura ordenada, repetitiva y de
aspecto ceremonial. En esta categoría entran los rosarios, las misas, los
cultos devocionales, la lectura de libros de oraciones y de oraciones
prediseñadas, mantras, entre otros.
González Rivera
apunta que la oración de petición es la más usada y “se caracteriza por pedir a
Dios las cosas que se necesitan o se desean”. Además, está la de intercesión,
que solicita para otra persona o población. Y está la coloquial, que es más una
conversacióny puede incluir otros tipos de plegarias como la confesión y la
acción de gracias.
Sin embargo, el
estudioso de la conducta humana advierte que para quienes tiene una imagen de
un Dios castigador la oración, no importa de qué tipo sea, puede resultar
contraproducente, tóxica y provocar conductas producto de una espiritualidad
poco saludable.
“La persona podría
orar mucho, pero si la imagen de Dios no es correcta toda esta explosión de
beneficios quizá nunca la vea. Tanto pastores, como sacerdotes, directores
espirituales, consejeros y psicólogos podemos trabajar eso en terapia, generar
una imagen correcta, positiva y no una imagen tóxica. Una imagen tóxica de Dios
genera actitudes tóxicas como fanatismo, dogmatismo, rigidez, falta de
tolerancia. Eso es uno de los primeros indicadores de una espiritualidad
tóxica”, ilustra.
El psicólogo
adelanta que en su próximo libro, que titulará “Espiritualidad en la
psicoterapia y la consejería: Del debate a la integración”, el psicólogo y
pastor Marcos García expondrá manifestaciones de una espiritualidad tóxica.
Menciona, por ejemplo, la falta de capacidad para tolerar las diferencias en
los demás y de practicar la bondad con quienes piensan distinto. En cuanto a
los tipos de meditación identifica la meditación sentada, el conteo de
pensamientos, la atención a un pensamiento repetitivo o enfocarse en un estímulo
interno o externo.
Vidas transformadas
Sean cuales sean
las prácticas de oración y meditación elegidas, las mismas pueden cambiar
vidas. De ello da testimonio el propio Gutiérrez, quien por muchos años
se desempeñó como periodista y documentaba particularmente escenas de
violencia. “Estuve como cinco años meditando diariamente y aunque ya no medito
uno adquiere unos principios de vida que los transporta más allá de la cuestión
religiosa. Para mí era importante porque me ayudaba a manejar la ansiedad y la
hostilidad por la que uno vivía como reportero. Y es un buen recurso para
manejar, por ejemplo, la ansiedad de la gente que está viviendo si un hogar
seguro, de vivir en la calle”, comenta, haciendo referencia además al programa
de ayuda implantado hace más de 15 años por la organización Amor que Sana.
“La oración nos da
una seguridad de que estamos cuidados, de que nos están protegiendo, de que
somos criaturas protegidas y amadas y que para eso estamos en este mundo”,
plantea, por su parte, el doctor Juan Panelli Ramery, fundador de Amor que Sana
junto a su familia hace 20 años.
Contrasta, sin
embargo, la oración de petición con la de intercesión. “Estamos acostumbrados a
orar para pedir a Dios por mí, por mis cosas, por mi familia, por mi salud, y
Dios nos ha enseñado a pedir por los demás. Cuando le pedimos por lo demás y le
damos a los demás, Dios nos recompensa a nosotros y nos da a nosotros. Esa
oración es la que me ha mantenido a mí por más de 20 años ayudando a esta
población”, expone.
De otra parte, el
resultado en quienes inspiran la oración es igualmente poderoso según describe.
“La gente que está en la calle se siente que son animales y cuando piden en la
calle lo están haciendo sintiéndose como animales. En el momento en que los
sacas de eso y le demuestras que somos iguales, la cosa cambia. Jesús es amor
que sana. La humanidad se muere sola y vacía, buscando dinero, cosas materiales
que no te llenan el corazón ni las necesidades. Estamos tratando de llenar
corazones, de que vuelvan a tener sentimientos con la oración y con el servicio”,
afirma.
Tipos de oración
Meditativa
Ritualista
De petición
De intercesión
Coloquial
Tipos de
meditación
Sentada
De conteo de
pensamientos
Atención a un
pensamiento repetitivo
Enfoque en un
estímulo interno
Enfoque en un
estímulo externo
Sus beneficios
Reducción de
indicadores como ansiedad, cáncer, enfermedades del corazón, hipertensión,
depresión, violencia, fumar y consumo de alcohol.
Puede prolongar la
vida por hasta siete años.
Puede llegar a
reducir la necesidad de cuidados médicos en hasta un 43%, ahorrando decenas de
miles de dólares por paciente al año.
Personas
hospitalizadas que no la practican pueden permanecer hasta tres veces más
tiempo internadas que quienes lo hacen regularmente.
Pacientes
cardíacos que no practicaban ninguna religión mostraron 14 veces más riesgo de
morir luego de cirugía en estudios científicos.
Ancianos que nunca
o casi nunca asistían a iglesias mostraron el doble de incidencia de ataques
que quienes asistían regularmente.
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