Es cuestión de responsabilidad social. La
psicóloga establece otro contraste: el suicidio se puede prevenir si todo el
mundo asume su parte de la responsabilidad.
“El suicidio se puede evitar, no es una
muerte natural. Si hacemos campañas de prevención, damos buenos servicios de
salud mental, evitamos que los niños sean maltratados, porque muchos suicidios
tienen que ver con maltrato, con ‘bullying’, por ejemplo en la comunidad LGBTT
por la falta de aceptación de la familia”, establece antes de plantear otro
dato importante para la prevención.
“El suicidio tiene la particularidad que en
las familias tiende a haber otros. Entre los hermanos existen vínculos muy
estrechos y tienen que ver esos vínculos, a veces el hermano que sobrevive
siente que se tiene que ir con el otro, está el cómo la persona procesa el
sentimiento de culpa. Se convierte en una realidad en la familia, algo que es
posible. Por eso es una de las formas de prevenirlo, porque sabemos que puede
repetirse”, indica.
Menéndez informa que sobre el 90% de los
fallecidos son varones e identifica dos picos por edad -a los 40 y a los 80
años aproximadamente. Sin embargo, las mujeres son el género que más intenta
quitarse la vida.
¿Qué lo causa?
De acuerdo con la psicóloga “un suicida se
siente bien abandonado y abandona la vida, el suicida es la expresión más cruda
y dolorosa del abandono”. Algunas circunstancias son características
según la edad. Por ejemplo, los datos en Puerto Rico muestran que el 20% de los
niños y jóvenes de 10 a 19 años está pensando en suicidarse, 16% ya lo ha
intentado. “Tenemos una población en alto riesgo, tenemos unos jóvenes
infelices, sufriendo, y hay que hacer algo”, alerta.
“A partir de los 45 años suben las tasas
significativamente, que es cuando los hijos se van, un cambio de etapa, pero en
la edad de 80 a 84 el año pasado hubo una tasa de más de 17 por cada 100,000
habitantes, eso nos está diciendo que nuestros viejitos están sufriendo, se
sienten abandonados”, señala.
Monserrate Allende, directora de la Línea
PAS, alerta sobre el peligro en dos poblaciones en particular.
“Este año y en el pasado se ha visto la
tendencia de más llamadas en la tercera edad, personas que tienen las ideas,
que amenazan, que intentan, que están solos porque a lo mejor sus hijos ya
están fuera de Puerto Rico… En los adolescentes se ha visto un aumento de amenaza
e intento suicida. Es más común la laceración, el ingerir medicamentos de los
familiares y la mezcla de medicamentos con alcohol, tanto varones como
féminas”, detalla.
¿Qué hacer?
En ocasiones es posible detectar señales. Las
entrevistadas mencionan cambios como alteraciones en el ánimo, en patrones de
alimentación o sueño, aislamiento o extraversión súbitos, descuido en el aseo o
el vestir y expresiones como ‘la vida no vale la pena’, ‘estarían mejor sin
mí’, ‘no puedo más’ o ‘me voy a matar’. Sucesos como pérdidas de pareja, de
seres queridos, de trabajo, de bienes y pérdidas en general pueden ser
detonantes.
Pero a veces las señales no son notables. “En
el caso de los adultos mayores no dicen nada, dejan de comer, dejan de tomarse
los medicamentos y en muy pocas ocasiones anuncian su suicidio”, reconoce
Menéndez.
Sea como sea el caso, cuando se detecta la
idea o la conducta suicida se debe atender “como si fuera un infarto al
corazón”, e incluso llevar a la persona a una sala de emergencia si es necesario.
“Hablar con esa persona de manera muy
respetuosa, cuidadosa, sin burlarse. No juzgar. Decir ‘veo que estás sufriendo,
¿qué te pasa?’, y dentro de esa conversación preguntar si ha pensado en el
suicidio, en lastimarse. Preguntarle si lo ha planificado, cómo lo haría, con
qué. Con respeto, con suavidad, sin asustarte, invitarle a hablar para que
detalle, con un tono de voz suave, con mucho cariño porque lo que mantiene a la
gente en la vida es el amor, y no tiene que ser el amor familiar. Para salvar a
alguien hay que hacerlo con mucho amor”, recomienda Menéndez.
Llamar a algún familiar o a
alguien en quien confíe la persona a riesgo para trabajar el asunto juntos. Si
la persona identifica el objeto con el que hará daño se debe retirar el mismo
de su alcance y llevarle a una sala de urgencias o a una evaluación
psiquiátrica, pero todo con suma delicadeza, demostrándole afecto.
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