Por: AGENCIAS
MADRID.- Todo
empieza con los cereales industriales, galletas o magdalenas del desayuno y el
sándwich con zumo envasado que metemos en la mochila para el recreo. Que se
suma a una lata de bebida carbonatada, batidos, algún bollo industrial para la
merienda y en ocasiones pizza, salchichas, hamburguesas y sus salsas, conservas
o cualquier otro producto procesado que nos permite solucionar rápido una cena.
Las prisas
hacen que no nos fijemos en la cantidad de azúcar añadido que estamos sumando
gratuitamente a la dieta de los más pequeños y pone en riesgo su salud. No se
trata solo de caries y obesidad, sino de las enfermedades derivadas que -según
la comunidad científica- van a provocar la primera generación de jóvenes con
una esperanza de vida menor que sus padres por los malos hábitos alimentarios.
“El problema
que tenemos en España es una falta de conciencia crítica y falta de costumbre
de leer e interpretar los etiquetados de los productos. Asociamos el azúcar al
que se toma a cucharadas, pero no nos damos cuenta de que existe otro azúcar
peligroso que está escondido y disimulado. Incluso los productos que dicen “sin
azúcar añadido” son engañosos porque si vemos su composición comprobamos que no
es verdad.
Es imposible
que un zumo envasado no lleve algún edulcorante. La legislación del etiquetado
debería ser más restrictiva para que obligase a las compañías a declarar la
cantidad de estos compuestos y su riesgo para la salud”, señala la doctora
María Ballesteros, miembro de la Sociedad Española de Endocrinología y
Nutrición (SEEN).
Y añade:
“Con estos malos hábitos, que estamos inculcando a los niños, ponemos en riesgo
su salud. Hay tipos de obesidad muy dañinos que tienen signos menos evidentes:
no se trata solo de coger unos kilos. Además de la tremenda tasa de obesidad
infantil que tenemos, los estudios han demostrado que estos azúcares añadidos
aumentan las posibilidades de sufrir síndrome metabólico y enfermedades
derivadas como cardiopatías, hipertensión, diabetes y cáncer que reducirán su
esperanza de vida”.
¿Sabemos
realmente a cuántas cucharas de azúcar equivalen los productos que consumimos?
La respuesta es no. En muchas etiquetas solo se advierte en general la
presencia de sacarosa, fructosa, dextrosa, pero no la cantidad exacta. Algunas
iniciativas -como esta cuenta de Instagram– señalan la
equivalencia, pero recomiendan revisar siempre el etiquetado. Por ejemplo, una
cucharada de salsa de tomate para hamburguesa equivale a cuatro cucharas de
azúcar, mientras un refresco contiene entre 20 y 30.
La muerte edulcorada
La Asociación
Americana de Corazón acaba de publicar en la revista Circulationel
estudio Added Sugars and
Cardiovascular Disease Risk in Children, con la recomendación de
reducir en niños el consumo de azúcares añadidos -sólidos o líquidos-a menos de
25 gramos al día, lo que equivaldría a 100 calorías o seis cucharitas de
azúcar. La investigación, dirigida por Miriam Vos, experta en nutrición y
profesora asociada de pediatría en la Escuela Universitaria de Medicina de
Emory (Atlanta, Georgia), también recomienda reducir el consumo de bebidas
azucaradas a menos de 23 centilitros semanales. Una sola lata ya contiene 33
centilitros.
Estos datos
siguen la línea de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que en 2015 lanzó
una directriz mundial para reducir la
ingesta de “azúcares libres”(distintos de los “intrínsecos” y
saludables que encontramos de forma natural en frutas y verduras) al 10% y 5%
de la ingesta calórica total. También confirman las advertencias del estudio publicado
el año pasado que cifraba en más de 180.000 muertes anuales derivadas del
consumo de bebidas azucaradas. Precisamente un equipo de investigadores
españoles pertenecientes a la red CIBEROBN del Instituto de Salud Carlos III acaba
de publicar en la revista Journal of Nutrition un
informe en el marco del Estudio PREDIMED (Prevención con Dieta Mediterránea),
que señala directamente a las bebidas azucaradas -incluyendo bebidas light y
zumos de fruta envasados- como causantes del aumento del riesgo a sufrir
síndrome metabólico.
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