Bethania Ortega
Una persona posesiva posee un carácter muy absorbente y pretende tener siempre cerca a las personas que quiere. Ese comportamiento puede estar vinculado a un trastorno de personalidad narcisista (enamorado de sí mismo), dependiente, histriónico (que le gusta llamar la atención) o lo que se conoce como bordelinde (inestabilidad emocional y pensamiento polarizado).
Los grandes psicólogos coinciden que este
sentimiento generalmente es consecuencia de una dependencia emocional que
conduce a las personas, hombres o mujeres, a querer poseer al otro, lo que
conduce a un exceso de control, escenas y chantajes emocionales. Este
comportamiento puede originarse en la niñez o la adolescencia.
¿A
qué se debe?
A la inseguridad adquirida durante el proceso
de socialización que vive la persona durante los primeros años de vida, y que
en la etapa de la adolescencia se hace más frecuente. Quizás en esos primero
años de la vida la persona sufrió vacíos afectivos o maltratos por parte de sus
familiares, creando en el individuo un enorme deseo de ser amado, aceptado,
considerado, admirado y, sobre todo, de sentirse importante.
Si la persona posesiva no controla a tiempo
su problema, generará consecuencias o riesgos, ya que su comportamiento podría
convertirse en una enfermedad. Una batalla donde se lucha con rivales reales o
imaginarios.
Una persona posesiva siempre tiene un
comportamiento controlador, absorbente emocionalmente y pretende que su amigo o
amiga permanezca a su lado. Además, muestra celos y no permite que otras amistades
interactúen o busca defectos de las amistades que tiene su amigo o amiga.
Constantemente invaden la privacidad de sus
amigos, les llaman a cada momento para cuestionarles y en ocasiones reclamarle
su falta de afecto o exclusión de ciertas actividades.
Si tienes algunas de estas cualidades, ve a
un psicólogo. Si tienes a alguien cerca de ti con estas características, pon un
freno y haz conciencia de las posibles consecuencias.
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