Hace unos 11.000 años sucedió algo inédito en los últimos 100.000 años de historia de la Tierra: el clima del planeta se volvió estable.
Esta era geológica con temperaturas predecibles fue
bautizada como Holoceno y le permitió a la humanidad
desarrollar la agricultura, domesticar animales y básicamente crear el mundo
moderno actual.
Sin embargo, en ese proceso también extinguimos especies y
dañamos ecosistemas, contaminamos el aire, el agua y el suelo, y desatamos la
crisis del cambio climático.
En otras palabras, forzamos el ingreso al
Antropoceno, la actual era geológica donde los humanos somos los
principales responsables de los cambios en el planeta.
Es en este contexto que un grupo internacional de
científicos liderados por el sueco Johan Rockström del Centro de Resiliencia de
Estocolmo comenzó a investigar qué riesgo corremos de quebrar el equilibrio
natural y la capacidad de resiliencia de la Tierra.
Su influyente estudio, publicado en 2009, definió nueve
límites o parámetros interconectados que son determinantes para
mantener la estabilidad del planeta.
«Cada uno de esos aspectos es muy importante
individualmente, pero también es muy importante verlos con el conjunto«,
le dice Arne Tobian, investigador del centro, a BBC Mundo.
Además de identificar esos nueve procesos, los expertos
definieron medidas cuantitativas muy específicas para cada uno de ellos, que
delimitan una zona segura de acción y una de riesgo, que a su vez
va creciendo en peligrosidad.
Si no cruzamos esas fronteras trazadas,
dicen, la humanidad va a poder seguir prosperando por generaciones.
Pero en caso de pasar tan solo una de
ellas, nos exponemos a generar cambios ambientales irreversibles en todo el
sistema y desencadenar el colapso de nuestra sociedad.
Los resultados de este colosal estudio
fueron llevados a la pantalla en un reciente documental de Netflix
titulado «Romper los límites: La ciencia de nuestro planeta» y se ha
vuelto especialmente relevante en el marco de la 26ª Conferencia de las
Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26), cuyo objetivo es logar
que el mundo actúe rápido ante una crisis que se conoce desde hace décadas
y cuyo margen de acción es cada vez menor.
LOS 9 LÍMITES PLANETARIOS
De los nueve límites planetarios, ya cruzamos
cuatro, hay tres dentro de la zona segura (por ahora) y dos que todavía son una
gran incógnita.
1. Cambio climático
Uno de los cuatro límites que ya hemos sobrepasado es
quizás el más conocido de todos: el cambio climático.
Desde la Revolución Industrial, la temperatura
global ha subido 1,1°C. Este aumento es el responsable de los fenómenos
climáticos extremos que cada vez se producen con mayor frecuencia a lo largo
del mundo, como las sequías e inundaciones.
Según Naciones Unidas (ONU), hoy en día tenemos cinco
veces más desastres meteorológicos que en 1970 y son siete veces más costosos.
Las consecuencias son más devastación y más muertes.
La comunidad científica afirma que, para evitar que las
consecuencias del cambio climático sean aún peores, es necesario que el aumento
de la temperatura se mantenga en el entorno de los 1,5ºC.
No obstante, si seguimos tal como en la actualidad, para
fines de este siglo el incremento puede llegar a los 4,4°C, lo cual
sería catastrófico.
«El drama es que el desafío del cambio climático
puede ser el más fácil (de resolver) si uno considera el desafío del
desarrollo sostenible en conjunto», dijo Rockström al presentar su estudio en
una charla TED en 2010.
Por si fuera poco, el cambio climático es uno de los dos
límites planetarios considerados centrales por su influencia sobre todo el
sistema.
2. Integridad de la biósfera
La integridad de la biósfera, es decir, la pérdida de
biodiversidad y extinción de especies, es el otro de los límites centrales. Y
también lo hemos pasado.
Sin embargo, a diferencia del cambio climático, este
proceso ya pasó la zona de riesgo creciente y se encuentra directamente en la
zona de riesgo alto, lo que aumenta las probabilidades de generar
cambios ambientales irreversibles a gran escala.
Es tanto lo que hemos sobrepasado este umbral que algunos
investigadores creen que estamos en medio de la sexta extinción masiva
en la historia del planeta.
Para tener una idea, las extinciones masivas fueron
periodos donde se aniquiló del 60 al 95% de las especies.
En el documental de Netflix, Rockström asegura que deberíamos
perder cero biodiversidad y especies a partir del año que viene.
El desafío es monumental si se tiene en cuenta que
actualmente de las 8 millones de especies animales y vegetales que habitan el
planeta, 1 millón está en peligro de extinción.
No obstante, es un esfuerzo necesario: tener ecosistemas
saludables nos provee de aire limpio, suelos fértiles, agua dulce, cultivos
polinizados, materias primas para nuevos fármacos y un largo etcétera.
3. Cambio del uso del suelo
El uso del suelo es otro de los límites que hemos cruzado y
consiste en la transformación de bosques, pastizales, humedales, la tundra y
otros tipos de vegetación principalmente en tierras para la agricultura
y ganadería.
La deforestación, por ejemplo, tiene un enorme impacto en
la capacidad del clima para regularse, algo que los especialistas repiten cada
vez que hay incendios en el Amazonas.
Pero el cambio del uso del suelo es también uno de los
impulsores de las graves reducciones de la biodiversidad, sobre todo por la
creciente demanda de tierra para producir comida.
De hecho, uno de los desafíos actuales de la sostenibilidad
es cómo alimentar a las casi 8 mil millones de personas que viven en el
planeta (y los 2 mil millones más que habrán en 2050) sin quitarle más
terreno a la naturaleza.
4. Flujos bioquímicos
La cuarta y última frontera ya sobrepasada es la de los
flujos bioquímicos, que abarca sobre todo a los ciclos de fósforo y
nitrógeno.
Si bien ambos elementos son esenciales para el crecimiento
de las plantas, su uso excesivo en fertilizantes los coloca en zona de riesgo.
Uno de los problemas que esto genera es que parte del
fósforo y nitrógeno aplicados a los cultivos es arrastrado al mar, donde
empujan a los sistemas acuáticos a traspasar sus propios umbrales ecológicos.
5. Reducción del ozono estratosférico
De los nueve procesos, hay uno solo sobre el
que la humanidad actuó con éxito al ver las señales de alerta: la
reducción del ozono en la estratósfera.
Hace más de 30 años el mundo entero se puso de acuerdo
en prohibir los clorofluorocarbonos (CFC), sustancias
químicas que estaban provocando un «agujero» en la capa de ozono.
Las consecuencias de perder esta capa de protección iban
desde la multiplicación de los casos de cáncer de piel hasta daños
medioambientales irreversibles.
Tras el famoso Protocolo de Montreal, el ozono
estratosférico se ha ido recuperando, lo que hoy nos permite estar tranquilos
dentro de la zona segura para este proceso.
6. Uso del agua dulce
Si bien el uso de agua dulce está actualmente dentro del
área de acción segura, nos estamos moviendo de forma vertiginosa hacia
la zona de riesgo, asegura Rockström en el documental.
Es que la Tierra puede verse como un punto azul desde el
espacio, pero solo el 2,5% es agua dulce. Este porcentaje
es cada vez menor principalmente por la ya citada creciente presión de la
agricultura para producir más y más comida.
Cabe destacar que aunque la desalinización es posible,
consume mucha energía que, en general, proviene de los mismos combustibles fósiles
que contribuyen al cambio climático. Por si esto fuera poco, este proceso es
una fuente de contaminación de los ecosistemas costeros.
7. Acidificación del océano
Con la acidificación del océano sucede algo similar que con
el agua dulce: el límite no ha sido cruzado aún, pero
estamos peligrosamente cerca.
El problema es que sus efectos quedan justamente ocultos
bajo el agua, por ejemplo, con la muerte de los corales.
Este proceso en particular presenta una capa extra de
riesgo, pues varias de las extinciones masivas de la historia tuvieron
a la acidificación de los océanos como detonante.
En los últimos 200 años, el agua del océano se ha vuelto un
30% más ácida, una tasa de transformación química 100 veces más rápida que la
registrada allí en los últimos 55 millones de años.
Este límite está tan íntimamente ligado con el cambio
climático que se le suele llamar su «gemelo malvado».
Lo bueno es que si se cumplen las metas del cambio
climático ratificadas en la COP26, el pH del océano se mantendrá a raya.
8. Carga de aerosoles atmosféricos
Todavía quedan dos límites por mencionar que no están de
uno ni del otro lado de la frontera. Y es que los científicos no saben
cómo medirlos.
«No existe una línea base de los últimos 11.000 años para
esos procesos, porque son nuevos», explica Tobian.
Estos aerosoles afectan tanto al clima (por ejemplo,
provocan cambios en los sistemas de monzones en las regiones tropicales) como a
los organismos vivos (unas 800.000 personas mueren cada año de forma prematura
por respirar aire altamente contaminado).
9. Incorporación de nuevas entidades
El noveno y último proceso es la incorporación de las
llamadas «nuevas entidades».
Se trata de elementos u organismos modificados por los humanos,
así como sustancias enteramente nuevas. Esto incluye una lista de cientos de
miles de entidades que van desde materiales radiactivos hasta
microplásticos.
Pero quizás el mejor ejemplo sean los CFC, es decir, esas
sustancias químicas que fueron prohibidas para salvar a la capa de ozono
estratosférico.
Fuente: https://eldia.com.do/
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