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Adolescentes, móviles y redes: consejos para la nueva normalidad digital


María Sánchez-Monge

La pandemia ha acelerado el uso de dispositivos digitales entre los adolescentes, según pone de manifiesto un nuevo estudio. Buscar culpables carece de sentido; los expertos en educación y psicología proponen a los padres medidas para acompañar a sus hijos en un empleo racional y asegurar su bienestar emocional.

El confinamiento y la pandemia de Covid-19 han marcado un antes y un después en la vida familiar y, muy especialmente, en el uso de las pantallas por parte de los adolescentes. El tiempo dedicado al móvil, redes sociales, videojuegos, series y demás dispositivos digitales ha aumentado, pero también se han producido cambios cualitativos. Con motivo de la presentación de la cuarta edición del estudio El impacto de las pantallas en la vida familiar, elaborado por GAD3 y Empantallados.com, expertos en sociología, psicología, educación y comunicación han ofrecido pautas para ayudar a los padres a acompañar a sus hijos en la adaptación a la ya conocida como nueva normalidad digital.

Entre los principales datos que se extraen del estudio, elaborado con entrevistas a más de 800 padres, madres y adolescentes, destaca el uso intensivo del móvil, que se ha convertido en el rey de los dispositivos. El 68% de los jóvenes participantes reconocen que utilizan más el teléfono móvil que antes del confinamiento y el 84% admiten que lo usan para evitar aburrirse. “Las pantallas son un refugio para los adolescentes”, ha señalado Pía García Simón, responsable de Comunicación y Marketing de Empantallados. En este sentido, el 56% de los padres cree que sus hijos están más enganchados a las pantallas que antes de la Covid-19.

Una gran mayoría de los padres entrevistados -el 65%- consideran que el móvil y otros dispositivos constituyen una amenaza para la autoestima y la salud emocional de los adolescentes y el 40% de estos creen que las pantallas les producen “una montaña rusa de emociones”.

En cuanto a las principales preocupaciones que generan los aparatos digitales, los hijos nombran en primer término el ciberacoso, mientras que para los padres ocupan un lugar más destacado las relaciones con desconocidos que pueden entablar sus descendientes.

Ante los retos y riesgos que supone un entorno en el que lo digital adquiere un protagonismo en ocasiones excesivo, los expertos apuestan por un papel activo de los padres, que vaya más allá del control del tiempo de uso de pantallas y se adentre en un empleo más enriquecedor de la tecnología.

Ser referentes en el uso de la tecnología

Según el estudio, el 78% de los adolescentes reconocen que, aunque piensen de forma distinta, hacen caso de los consejos de sus padres. En opinión de Charo Sádaba, investigadora europea de menores y tecnología y decana de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra, los padres tienen que aprovechar que siguen siendo un referente para sus hijos para ayudarles en el uso de dispositivos, que muchas veces saben manejar a la perfección desde el punto de vista tecnológico, pero “les falta experiencia de la vida, algo que sí tenemos los adultos”. 

En definitiva, los progenitores les pueden aportar “un criterio educativo que les ayude a navegar entre la sobreabundancia de información no solo política, sino también comercial”. Por ejemplo, considera que muchos menores carecen de la capacidad de valorar los intereses que puede haber detrás de los mensajes de los influencers. Además, hay que tener en cuenta que “el entretenimiento hace que se rebajen los niveles críticos”.

Fomentar el empleo de dispositivos con una finalidad

La constatación de que más del 80% de los adolescentes utilizan el móvil como refugio frente al aburrimiento puede llevar a los padres preocupados por el ocio de sus hijos a adoptar diferentes medidas extremas: desde limitar al máximo el tiempo de uso de smartphones de sus hijos hasta darse por vencidos y darles vía libre. Pero hay una vía intermedia que propone explorar María José Abad, coordinadora de contenidos de Empantallados, y que consiste en fomentar un empleo que vaya más allá de la mera evasión: “Es importante que los jóvenes utilicen las pantallas con un para qué. Si no, es fácil que queden atrapados y naveguen sin rumbo”. La experta anima a los adolescentes -y a sus padres- a “tener un proyecto personal en redes sociales, que se creen una marca personal basada en sus hobbies, que se desmarquen de las redes como mero postureo o como consumidores de contenidos recomendados por un algoritmo”.

En lo que se refiere a las horas que pasan los más jóvenes ante las pantallas, Abad considera que “no es tan importante medir cuánto tiempo están con el móvil, sino qué están dejando de hacer por estar con el teléfono”. En todo caso, cree esencial “fomentar un uso equilibrado, combinándolo con actividades sin pantallas, como leer, hacer deporte, voluntariado…”.

Entender el impacto emocional de las redes sociales

Con frecuencia se culpa a las redes sociales de la baja autoestima de los adolescentes. Para la psicóloga Silvia Álava, “buscando culpables no adelantamos nada; los padres y educadores debemos enseñarles a gestionar bien las pantallas y evitar la comparación social”, transmitiéndoles, entre otras cosas, que su valía personal no depende del número de me gusta que reciben. Para ello, considera esencial “trabajar su autoconcepto, conocer tanto sus defectos como sus virtudes, enseñarles a quererse, a mejorar cada día y a estar a gusto consigo mismos”.

Junto a ese trabajo diario en todos los ámbitos, Álava estima fundamental que los padres reflexionen sobre el uso que ellos mismos hacen del móvil y otros dispositivos y el referente que ofrecen a sus hijos. “Seamos críticos; nosotros somos un modelo para los adolescentes”. En su opinión, “hemos perdido capacidad de introspección y a la primera de cambio echamos mano del móvil”. Ante esta tendencia, propone “dejar de utilizar las tecnologías como anestesiadores y usarlas para cosas buenas”, ya que, “si queremos enseñar a los adolescentes, primero tenemos que darles ejemplo para lograr que el ocio digital no suplante a la calle y a estar con sus amigos”.

El estudio sobre el impacto de las pantallas en el confinamiento arroja un dato muy revelador y esperanzador: solo el 36% de los jóvenes entrevistados prefieren quedarse en casa jugando a un videojuego en vez de salir a la calle y casi el 80% se decantan por las clases semipresenciales o presenciales.

Reducir la brecha digital 

Negar la evidencia no conduce a ninguna parte, el futuro es tecnológico y, en palabras de Rodrigo Miranda, director general de ISDI, la primera escuela nativa digital, “lo digital sí o sí jugará un papel importante”. En la sociedad de las pantallas “lo único permanente es el cambio y, cuanto antes lo aceptemos y aprendamos a gestionarlo, mejor nos irá en el futuro”.

Los padres participantes en el estudio reconocen esa realidad, ya que el 94% afirmaron que las pantallas van a ser muy importantes para el futuro profesional de sus hijos. De ahí que Miranda asevere que ha llegado la hora de “saltar” y asumir las nuevas competencias que es necesario adquirir para reducir la brecha digital que persiste. “En España hay ocho millones de ciudadanos que están perdiendo el tren del mundo digital”, afirma.

 

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