Por: Maria Alejandra Morgado Cusati
El "slow life" es un movimiento cultural internacional que promueve un estilo de vida desacelerado y enfocado en el momento presente. A continuación profundizamos en qué consiste y cómo aplicarlo.
Hoy en día, y especialmente en la cultura occidental, es bastante común que las personas llevemos un ritmo de vida acelerado y automático; el exceso de obligaciones y la inmediatez están a la orden. Ante esta realidad insana, surgen movimientos, como el slow life, que abogan por un estilo de vida más lento y relajado.
Según esta filosofía, la clave de la felicidad y el
bienestar está en priorizar aquellos hábitos que fomentan un equilibrio entre
cuerpo y mente; así como el desarrollo integral de la persona. Por ejemplo,
pasar más tiempo con los seres queridos, realizar ejercicio físico o mental,
disfrutar de viajes para relajarse y darse el tiempo para descansar.
Profundicemos en ello.
¿Qué es el slow life?
El slow life significa literalmente “vida
lenta” y refiere a una corriente o movimiento cultural internacional
que promueve un estilo de vida desacelerado. Se priorizan aspectos
fundamentales cotidianos, como el descanso, la comunicación, la alimentación,
el aquí y el ahora y las relaciones personales.
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El planteamiento de base del slow life es
que el ritmo de vida actual, en especial en la cultura occidental, es
insostenible e insano. Pues existe una priorización absoluta del trabajo sobre
otros aspectos de la vida, un consumismo desatado que no quiere que
reflexionemos nada y una dificultad para disfrutar con plenitud nuestra
existencia.
Ahora bien, el movimiento slow no
significa ser vago o trabajar poco. Sino que implica tomarse la vida de
otra manera, dejando de lado la prisa que domina nuestro día a día y
disfrutando da cada acción, de cada momento y de cada persona.
¿Cómo surgió este movimiento?
El movimiento slow se originó a finales
de los 80 en Italia, como respuesta a la invasión de la comida rápida
o comida basura en dicho país. En este caso, el sociólogo
Carlo Petrini se rebeló ante la apertura de un MacDonald’s en Roma y fundó el
movimiento slow food (“comida lenta”), que propone una vuelta
a los valores tradicionales de la gastronomía.
Esto significa el respeto de los productos naturales, el
consumo de alimentos ecológicos y poco procesados, la preferencia por productos
locales y de temporada, y la sostenibilidad de todos los procesos relacionados
con nuestra alimentación.
Asimismo, el slow food también postula la
alimentación consciente, que implica poder tomarnos nuestro tiempo para
saborear los alimentos, detenernos para apreciar los aromas, los colores y las
texturas de cada bocado. En suma, tener una experiencia más
satisfactoria y plena, incompatible con cualquier tipo de prisa.
Desde su fundación, el movimiento slow food ha
ganado cada vez más seguidores y hoy cuenta con miles de adeptos en todo el
mundo. Además, poco después de su creación, el concepto slow se
extendió a otros campos, como el trabajo, el turismo, la educación, el sexo y
la moda.
De hecho, hoy podemos encontrar ciudades slow (slow
cities) en todos los continentes, las cuales abogan por un estilo de
vida desacelerado, tienen mercados con productos ecológicos, edificios
sostenibles y restaurantes con huerto propio.
Incluso existe una web especializada en la que se explica cuáles son
estas ciudades y qué principios cumplen. En España, por ejemplo, hay siete
localidades que practican este estilo de vida. Algunas de ellas son Begur,
Pals, Palafrugell y Bigastro.
Ahora bien, al conjunto de todas estas
prácticas slow es a lo que hoy en día llamamos slow
life. El acuñado de dicho término suele atribuirse al periodista y
escritor canadiense Carl Honoré, autor del libro Elogio de la lentitud.
9 claves para poner en práctica la filosofía
del slow life
El slow life es una excelente
forma de disfrutar más de la vida y alejarnos del estrés. Pero
aplicarlo puede ser todo un reto, pues estamos muy acostumbrados a los ritmos
acelerados y a la sobrecarga de obligaciones.
Sin embargo, no es imposible. Lo ideal es que empecemos a
integrar, de forma gradual, hábitos slow a nuestra
rutina. Dicho esto, a continuación te mostramos algunas pautas simples que
te ayudarán.
1. Sé consciente del momento presente
Como ya dijimos, el slow life no
es sinónimo de falta de actividad, por lo que no debe entenderse como
ociosidad o pereza. De hecho, este movimiento no se refiere a hacer lo mismo,
pero más lento.
Al contrario, se relaciona más con la toma de
consciencia del ahora, concentrando nuestra mente en lo que hacemos en cada
momento, sin la injerencia de pensamientos sobre el pasado o el futuro.
Una de las técnicas más efectivas para aprender a
enfocarnos en el momento presente es el mindfulness. Si añades esta práctica a tu rutina
diaria, empezarás a notar cambios en tu forma de percibir y valorar cada
momento.
2. Disfruta de la naturaleza
El contacto con la naturaleza nos invita a
bajar el ritmo y contemplar su majestuosidad. De hecho, se ha comprobado que los entornos naturales potencian
nuestro bienestar general.
Ahora bien, no hace falta abandonar la ciudad e irse a
vivir al campo para poder apreciar la naturaleza. Podemos conectar con ella
paseando por las zonas verdes de la zona en la que vivimos o hacer ejercicio en
entornos naturales.
3. Conecta con las personas que te rodean
El ritmo de vida ajetreado y el creciente auge de las redes sociales hacen cada vez más difícil la
comunicación cara a cara y el contacto genuino con quienes nos rodean.
Por lo tanto, es importante valorar nuestras
relaciones, facilitar los momentos de encuentro y velar porque los
impactos de nuestra vida en el resto de la comunidad sean positivos. En este
caso, la comunicación y la escucha son pilares fundamentales.
4. Evita el consumismo
El consumismo nos hace creer que necesitamos determinados
productos para poder ser felices. Cuando en realidad requerimos de pocas cosas
materiales para alcanzar ese estado.
Así que, para desarrollar una vida slow, debemos
conocernos, analizar nuestra vida y pensar en qué es lo que realmente
necesitamos para ser felices. En otras palabras, este movimiento nos invita
a ser consumidores conscientes, que adquieren lo que necesitan y son responsables
con el medio ambiente.
5. Usa la tecnología para facilitarte la vida
Cabe acotar que el movimiento slow life no
está en contra de la tecnología. Al contrario, promueve su uso, siempre
y cuando nos ayude a llevar una vida más plena, feliz y sostenible. Lo
ideal es que recurramos a ellas como medio o herramienta, en lugar de un fin en
sí misma.
6. Practica el slow eating
Al momento de comer, saborea los alimentos, mastica
bien y disfruta de la comida. Evita comer viendo el móvil o la
computadora y procura compartir este momento con otras personas.
Así, no solo conectarás con los que te rodean, sino que
también tu cuerpo procesará la señal de saciedad antes y te ayudará a perder
peso. Estarás más consciente de lo que ingieres.
7. Equilibra estrés con relajación
Sabemos que puede ser muy difícil desprenderse de las
obligaciones. No obstante, podemos compensar los picos de trabajo y el exceso
de tareas haciendo espacio para actividades que nos permitan relajarnos.
Como por ejemplo, salir a correr, hacer yoga, leer, concretar manualidades, ir de paseo. Lo
ideal es que busques pasatiempos que te inviten a la pausa, a la conexión
contigo mismo y a la reflexión.
8. Evita la multitarea
Hacer varias cosas a la vez suele asociarse con la
productividad y la efectividad. Sin embargo, la realidad es que nuestra
capacidad para atender y concentrarnos es limitada.
Por lo que dedicarnos a varias tareas en un solo momento no
hace más que perjudicar nuestro desempeño. Se propicia la frustración y el
estrés.
Por lo tanto, te aconsejamos hacer una cosa a la
vez y tener descansos breves entre tareas. Así te mantendrás más enfocado
en lo que haces y conservarás tus niveles de energía durante el día.
9. Planifica tu día
Para evitar la sensación de que te falta el
tiempo, lo ideal es que puedas planificar tu día. Para
ello debes hacerlo con expectativas bajas sobre las actividades que quieres
abordar, ya que siempre surgen imprevistos que nos hacen modificar la agenda.
Además, en esta planificación debes reservar un espacio
para hacer las cosas que te gustan y que te permiten desconectar de las
obligaciones. Solo así lograrás sentirte bien y descansado.
Slow life: ¿una forma de ser más feliz?
Quienes practican este estilo de vida afirman que sí, que
el slow life los ha ayudado a ser más felices. Pues
requiere ponerle un freno a la vida, reajustar y seguir avanzando con las ideas
y los objetivos mucho más claros.
Por tanto, si quieres sentirte más pleno, aplicar el
movimiento slow sería un buen punto de partida. ¿Te animas?
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