Madrid.– Todos sufrimos altibajos en nuestra vida y, en ocasiones, es necesario acudir al psicólogo. ¿Cuáles son las líneas rojas que nos indican que necesitamos ayuda profesional?
Aunque los momentos complicados se alternen con los
plácidos, el problema surge cuando una sensación de malestar se mantiene de
forma constante y puede que sea cuando necesitemos acudir al psicólogo antes de
que nuestra salud mental se resienta.
“En este sentido, cuando los síntomas que estamos
experimentando se prolongan en el tiempo al menos durante dos semanas
consecutivas y crecen en intensidad, de tal forma que empieza a aparecer una
incapacidad a la hora de realizar tareas de nuestra vida cotidiana, deberíamos
empezar a preocuparnos”, según los expertos de TherapyChat, servicio online de
psicología.
Reconocer este malestar y pedir ayuda psicológica “no es un
signo de debilidad, sino una forma de autocuidado y de toma de conciencia de
nuestro propio organismo, que va a ayudarnos a conseguir un mayor desarrollo
personal”, apuntan.
De hecho, ir al psicólogo no tiene que estar siempre
acompañado de una sintomatología negativa específica. La terapia psicológica no
solo es una forma de ayudarnos a reducir un malestar, sino que también es un
recurso perfecto para el crecimiento personal y el autocuidado, que incrementa
nuestro bienestar.
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Los signos que nos alertan para acudir al psicólogo
Antes de acudir al psicólogo debemos tener claro si hay un
evento desencadenante (cambio de domicilio, un divorcio o una separación de la
pareja, el abandono de los hijos de la casa… etc.) o si, por el contrario,
aparentemente no parece tener que ver con un ámbito en concreto.
En cualquiera de las dos situaciones, estas son las señales
de alerta:
1. Dificultad en las tareas de la vida diaria.
No poder desarrollar actividades que antes hacíamos con
normalidad suele ser uno de los primeros síntomas en aparecer. Cuando tenemos
un bajo estado de ánimo que se prolonga en el tiempo, aparece la apatía.
En ese momento solemos dejar de hacer cualquier tipo de
actividad, empezando a tener la sensación de que todo se hace cuesta arriba,
bien sea por falta de concentración, por falta de motivación o, quizá, por no
ser capaces de encontrarle un sentido al hecho de realizarla.
Esto se verá reflejado en la aparición de una incapacidad
para desarrollar con normalidad las actividades académicas, laborales o
cualquier tarea doméstica cotidiana. Normalmente, esta incapacidad irá
apareciendo gradualmente, agravándose con el paso del tiempo.
2. Cambios bruscos en el estado de ánimo.
Tener un carácter especialmente irritable, estar siempre de
mal humor o pasar de la risa al llanto de manera muy rápida, son señales de que
algo no va bien.
Estos cambios bruscos en el estado de ánimo, que nos hacen
sentir que las emociones nos desbordan y no podemos controlarlas, pueden ser la
forma que tiene nuestro cuerpo de canalizar la frustración al no entender de
manera precisa lo que está ocurriendo en nuestra mente.
Hay que prestar especial importancia a emociones como
tristeza, enfado o a los estados de desgana o ansiedad, sobre todo si son
intensas y mantenidas en el tiempo. Lo importante es darse cuenta de que este
malestar emocional nos quiere decir algo y que hay un mensaje que necesita ser
atendido detrás de esas emociones.
3. Problemas en las relaciones personales.
Cuando existe algún problema en nuestro bienestar emocional
es normal que las relaciones personales se vean afectadas, ya sea porque se dará
una tendencia al aislamiento social, porque la sensación de apatía nos impedirá
querer realizar planes sociales o porque no seremos capaces de disfrutar de
ellos tanto como antes.
Es importante resaltar que este cambio en el comportamiento
social suele darse de manera brusca y poco usual y no debe estar asociado a
rasgos de personalidad, como la introversión, o a acontecimientos externos,
como una enfermedad.
4. Alteración en el sueño y la alimentación.
Esta es una de las áreas que más afectadas suelen estar y
uno de los principales indicadores de que hay algo que falla. En lugar de
conciliar el sueño con normalidad, podremos experimentar dificultades para
dormir (insomnio) y nos desvelaremos con mayor facilidad. Esto suele ser un
indicador de la existencia de preocupaciones constantes que nos impiden
relajarnos.
Con respecto a la alimentación, suele ser una de las
principales estrategias para canalizar las emociones. Se puede dar el caso en
el que dejemos de comer debido a un gran estado de nerviosismo o, por el
contrario, en el que comamos en exceso o consumamos más hidratos o azúcares
perjudiciales para nuestra salud (hambre emocional), según TherapyChat.
5. Aparición de señales físicas.
La salud física y mental van de la mano, de tal forma que
la afectación de una de ellas tendrá repercusiones en la otra. En muchas
ocasiones, los síntomas físicos pueden ser grandes indicadores de que existe un
malestar psicológico y nos serán de gran ayuda para poder detectar procesos
psicológicos que aún no se han manifestado al completo.
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