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Ola de calor: las personas con estas enfermedades corren más peligro

Ante una ola de calor, hay personas especialmente vulnerables a los efectos de las altas temperaturas. Especialistas en endocrinología y cardiología explican el impacto en pacientes con enfermedad cardiaca o diabetes y cómo deben protegerse.


El calor extremo supone un sobreesfuerzo para el corazón. (Fotos: Shutterstock)

Autora: María Sánchez-Monge

Las olas de calor, según informa la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC), pueden incrementar los riesgos de deshidratación, edemas, calambres musculares y problemas de la piel. Además, agravan las enfermedades crónicas y aumentan los accidentes cerebrovasculares (ictus) y los partos prematuros. Por otro lado, también se sabe que incrementan la siniestralidad laboral y el tráfico, así como las intoxicaciones alimentarias y las enfermedades que se transmiten por el agua y los alimentos. 

Nadie está libre de sufrir un golpe de calor u otros peligros con las temperaturas tan elevadas que se están registrando en casi todo el territorio español. Sin embargo, hay personas especialmente vulnerables, como los bebés y los ancianos y quienes padecen ciertas patologías. La diabetes y las enfermedades cardiovasculares son dos de las más destacadas.

 

Altas temperaturas y diabetes

 

Las personas con diabetes deben protegerse adecuadamente del calor porque las temperaturas extremas pueden afectar al metabolismo de la insulina, alterar los niveles de glucosa en sangre y desencadenar complicaciones agudas como hipoglucemias o deshidratación. Hay que tener en cuenta que los síntomas iniciales pueden pasar desapercibidos si no se presta atención a las señales del cuerpo. 

En palabras de Marta Carrasco, jefa de Endocrinología del Hospital Universitario Sanitas La Moraleja, “el calor modifica la forma en que el organismo procesa tanto los hidratos de carbono como la insulina”. En días muy calurosos, advierte, “el riesgo de hipoglucemia se incrementa por diversos factores: la actividad física, pérdida de líquidos, modificaciones en el apetito o  incluso una absorción más rápida del fármaco administrado por vía subcutánea”. Según añade la especialista, “a esto se suma que el sudor, el cansancio o la confusión pueden confundirse con sensaciones propias del verano, lo que retrasa la identificación de una bajada de  glucosa”.

En las personas que reciben tratamiento con insulina o hipoglucemiantes orales, las  descompensaciones son más frecuentes si no se adapta la dosis al nivel de ejercicio, la  alimentación y la exposición al calor, indica Carrasco.

 

Golpe de calor

 

Por otro lado, los golpes de calor pueden ser más intensos en las personas con diabetes, especialmente si existe daño en el sistema nervioso autónomo, que es una complicación que afecta la capacidad de regular la temperatura corporal. “El cuerpo  pierde eficiencia para sudar o percibir la sed, lo que favorece cuadros de deshidratación y puede derivar en una emergencia médica si no se detecta a tiempo”, recalca. 

Los cambios de alimentación durante el verano también pueden tener un impacto considerable. Según expone la nutricionista de Blua de Sanitas Alba Soto, “durante el verano es común comer menos, saltarse comidas o sustituir platos completos por fruta o tentempiés ligeros. Si no se planifica adecuadamente, esto puede descompensar la ingesta de hidratos y favorecer episodios de hipoglucemia, especialmente si se mantiene la misma dosis de insulina”.

 

Recomendaciones de los expertos

 

Estas son las recomendaciones de los especialistas para evitar sustos en personas con diabetes durante el verano:

  • Revisar con el equipo médico la pauta de tratamiento antes de irse de vacaciones o realizar cambios de rutina. La dosis de insulina o fármacos orales puede requerir ajustes. 
     
  • Evitar la exposición directa al sol en las horas centrales del día, especialmente si  se va a realizar ejercicio. Se recomienda optar por primeras horas de la mañana o el atardecer. 
     
  • Hidratarse con frecuencia, incluso sin sensación de sed. Es preferible beber  agua o bebidas sin azúcar, evitando alcohol y refrescos con cafeína. 
     
  • Planificar las comidas y no saltarse ingestas. Es conveniente llevar siempre un  tentempié con hidratos de carbono de absorción rápida (zumos, fruta fresca,  deshidratada o dátiles) ante una posible hipoglucemia. 
     
  • Conservar correctamente la insulina y los dispositivos de medición. Las altas  temperaturas pueden reducir la eficacia de los fármacos o alterar los resultados.  Se recomienda utilizar neveras portátiles o carteras de frío y evitar la exposición  directa al sol. 
     
  • Reconocer los síntomas de alarma: sudor frío, temblores, confusión, dolor de  cabeza o palpitaciones pueden indicar una bajada de azúcar. Ante la duda,  conviene actuar como si fuera una hipoglucemia. 
     
  • Protegerse del golpe de calor con ropa ligera, sombrero y descansos frecuentes  en zonas frescas. Si se presentan mareos, piel caliente, pulso acelerado o  alteraciones del estado de conciencia, es necesario actuar con rapidez. 

 

Impacto del calor en el corazón

 

Antonio Álvarez-Vieitez, jefe de Cardiología del Hospital Universitario Nuestra Señora del Rosario, explica cómo reacciona el corazón a las altas temperaturas y cuáles son las principales consecuencias: “Empieza a bombear más sangre a la piel y esta se ventila por el efecto del sudor, lo que crea un sobreesfuerzo al corazón, que debe trabajar aproximadamente tres veces más”. De persistir la situación, o en el caso de que el individuo tenga el corazón débil, “se origina una insuficiencia cardiaca con signos de fatiga”. Al mismo tiempo, añade, “el riñón, al recibir menos sangre, hace que sus arterias se contraigan y sea insuficiente para depurar la sangre, lo que hace perder sales y líquidos y conducir a la deshidratación”.

 

Efecto en la circulación periférica y la hipertensión

 

Otro de los efectos del calor es la ralentización por vasodilatación de la circulación periférica, lo que origina edemas (retención de líquidos) en las piernas. Para evitarlo, Álvarez-Vieitez recalca que no se debe estar largo tiempo de pie quieto, ni tampoco demasiado tiempo sentado. “Es aconsejable hacer ejercicio moderado y procurar tener las piernas en alto. Si se permanece largo tiempo de pie, es posible que aparezcan hipotensión, mareos y pérdidas de conocimiento (síncope) por falta de riego cerebral”, expone.

En cuanto a la hipertensión, el especialista comenta que el calor “es bueno para los hipertensos, pues les es más fácil controlar la tensión arterial que cuando hace frío, pues este estrecha las arterias y sube la tensión”. Ahora bien, no conviene confiarse y, en particular, los hipertensos que estén tomando medicamentos diuréticos “deben tener cuidado con las altas temperaturas, pues resulta más fácil deshidratarse”.

 

Fuente: https://cuidateplus.marca.com/

 

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