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Escrito por: Hecmilio Galván (triunfaremos@gmail.com)

Yo no estaba ahí cuando lo decidieron, no sé quién o quiénes lo hicieron, pero la idea de iluminar con faroles las calles del centro de Santiago, es quizás una de las mejores decisiones de política urbana que podamos advertir en el país.

Por primera vez tuve la oportunidad de pasar algunos días en la segundad ciudad más importante del país. Siempre iba o venía pasando, o más bien, participando en alguna actividad y retornando el mismo o al otro día.

En mi adolescencia, primero, para asistir a los encuentros literarios en la Colina Interior de Pedro José Gris organizados por Bruno Rosario Candelier; después, una que otra reunión o viaje por la Línea Noroeste me hacía recorrer nueva vez sus calles.

Ya más recientemente, para asistir a las actividades que La Multitud acostumbra a realizar en el Centro Regional Universitario de Santiago (CURSA), donde casi siempre me topo con el buen amigo y admirado Miguel Ángel Muñiz.

Ahora recorro sus calles nuevamente y, aunque por motivos laborales, pude aprovechar el tiempo para entrañarme con su realidad, con las aspiraciones y problemas de su gente, pero sobretodo, sacar ideas y conclusiones para mejorar mi entendimiento sobre la Capital del Norte.

Santiago de los Caballeros es sin duda una ciudad que encanta. La combinación de lo viejo con lo nuevo, lo clásico con lo moderno, se puede respirar por sus ventanas siempre abiertas. Es una ciudad que gira aun sobre su centro histórico, lleno de edificaciones antiguas, calles estrechas y caminantes con rumbo, y sin él.

A diferencia de Santo Domingo, cuya Ciudad Colonial es un reducto del pasado, reservado para turistas, artistas, proxenetas, predicadores, buscavidas y locos, el Centro Histórico de Santiago vibra, está limpio y lleno de vida urbana, en el día y en la noche. Lleno de comercios, de espacios públicos y de motivos para visitarlo.

Ahora entendí lo de los parquímetros, se hacía necesario regular el problema del parqueo en una ciudad que fue construida para recorrerla en carrozas, o bien, cuando habían pocos autos, y que ahora retumba de bocinas y faroles. Lo que no termino de entender todavía es que sea un negocio de unos pocos, motivo de lucro y malestares.

Conserva Santiago ese estilo de ciudad latinoamericana (muy suramericana) de mediano tamaño, con sus callejas y sus plazas. La recuerdo en Cochabamba, se siente el olor de las ciudades de los valles latinoamericanos, con la cuadriculación española y la fortaleza serena esperando una guerra que parece que no vendrá (gracias a Dios).

Los bulevares aquí, sí son bulevares, al menos el de Las Carreras. Son bulevares por los que se puede caminar y respirar el valle sin limitaciones. Y es que, la preservación de este Centro Histórico, la recreación de los espacios arquitectónicos perdidos, se convierte en una necesidad fundamental, no sólo para recuperar el patrimonio y el orgullo, sino más bien, para utilizarlo como un instrumento fundamental de desarrollo desde la perspectiva de la industria turística.

Pensar en Santiago es pensar en el centro económico del Cibao, cuna de una pujante oligarquía industrial y política; pero Santiago, también pudiera bien ser una ciudad turística; al menos su centro, tiene cualidades suficientes para atraer turismo interno e internacional. Creo que poco de estas posibilidades se aprovechan en la actualidad.

Pero claro que no es Santiago, es el país que carece de una política de turismo urbano, que articule nuestras ciudades hacia el visitante y desarrolle sus capacidades para atraerlo y mantenerlo.

Pero el turismo puede ser además una alternativa efectiva para palear el problema estructural de desempleo de una ciudad que sigue creciendo y que demanda cada vez mayores fuentes de trabajo; sobre todo, a raíz de la grave crisis por la que atraviesa el sector de zonas francas, que sólo en Santiago durante el 2009 ha dejado al menos 20 mil nuevos desocupados.

Pero el turismo y el desempleo tienden a relacionarse con el tema de la seguridad ciudadana, clave en el país, pero particular en esta ciudad. Para Santiago es preciso articular políticas urbanísticas y sociales que promuevan la inclusión y que reduzcan la delincuencia. Eso sólo es posible actuando sobre las causas profundas del fenómeno, con programas participativos que empoderen a las comunidades, influyan en la familia y su bienestar y se preocupen por ofrecer una vida digna y plena a los/as jóvenes.

Más allá de lo que tiene que ver con su propia realidad, conocer Santiago a profundidad también invita a reflexionar sobre la necesidad de la descentralización del Estado dominicano. Es una discusión relevante, porque no se trata de promover la fragmentación político social del país, sino más bien, impulsar un modelo desarrollo que desconcentre el Estado-nación en el sentido de garantizar niveles de desarrollo similares o al menos parecidos en las diferentes regiones del territorio.

En otras palabras, el aporte de Santiago a la vida económica, cultural y política del país, no es retribuido de forma equivalente desde el punto de vista de las políticas públicas, tampoco con un sentido de promover el desarrollo regional o local.

Pero volvamos a sus calles adoquinadas y a sus atardeceres, siendo todavía el Monumento, la entrada a la ciudad y su punto más alto y simbólico. Es como un verdadero edecán que saluda y te da paso; pero en las noches, es el centro de lo social, de lo afectivo, de lo espiritual. La magia de la Zona Monumental, con sus yaroas, sus bares, sus juventudes, es la mejor puerta a una ciudad acogedora.

A pesar de los pesares, los santiagueros siguen siendo gente noble y cariñosa, siempre con buena cara y con gran sentimiento de responsabilidad y educación. Esta es también una materia prima para el turismo.

Queda pendiente el tema sísmico, la educación de la población y la vigilancia del cumplimiento de las normas en la construcción. Hay que evaluar la infraestructura existente y trabajar por su reforzamiento.

En definitiva, Santiago es un patrimonio en reserva, una ciudad con grandes oportunidades, un valor cultural y económico para la región y el país que no se encuentra plenamente aprovechado. Para tales fines requiere mayor atención del estado, también un cambio de visión de sus autoridades, o lo que es más fácil y más productivo un cambio de autoridades. Un rejuvenecimiento de que permita iluminarle el rostro al Corazón. Y ahí vamos.

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