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Paulo Freire y su visión de la educación.


Lic. Hediberto Pichardo Santos/hedibertop@hotmail.com

La sociedad actual se ha tornado bastante compleja, cada día más el mundo avanza muy rápido y exige por lo tanto grandes transformaciones en todos los campos.
El campo educativo es uno de estos escenarios en los que hay que delimitar cual es el rol de cada uno de los actores y describir el escenario donde se desarrolla la educación, al mismo tiempo de enfocar los factores que de una u otra manera inciden en la escuela.

Vivimos en una sociedad en donde cada uno necesita al otro y es así como vemos que el educador necesita al educando, pues el educador es el que enseña y el educando el que debe aprender y para que esto ocurra es indispensable que ocurra dentro de un espacio democrático. Pero esto que hemos señalado demanda ciertas posturas por parte del docente, en donde una de ellas debe ser según Freire la de no tener vergüenza de no saber las cosas que el estudiante entiende que el maestro todo lo sabe y la verdad es que no es así, por lo tanto esto debe ser aclarado.


Aunque esto conlleve a hacer al docente un tipo más humano, más sencillo, que sea capaz de reconocer sus flaquezas como persona. A esto agregamos que el docente debe tener pasión, deseo, placer, sentimiento por lo que hace, por el rol que está llamado a desempeñar.
Todo modo de producción descansa en base a una estructura en donde coexiste una clase dominante y una clase dominada y la primera utiliza una serie de elementos que les permiten su subsistencia y uno de esos elementos lo es precisamente la educación, ya que es utilizada como elemento condicionador. Es así como Freire sostiene que nunca las clases dominantes van a permitir que las clases dominadas se den cuenta del dominio de que son objeto. Es por ello que la educación es un proceso político, social y económico.
Así como el padre celestial nos encomendó que nos amemos los unos a los otros, Freire destaca que un maestro no puede enseñar si no ama a sus alumnos, pues el amor es el transformador del mundo. Si amamos podemos lograr aquello que nos hemos propuestos. Hay otra parte que el autor puntualiza y tiene que ver con otras cualidades que debe poseer el docente, que son: ser sensible, ético, respetuoso, respetar el miedo de sus alumnos. Esto es interesarse por sus alumnos, identificarse con sus problemas, desempeñar su trabajo con responsabilidad y aceptar a sus alumnos tal como son.

Para empezar a educar, se parte de un punto, de un comienzo y es por ello que se debe encontrar el nivel de capacidad de los alumnos, es decir, qué ellos saben y qué necesitan por conocer.
Es aconsejable escuchar sus inquietudes, pero también mostrarle la confianza necesaria, también enseñarle que el docente tiene sus problemas al igual que ellos y que los necesita.
Concibe Freire al educador como un artista, que repinta el mundo, su obra de arte es el alumno que va moldeando a medida que se desarrolla el proceso enseñanza aprendizaje. Así como cuando pintamos un cuadro, tratamos siempre de que sea una obra maestra, así mismo se concibe la educación.
Por otra parte, Freire habla del miedo y en ese sentido apunta: asumir el miedo no es esconderlo, solo así lo podremos vencer. Es decir, el maestro debe ser arriesgado, desafiar a sus alumnos, a que investiguen. Arriesgado y sin miedo en el sentido de que para transformar el mundo se requiere ser arriesgado, luchar por liberal al hombre de la ignorancia.
Freire desteta la falta de coherencia en el docente, es decir, decir una cosa hoy y otra mañana, no cumplir con el rol a que está llamado a desempeñar, el mundo debe ser transformado y esto solo se logrará mediante la educación, porque cuando una persona es educada cambia su manera de actuar, de ser.

El hombre ha recibido la misión de Dios de transformar el mundo y de darle nombre a las cosas, pero para que se dé lo segundo es obligatorio que se dé lo primero. En este aspecto de la transformación, Freire sostiene que los cambios que deben darse no deben implicar perjudical a ningún ser humano en particular.

Por otra parte al referirse a la humildad, el autor es muy explícito al apuntar que la humildad ayuda al hombre a conocer la sentencia de que este no lo sabe todo.
Las clases dominante son partidarias de lo que Freire ha llamado la ideología inmovilizadora, la cual es contraria incluso al planteamiento hecho por Dios al hombre en el sentido de que sea transformador del mundo. Algo profundamente interesante es que Freire señala que Dios quiere que el hombre sea un coautor del mundo y esto sí que es verdaderamente importante, puesto que nos llama a ser político, que hace política, que planifica la conciencia para que los individuos se asocien, se movilicen para transformar el mundo malo. No se debe olvidar que en el mismo preciso momento en que planteamos nuestras ideas hacemos uso de la política, cuando queremos que el otro haga ciertas cosas que hacemos, estamos haciendo política.

Critica Freire la metodología bancaria, en donde el alumno es un ente pasivo, receptivo, el cual es concebido como un recipiente que hay que llenarlo. Frente a esto, postula Freire una educación liberadora, que libere al hombre de las ataduras de la ignorancia, que aspire a un mundo mejor. Todo esto llevará consigo a la libertad que asegure adquisición de poder.

El autor señala que el hombre debe soñar con vivir en un mundo más justo, que borre las injusticias y en todo esto la educación está llamada a jugar un papel de primer orden.
Finalmente Freire habla de la tolerancia, aceptar la opinión del otro, aunque no la compartamos. El tolerante no es aquel que renuncia a lo que él cree, ser tolerante no significa eso, sino más bien escuchar al otro, compartir con él aunque sus ideas no sean las mías.

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