En la década de los 70 el cantante brasileño Nelson Ned, el pequeño gigante de la canción popular, hizo famosa la canción "Camas separadas". En el canto se hace alusión a un matrimonio que ya no puede seguir en la misma cama ni en la misma habitación. Tiene que estar en camas separadas, pero por el bien de los hijos, viven una dura apariencia hasta que ellos crezcan.
Aunque las parejas se casan pensando en que será para toda la vida, muchos de ellos fracasan en su intento y optan por el divorcio. En eso no hay nada extraño, pero qué sucede si a pesar de estar separados, se mantienen bajo el mismo techo. Suena un tanto ilógico, porque lo normal es que se distancien físicamente, pero hay personas que se sienten atadas y no logran plenamente su libertad.
Como dice la frase popular ‘juntos pero no revueltos’, es decir, mantienen la convivencia pero no se soportan como pareja. En estos casos, lo económico juega un papel determinante, porque surgen varios cuestionamientos sobre el hogar que compartieron, deben decidir si venderán la propiedad, determinar cómo afrontarán las deudas que adquirieron y evitan así la separación total.
De acuerdo con la sexóloga y terapeuta familiar, Mirtha de León, dentro de los motivos que llevan a la pareja a vivir bajo esta situación está también el qué dirán y las cuestiones morales, que se le inculcan a la mujer específicamente en estos casos. “Pero hay personas que se separan en lo erótico, pero dependen en otros aspectos, como lo social y laboral, entonces se configura un sistema de relación que poco tiene que ver con el amor, porque tienen otras necesidades que satisfacen secundariamente”, explica la terapeuta.
También influyen la costumbre y la esperanza de volver a empezar, cuando alguno de los dos no terminó definitivamente con el vínculo emocional. A veces aparece el miedo a la soledad y le temen al mundo que deberán enfrentar como divorciados, dice De León. Juntos, pero por los hijos... Es común escuchar que las parejas se mantienen unidas porque no desean desestabilizar el hogar que han conformado. Saben que una separación sería dolorosa para sus hijos, y deciden mantenerse juntos por el bien de la familia. Pero ese es un grave error, según explica la terapeuta.
Los hijos no deben sostener la relación de pareja de los padres, porque quedan aprisionados, y los niños tienden a resentir eso, porque quedan a cargo del matrimonio. Hay que diferenciar los roles, si la esposa no está satisfecha, puede sentirse bien como madre y como profesional. Hay que separar las cosas para saber dónde está la frustración y cuáles son las razones por las que se quiere separar.
Como explica la especialista, si una pareja tiene sus procesos internos resueltos, se separa y soluciona los inconvenientes de alguna forma.
“Son proyectos que uno arma con un compromiso de por vida, y puede que la deuda no sea solo de dinero sino de algo que quisieron hacer y falló, eso es lo que más deuda genera, porque produce frustración, pena, rabia y sentimientos de injusticia”, dice. En definitiva, hay un poquito de cobardía en estas parejas al buscar justificaciones y no afrontar lo que les está pasando. Mirtha de León Crisis y separación La experta explica que hay que aprender a diferenciar la crisis de la separación. En la crisis hay oportunidad de cambiar las cosas para bienestar de la pareja si existe amor.
Cuando hay una separación emocional hay indiferencia y lo único que une son la casa y los hijos. No hay amor.
Según De León lo más recomendable, cuando se vive esta situación es hablar, ya que la separación y las crisis vienen de la falta de comunicación y negociación en la pareja. Esto implica llegar a acuerdos que de alguna manera beneficien a ambos. |
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