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“Yo trabajé en La bolita del mundo y en la Duarte, yo sé lo que es eso”

Trabajadoras sexuales y gente que favorece la zona rosa debaten en el Congreso

SANTO DOMINGO, República Dominicana.- “Yo trabajé en la bolita del mundo y en la Duarte, yo sé lo que es eso. Si nos meten en una zona rosa, ¿cómo vamos a mantener a nuestros hijos?”

Con esa exclamación Miladys Pimentel, ex trabajadora sexual, manifestó, en las vistas públicas, su oposición al anteproyecto de ley que busca crear una zona rosa o área exclusiva para ejercer el trabajo sexual.

El auditorio era un solo murmullo de gente que se opone y otra que favorece la creación de una zona rosa. Allí, de pie, la mujer de ojos claros y pelo rojo, exigió respeto: “¿Me quieren atender, por favor?”.

Miladys, que forma parte del Movimiento de Mujeres Unidas (Modemu), que agrupa a las trabajadoras sexuales, dijo que lo correcto no es querer ocultar a esas mujeres, sino prepararlas y crearles la oportunidad de tener otro oficio. Ella, que sostuvo a sus hijos con ese oficio, se dedica ahora a ayudar a otras a estudiar.

“Nadie quiere acostarse con una persona que no quiere. Yo veía mi trabajo como una violación aceptada para ganarme el dinero para vivir y mantener a mis hijos y educarlos hasta que llegaron a la universidad”

“Yo recuerdo que una vez se redujo mucho en Haina el trabajo sexual, porque había una fábrica de goma y muchas de las compañeras trabajaban ahí, pero la fábrica cerró y tuvieron que volver. Si buscáramos la forma de formarlas con cursos técnicos, ellas no tendrían que trabajar en eso”.

Con una chaqueta y una blusa escotada negra, la regidora perredeísta Jacqueline Montero, en calidad de presidenta de Modemu, cuando agotó su turno dijo: “Nadie quiere acostarse con una persona que no quiere. Yo veía mi trabajo como una violación aceptada para ganarme el dinero para vivir y mantener a mis hijos y educarlos hasta que llegaron a la universidad”.

Explicó que el anteproyecto de zona rosa es excluyente, porque incluye solo a las mujeres que prestan servicio sexual, no así a los gigolos, sanqui panqui y transas.

Fue justo al final de la exposición que el presidente de la comisión de justicia, Demóstenes Martínez y el diputado de Samaná Juan José Morales mostraron su falta de cultura básica.

“Usted dijo una palabra que yo no conozco. ¿Qué es un gigoló?” Los estudiantes de derecho que estaban allí hubiesen podido responder, pero la pregunta no iba dirigida a ellos. La trabajadora sexual le contestó que un gigoló es un hombre que ofrece sexo por dinero.

El de Samaná, humilde en su falta de conocimiento, dijo rascándose la cabeza que nunca había oído esa palabra.

Una de las intervenciones de las vistas públicas más conmovedoras fue la de una joven monja de la congregación de las Oblatas del Santísimo Redentor.

Cuando la joven de figura delgada y rostro de niña se puso de pie, aparentaba ser una estudiante. Pero se presentó como la hermana Wanda Karina, y entre las cosas que expresó lanzó una que resume su postura: “La prostitución existe porque existen demandantes”.

Contó que en su labor de religiosa, ha visto a muchas mujeres que por la pobreza se ven obligadas al intercambio sexual por dinero. Y que las zonas rosa, por ser zonas de tolerancia, sirven para que a las mujeres se las explote, se las humille y se las golpee.

La religiosa invitó a los legisladores a ponderar qué es lo que realmente les conviene a las trabajadoras sexuales, a escuchar sus puntos de vista antes de condenarlas o juzgarlas.

Del lado de los que favorecen las zonas rosas está la profesora Clara Marcano. Dice que “la prostitución no le agrada a nadie” y que deberían erradicarla y educar a las personas para que no caigan en eso.

Finalmente, el Centro de Orientación e Investigación Integral (Coin) entregó un documento en el que reitera su rechazo al anteproyecto. Propone en cambio crear programas de formación técnica, reconocerles sus derechos a las trabajadoras e integrarlas en la seguridad social.

Una alternativa del Coin es promover con el Conani un acuerdo para que los hijos e hijas de las trabajadoras sexuales sean aceptados en esos centros mientras ellas estudian o laboran.

“Mira diputado, dile a los policías que no maltraten a las muchachas, que todos los días las están maltratando”

Hubo en el salón Hugo Tolentino Dipp de la Cámara de Diputados algo común: nadie estaba allí para condenar, sino para ayudar. Por un lado los vecinos de la Urbanización Independencia, que no quieren un punto de trabajo sexual en sus calles y por el otro las evangélicas que tienen una fundación que se dedica a impartir cursos técnicos a las trabajadoras.

En un documento, la Colectiva Mujer y Salud consideró que las medidas que propone el anteproyecto resultan discriminatorias porque afectan de manera particular a las trabajadoras sexuales y no a los clientes.

De las intervenciones, hubo al final del encuentro una extra que, por imprevista y franca, hizo a todos reír: era una transexual alt@, de cejas delineadas y pelo rizo, que le dijo al diputado Martínez: “Mira diputado, dile a los policías que no maltraten a las muchachas, que todos los días las están maltratando”.

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