Brenda Aracena.
Encerrados se han quedado sin que nadie pueda salvarlos, con lujuria y pasiones entre risas y abrazos, unos cuentos sin final que luchan incesantemente por encontrar el momento para terminar, unos besos profundos que se hacen acompañar por un silencio que asustaría al mundo.
Hoy aquí otra vez, entre cuatro paredes, sus colores no nos importan, sus adornos mucho menos, sólo nuestros ojos de atracción son el centro, una hora específica, un día escogido con cuidado y sin prisa, intentando disimular ante los demás los lazos que unen nuestras vidas.
Esos lazos que se convierten poco a poco en hilos, cada vez más finos resistiendo para no reventar, para no dejar que estás cuatro paredes sean las únicas testigos, del desahucio de un supuesto amor que cada día más se parece a aquella agua que arrastra el río.
¡Ay si llegasen a enterarse esos que mueven el mundo!, si lo supieran los poetas que esperan historias para escribir un nuevo libro, es mejor adentrarnos cada día mucho más aquí en éste cuarto que es principio y eternidad.
Hasta cuando durará este aliento desmedido, este fuego repentino que se apaga si te vas, hasta dónde llegará la corriente de este mar que se lleva en sus olas aquello que quiero amar, nuestros suspiros enganchados cual cuadro en la pared, adornan cada espacio de este palacio sin princesa ni Rey.
Mil historias acampan aquí, dentro de estas cuatro paredes, nunca a nadie más serán contadas, nadie sonreirá con estas alegrías y a nadie invadirán nuestras tristezas, aquí, aquí en lo más recóndito de esta habitación plasmada quedará esta falsa que llamamos amor, nadie lo sabrá porque nuestra cobardía nos impide gritarlo y nos gobierna el temor de por el mundo ser criticados.
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