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Los verdaderos héroes del 30 de Mayo


Por RANFIS DOMINGUEZ-TRUJILLO
El pasado 18 de Noviembre del 2011, día que conmemoramos los 50 años del ajusticiamiento a los asesinos del Generalísimo Rafael Leónidas Trujillo Molina en Hacienda María, pudimos apreciar una importante cobertura mediática a los eventos realizados para recordar este hecho de tanta trascendencia. Por lo tanto, consideramos propicio exponer nuestro parecer sobre este capitulo de nuestras efemérides.
En primer lugar, debemos recordar que, por encima de cualquier cargo público que pudo haber ostentado el Generalísimo Trujillo al servicio del pueblo dominicano, fue primero hijo, hermano, padre, esposo, abuelo, tío, sobrino, amigo, y demás. En cada uno de estos papeles su desenvolvimiento fue nada menos que extraordinario. También es importante aclarar que el ajusticiamiento de los que vilmente asesinaron al Jefe, obedece a un sentimiento absolutamente comprensible de un hijo, habiendo sufrido la pérdida de su padre, quien cayó abatido a manos de sus supuestos “amigos”.
Está claro que este estremecimiento personal también se ajustaba al proceso legal que se llevó a cabo, aplicando la Justicia Sumaria, ante la declaración de culpabilidad por parte de los implicados, por su participación en el asesinato del Generalísimo Trujillo, con premeditación y alevosía. Dentro de este marco jurídico, fueron condenados a la pena capital.
Los asesinos se aprovecharon de que el Jefe andaba despreocupado por su seguridad, solo con su chofer de confianza Zacarías de la Cruz, y rumbo a su casa campestre en San Cristóbal. Esta información la pudieron confirmar con Amado García Guerrero, integrante del Cuerpo de Ayudantes Militares del Presidente, que se había unido al grupo de complotados por motivos de venganza personal y no por motivaciones patriotas, tal y como lo avala su historial de vida.
Todos los conjurados gozaban de la confianza y la amistad del Generalísimo Trujillo y lo traicionaron para satisfacer sus objetivos personales. Algunos de estos susodichos “héroes” fueron directamente responsables por algunos crímenes que le han querido achacar al Generalísimo Trujillo. Es por esto que entendemos la oposición irracional al trabajo de la Fundación Rafael Leónidas Trujillo Molina (www.fundaciontrujillo.org o también en Facebook), para así evitar que las verdades históricas se puedan difundir, y  por temor a que el pueblo dominicano y el mundo se percaten de la auténtica participación de estas importantes figuras.
Hace unos meses atrás, en una reunión que sostuvimos con  un pariente de Juan Tomas Díaz en la que se nos pidió dejáramos de “hablar de los héroes” porque “nos iría mejor”, le señalé que su consanguíneo era reconocido como el “Verdugo de Moca”, una alusión directa a la gran cantidad de muertes ocasionadas por este personaje. Su respuesta fue sorpresiva, alegando que cualquier crimen antes cometido quedó reivindicado con su participación en la muerte del Generalísimo Trujillo. Vale aclarar que la fortuna de Juan Tomas Díaz provenía de su posición en la intendencia del ejército, cargo que ocupó durante 10 años por la deferencia que le brindaba su estrecha “amistad” con el Héctor B. Trujillo (Negro). Su hermano Modesto también desempeñó importantes puestos en el gobierno, como lo fue su designación como Presidente del Partido Dominicano entre otros más. La estrechez de los lazos de hermandad con la familia Díaz fue tal, que cuando se produjo el distanciamiento entre los hermanos luego de que Juan Tomas dejara embarazada a su sobrina (como lo relata el autor José Miguel Soto Jiménez en su libro “Malfini”), fue el Jefe quien logró su reconciliación.
Los antecedentes de Antonio de la Maza también son historia patria, confiriéndole la denominación como el “Carnicero de Independencia” por su despliegue en esta región fronteriza; hombre valiente y de carácter indómito. Las hazañas de los hermanos de la Maza y sus antecesores son bien conocidas, habiendo participado su padre, el General Vicente de la Maza en el asesinato de Ulises Heureaux (Lili). Su hermano, Octavio de la Maza (Tavito) fue favorecido con el cargo de Agregado Aéreo en Inglaterra, donde producto de una desavenencia de carácter personal, asesinó cruelmente al Sr. Luis Bernardino. Sin embargo, la familia de la Maza fue siempre favorecida por el gobierno del Generalísimo Trujillo, y a lo largo de su régimen, fueron beneficiarios de suntuosos contratos y numerosas prebendas. Su participación en la gesta pérfida del 30 de Mayo nace de una pasión llena de rencor por la muerte de Octavio, cuya responsabilidad se la quisieron adjudicar al Generalísimo Trujillo, aunque fuentes fidedignas señalan la muerte de “Tavito” como una venganza por el homicidio de Luis Bernardino. Lo que si queda claro es que el empeño de Antonio de la Maza por matar al Jefe carece de todo sentimiento de devoción patriótica.
Las figuras de Antonio Imbert Barrera y su hermano Segundo también gozaron del beneplácito del Generalísimo Trujillo y las ventajas que les otorgaba esta designación. Cuando la invasión de Luperón en 1949, Antonio Imbert Barrera ocupaba el cargo de Gobernador de Puerto Plata, y su hermano, el entonces Mayor Segundo Imbert Barrera, ejercía como Comandante de Plaza de esta misma región. Como jefes del poder político y militar, se enfrentaron con ahínco a la defensa del territorio nacional y del gobierno del Generalísimo Trujillo, ante la amenaza de estos invasores. Luego, en un comunicado, Antonio Imbert Barrera deja inequívocamente claro su lealtad al Jefe, expresando su determinación de “quemar Puerto Plata” si así el Jefe lo disponía. Luego de retirarse de la vida pública permaneció como empleado de la familia Trujillo hasta la muerte del Jefe, momento en que trabajaba en la concretera de Francisco Martínez de Alba (“Paco”, hermano de María Martínez de Alba, esposa del jefe). Su hermano Segundo fue retirado de la vida militar y hecho preso por su nefasto comportamiento en la participación de innumerables muertes, y este hecho convierte a Antonio Imbert Barrera en enemigo del Jefe, e inicia su colaboración en el plan para derrocar a su gobierno.
En 1960, Antonio Imbert Barrera se une a Luis Amiama Tió y junto con su enlace de la CIA, Plato Cox, intercambian comunicados en busca de fortalecer su plan para asesinar al Generalísimo Trujillo. En Noviembre de este mismo año, Plato Cox envía un oficio advirtiéndoles que los norteamericanos no podrían involucrarse en ningún movimiento adverso al régimen hasta bien no producirse un acontecimiento desestabilizador. Concibieron y ejecutaron el plan que resultó en la despreciable muerte de las hermanas Mirabal, con la participación directa de Antonio Imbert Barrera, el “hombre del sombrero”. Aproximadamente a los 30 días de este funesto acaecimiento, los EEUU da su anuencia para que el General Román Fernández suplante al Jefe luego de su desaparición física.
Luego de cumplida esta iniciativa “heroica” de asesinar al Generalísimo Trujillo, se siguieron sumando las proezas del General Antonio Imbert Barrera, siendo el mismo responsable por incalculables muertes durante la revolución del 1965, y como Secretario de las Fuerzas Armadas, ordenando la Masacre de Palma Sola entre otros operativos más. Las palabras sobran ante los inconmensurables hechos que hablan de manera veraz e irrefutable sobre este protagonista de nuestra historia.
Así mismo debemos analizar la suscripción de todos los complotados para ver los motivos que los condujeron a conspirar en contra del Generalísimo Trujillo, a pesar de ser todos favorecidos del régimen de una forma u otra. No debemos resumir los detalles de este capítulo de tanta trascendencia, al solo hecho de haber concurrido en el asesinato del Generalísimo Trujillo. Debemos estudiar de cerca estos personajes que dejaron una marca indeleble sobre nuestra patria. Después de más de 50 años de la muerte del Generalísimo Trujillo y apreciando la involución que ha sufrido el país después del 1961, las verdaderas motivaciones detrás de este suceso asumen una importante relevancia histórica.
 Este relato no persigue denigrar la memoria de los que complotaron para derrocar al gobierno del Generalísimo Trujillo, quien dirigiera los destinos de la nación dominicana por más de 30 años. Sin embargo, es importante hablar con fidelidad y respeto a nuestras efemérides al hacer referencia a estos personajes. Esto exige una absoluta sumisión a las verdades incuestionables y no a los relatos por conveniencia ni a las omisiones provechosas, útiles solo para un pequeño grupo que se ha dedicado a cosechar las prebendas de su anti-Trujillismo industrial. Tampoco pretendemos defender o censurar el ajusticiamiento de estos individuos, pues el criterio de descarga o condena sobre este acontecimiento le corresponde más bien al veredicto final de nuestra historia.
El autor es nieto del Generalísimo  Rafael L. Trujillo

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