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El país en que vivo



Por SANTOS AQUINO RUBIO
El país en que vivo, el que me vio nacer y crecer, aquel que fue forjado al precio de sus vidas y con sangre y fuego, por los padres de la nacionalidad dominicana, es muy especial, complejo y difícil.
En la sociedad dominicana de hoy, las clínicas privadas, los hospitales públicos y los consultorios particulares, se mantienen repletos de gente enferma en busca de salud, unos con poder económico para hacerlo y otros sin recursos ni para comprar la receta más barata, porque los medicamentos están fuera de su alcance por sus altos precios.
En esta sociedad de mis amores, agentes y militares de diversos rangos, forman parte de bandas de asaltantes, atracadores y narcotraficantes yprotagonizan la mayoría de las escenas de muerte, ya sea por violencia intrafamiliar o por simple ejercicio del delito y el crimen organizado, sin la sanción debida.
En este país en que vivo el transporte público es sinónimo de infierno donde se impone la ley de los demonios Juan Hubieres, Antonio Marte, Alfredo-Cambita- Pulinario y otros. No se respeta al pasajero, sus choferes pasan en rojo los semáforos, transitan sin seguro, sin placas, provocan tapones, chocan a los que les caen mal y huyen, sin que autoridad alguna les ponga freno.
Esta sociedad de mis delirios es la cuna de uno de estados de anomia más delicados de América Latina, los presidentes se las pasan paseando, los políticos haciendo promesas que no cumplen y los corruptos encuentran cada vez mejores oportunidades para engrosar sus patrimonios malhabidos, sin temor a la entelequia llamada justicia ni a las demás estructuras llamadas poderes del Estado.
En el país en que vivo los agentes de la Amet son vagos, cuando llueve se guarecen, cuando hay tapones se esconden a conversar por sus celulares y solo acechan a los hombres de trabajo para colocarles multas, justificadas o no. Surol preventivo no se cumple.
En el país en que viven los seres más dulces de la tierra, los subsidios a servicios como la electricidad, el gas licuado de petróleo, la tarjeta solidaridad y otros, se tragan el Presupuesto Nacional y la gente que cumple con sus obligaciones impositivas no recibe compensación alguna. Las becas internacionales y locales se quedan en las mismas manos o grupos políticos y la gente común nunca tiene acceso a ellas.
Sin embargo, aunque la autoridad no cumple su rol, sacamos mala nota en todo y la pobreza nos arropa, no perdemos la esperanza. Sobre todo, porque es el país en que nacimos y es la nación que amamos.
av/am

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