Siempre me he preguntado por qué las personas invierten tanto tiempo en pensar en el fin de las cosas, en lugar de disfrutar del presente y el ahora.
Esto no quiere decir que no pensemos en el futuro, sí, se debe de pensar, pero en el sentido de las cosas que queremos lograr, como una proyección de hacia dónde queremos ir y dónde queremos estar.
Especular con el miedo y la creencia ajena ya es parte de nuestro diario vivir y se me antoja que todos sabemos que así como llegamos un día al mundo, habrá un día en el que tenemos que partir.
Y si de algo podemos estar seguros en la vida es de la muerte y si algo ignoramos es el día que ella va a llegar.
Así que pongamos nuestras energías e invirtamos el tiempo en cosas más productivas que planificarnos para morir...
Empecemos a planificarnos para disfrutar de cada cosa, persona y sentimiento que el Señor nos ha dado la oportunidad de tener, conocer y sentir; y demos gracias por esas grandes y pequeñas bendiciones que han sido derramadas sobre nosotros, en especial en estos días en que celebramos el milagro más grande la humanidad: el nacimiento del Hijo de Dios.
Hoy celebramos la Nochebuena y mañana la Navidad. Hoy nos sentamos a la mesa en familia a compartir, brindar y dar gracias, y mañana debemos seguir en el mismo plan familiar, pues son días propicios para el recogimiento y el compartir.
Cuidemos los excesos y demos valor a las cosas que realmente lo tienen: nuestro Dios, familia y amigos.
Tiempo también de pasar balance, de evaluar lo que hicimos, bien o mal, y aprender de ello; pasar la página y escribir nuestras futuras metas, que sean realizables, para trabajar por ellas. Así que manos a la obra y que pasemos todos unas felices fiestas.
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